La verdadera Lucía Rivera se esconde detrás del éxito que tiene como modelo y de la popularidad con la que convive desde la infancia. A través de su primer libro autobiográfico, Nada es lo que parece, ha reconocido que se esconde una historia marcada por los riesgos de la fama, las relaciones tóxicas y los problemas de salud mental. A lo largo de las páginas abre las puertas de su vida profesional y personal, destacando el capítulo que dedica a su familia.Uno de los relatos más sorprendentes ha sido el que ha hecho sobre su padre biológico, con el que vivió un desagradable momento.
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La identidad del hombre con el que Blanca Romero se convirtió en madre por primera vez fue desconocida hasta que en 2015 dio todos los detalles y compartió una imagen. Mucho tiempo antes cuando contó "la verdad de todo" a Lucía, que entonces tenía diez años y siempre imaginó esa figura como la de "un superhéroe que algún día vendría a salvarnos". La realidad fue muy diferente. Sí llegaron a conocerse, pero su padre biológico apareció en su vida para sacar rédito económico. "Había venido a extorsionar a mi madre y a pedirle dinero a cambio de unos vídeos de cuando era una niña y mantenían relaciones", relata.
Lucía, que se enteró de la extorsión tiempo después, no tiene ninguna relación con su padre biológico actualmente. "Fue un encuentro desafortunado y me dio pena que le pasara eso a mi madre, porqueyo lo había puesto como un superhéroe. Creo que a toda la gente adoptada le pasa más o menos lo mismo", ha comenzado a explicar enEspejo Público. Recuerda que cuando se conocieron "fue todo bien hasta que por detrás lo hizo". Con el que sí mantiene contacto es con Cayetano Rivera, su padre adoptivo.
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Así comenzó la relación de Blanca con el padre de Lucía
En la revista ¡HOLA!, Blanca Romero contaba que conoció al padre de su hija en el primer anuncio que ella hizo en París. Él era un modelo cotizado y mantuvieron una relación hasta que su romance se rompió y ella, ya embarazada, volvió a Gijón. Tiempo después volvió a la capital gala y estuvieron juntos hasta que Lucía tenía casi un año, cuando separaron para siempre sus caminos. "Teníamos un pacto, algo que yo le pedí y que cumplió como un caballero todos estos años. Cuando decidimos tener a la niña, le dije: Por favor, si algún día lo nuestro no va bien, lo único que te pido —no te voy a pedir dinero ni nada y jamás te voy a molestar— es que nos dejes tranquilas y no me la quites, no la lleves nunca contigo a Londres".