Hace poco más de un mes, el 10 de febrero, Isabel Pantoja pudo, por fin, reencontrarse con su público en Estados Unidos. Habían pasado once años desde la última vez y muchas cosas por el camino. Incluso hasta el día antes de viajar a Miami, su primer destino, estuvieron a punto de no subir al avión por un problema burocrático de última hora. Una circunstancia tras otra le hicieron pensar en tirar la toalla, pero Isabel no es persona de rendirse fácilmente. Nunca lo ha sido. “Creo que tenía que ocurrir todo eso para que tuviera este éxito”, nos dice tras haber colgado el cartel de sold out en cada uno de los conciertos que la han llevado a Florida, Nueva York, Los Ángeles y San Juan de Puerto Rico, en este regreso a los escenarios. Y no ha sido fácil. “Me está costando… con mi madre, con mi hermano, la verdad…”. La pena pesa, pero su arte, su poderío y su fuerza telúrica hacen que brille como la gran estrella que es. Hoy nos encontramos con Isabel no lejos de Cantora, ya de vuelta a casa. Es su gran reaparición en un reportaje de estas características, con ella de protagonista.
Hacía mucho que no pasaba y no posaba, cuatro años la última vez, y en estas mismas páginas. Y lo hace de manera excepcional, como nunca antes, para celebrar sus 50 años de carrera. Se dice pronto. Es el inicio en un año muy especial y significativo en el que habrá un disco aniversario, ahora en plena grabación, y otras sorpresas que se irán desvelando poco a poco. Y para sorpresa, la que Isabel nos descubre también. El sábado 25 estará en Mónaco en el Baile de la Rosa. Recibió la invitación por parte de un conocido común, cercano a la familia Grimaldi, estando en Puerto Rico, y le ilusiona especialmente porque admira a Grace Kelly, siente una especial conexión con la princesa Carolina y encima coincide con una fecha tan señalada para ella. Sus palabras, sus silencios, su emoción… Isabel Pantoja.
“Cuando mi hermano me cuenta que ha llegado una invitación al Baile de la Rosa, dije: ‘¡Venga ya con la tontería!’. No me lo creía. Me quedé en shock y pensé: ‘A ver si va a ser para otra persona’ —ríe—”
—Isabel, lo primero ¿Cómo estás?
—Le doy gracias a Dios porque me ha dado salud durante 50 años subida en un escenario… ¿Cómo estoy? Yo creo que como la mayoría del mundo, ¿no? Porque hemos pasado momentos muy malos, en todos los sentidos. Tanto como todos por el terrorífico Covid… como momentos personales, pero bueno, hay que seguir hacia delante y continuar con lo que venga, hasta que Él quiera, hasta que me toque.
—Por circunstancias de la vida, todos tenemos que reinventarnos y resurgir alguna vez…
—¡Uy! Yo te puedo decir que he sido ave fénix. Bueno, no es que haya sido, me he sentido ave fénix muchísimas veces a lo largo y a lo ancho de estos 50 años.
—Hablamos de 50 años, que son los que cumples sobre los escenarios. No se cumplen todos los días...
—Sí, te explico. Mi primer disco lo grabé con quince años, pero no salió hasta el año siguiente, con 16. He cumplido 66, luego son 50 años de la salida de mi primer disco, los 50 años en un escenario. Que se dice muy pronto. He visto a compañeros, y es muy bonito, es precioso, celebrar pues diez, quince, 20, 30, 35 años, pero a mí nunca me dio por hacer nada de eso, la verdad. Yo he celebrado mi cumpleaños, nada más. Y este año ha sido todo… Yo creo que, modestia aparte, me lo merezco. Y las personas que están a mi alrededor, que lo han luchado conmigo, aunque... —se emociona— la más importante no esté, que ha sido la que realmente ha estado a mi lado. Y mis dos hermanos, porque el tercero pues no está desgraciadamente ya.
“Nunca he celebrado mi carrera y, modestia aparte, creo que ahora que cumplo 50 años en la música, me lo merezco. Y también todos los que han luchado conmigo, aunque la persona más importante, mi madre, ya no esté”
—Además, Isabel, es imposible hablar de tu carrera, sin hablar de tu madre.
—Es imposible. Siempre hablaban de la madre de la Pantoja. Y… la madre de la Pantoja era una madre, madre —recalca—, que tenía una hija artista. Pero que quede muy claro, toda su vida ha ido acompañando a su hija porque yo así lo deseaba y me sentía la más feliz del mundo. Ella siempre iba cinco pasos por detrás de mí, quiero decir, que jamás quiso protagonismo, ni salió en una revista o en una televisión. Era una madre cuya hija salió artista y punto. Y cuando llegábamos a casa, era un ama de casa con cuatro hijos, que planchaba, lavaba, hacía de comer, en fin, de todo. Y luego me acompañaba a mí. Es lo más maravilloso que me ha podido ocurrir y me siento muy afortunada, porque he estado toda la vida con ella. No hace falta decir que mi madre ha sido, es y será para siempre una gran señora… Estuvo en silencio toda su vida y en silencio se fue. No es que la eche de menos permanentemente, la echo de menos cada segundo —Isabel para, toma aliento y continúa—. Estaba haciéndome fotos ahora y pensaba: “Me está viendo”.
—¿En este tiempo has pensado alguna vez en la retirada?
—Se queda pensativa— Sí… varias veces. Pero como te he dicho, sale el ave fénix… y yo no puedo dejar a mi público así… Llegará el día en que diga “hasta aquí, por mucho que os quiera. Ya no puedo más, o estoy cansada”. Es ley de vida. Pero el día que diga que me retiro es para no volver, así que le pido a Dios que me de salud para seguir unos añitos, que esté todo en su sitio y yo pueda retirarme tranquila a mi casa.
“¿Si pudiera dar un consejo a mi yo de los 20 años, qué le diría? Haz lo mismo que has hecho, no te arrepientas de nada… De nada… porque, si lo has hecho, es porque estaba en tu camino”
“Se merecen lo mejor”
—Nunca antes has celebrado tu trayectoria artística, nos decías. ¿No crees que ya es hora? Quizá precisamente como homenaje a tu madre.
—Perdí a mi padre muy joven y antes de salir a cantar siempre me he encomendado a él, me he encomendado a Paco, por supuestísimo, y ahora… digo “mamá, me falta tu beso en la garganta”, porque siempre me ha dado un beso aquí —señala el cuello— antes de salir, “pero lo estoy sintiendo, ayúdame mamá a que salga bien”. El homenaje va a ser, indiscutiblemente, para mi madre, mis hermanos, y sobre todo, para mi público, mis fans de Sudamérica, Estados Unidos, España… Se merecen lo mejor de mí porque ellos me han dado y siguen dando lo mejor de ellos. Si yo estoy donde estoy después de 50 años, ya me contarás. Ellos son el motor de Isabel Pantoja.
—¿Y qué tienes previsto? ¿Qué nos puedes adelantar?
—Estoy grabando un disco aniversario y habrá otras sorpresas, pero no quiero desvelar todo lo que voy a hacer —ríe—, que tampoco es nada del otro mundo, pero lo voy a hacer con muchísimo cariño y al lado de mi hermano. Ahí estamos preparando las cosas.
“He sentido siempre un cariño entrañable por Carolina, porque hemos tenido vidas muy paralelas. Tenemos la misma edad, pasó lo mismo de la noche a la mañana, ella tenía tres hijos y yo uno…y sin conocernos, me sentí muy unida a ella en ese momento”
—Tu público, tus fans, te han recibido con los brazos abiertos en la gira por Estados Unidos, que por fin pudiste hacer después de problemas, retrasos… ¿Cómo has vivido, digamos, este regreso a los escenarios?
—Creo que ha tenido que ocurrir todo esto para que sucediera esta maravilla, porque me tengo que quedar con lo positivo. Llegó un momento en que era una cosa tras otra y decías “pues déjalo, no vamos, vamos a Sudamérica, o aquí en España”. Tenía que ocurrir todo eso para que tuviera este éxito. Está feo que yo lo diga, pero es que está ahí, se puede ver.
—¿Cuánto tiempo hacía que no ibas?
—Once años, y lo más impresionante es que después de todo este tiempo sin haber ido a Estados Unidos no hubiera ni una sola entrada en ninguno de los sitios donde he cantado. Para mí ha sido de locura. En Miami, en Nueva York, en Los Ángeles, en San Juan de Puerto Rico… Maravilloso. No me puedo olvidar ni de Perú, ni de Chile, ni de Monticello, ni de Argentina, y me pongo a enumerar y es que es en todos sitios. Te da pena venirte y dejar a tantas personas que solo por tocarte un volante o tocarte un poco el pelo se mueren. Es que salgo con mi bata de cola y eso se viene abajo. Me veo tan sumamente pequeña en ese escenario, delante de tantísimos miles de personas que van a verme… Es que no puedo ni empezar a cantar porque los aplausos no te puedo decir lo que duran. Se me encoge el corazón y me emociono tanto, tanto, tanto que, aunque estuviera hasta el último suspiro de mi vida dando las gracias a mis fans del mundo entero, no sería suficiente. De verdad, para mí son fundamentales. Si no, no estaría aquí.
“Lo estoy pasando muy mal, aunque no hay otra que seguir, porque el público valora mucho que estés cantando, a pesar de que esté pensando en mi madre y en mi hermano del alma, que se fue hace solo dos meses y medio. Es muy duro. Pero la vida de los artistas es así”
—Subirte a los escenarios, siempre, pero en particular en este momento difícil tras perder a tu madre, a tu hermano Bernardo… ¿Es un bálsamo, una medicina para el alma?
—No tengo un trabajo en el que pueda irme a una esquina o al baño a llorar. No pasa a todos los artistas. El día que falleció mi padre yo tuve que cantar por la noche, bueno, cantar… Hice acto de presencia. Trabajaba en el Corral de la Morería y me bajaron; era una niña, porque no podía. Lo he pasado muy mal, lo sigo pasando muy mal, pero… yo creo que me está ayudando mucho mi madre a poder seguir subiéndome al escenario, porque era lo que más le gustaba a ella del mundo —dice Isabel con la voz entrecortada—. Pero lo estoy pasando mal, sí, aunque no hay otra que seguir porque el público que ha venido a verte y sabe cómo estás, valora mucho que estés cantando, a pesar de que yo esté pensando en mi madre y en mi hermano del alma, que se fue hace solo dos meses y medio. Es que es muy duro. Pero la vida de los artistas es así.
—Es esto de que “el show tiene que continuar”, ¿no?
—El show tiene que continuar, pero para mí dura eso, lo que es el show, nada más. Y luego, no. Yo luego estoy en mi casa. Yo me tengo que curar… Es que cada uno lleva el duelo como lo siente. Y eso no quiere decir que yo quiera a mi madre más que los demás a la suya, para nada, sino que cada uno lleva el duelo de la forma que lo siente. Yo no siento salir a la calle a no ser que sea trabajo… No siento salir a ningún sitio… No tengo ganas.
“El show tiene que continuar, pero para mí dura eso, lo que es el show. Y luego estoy en mi casa. Yo me tengo que curar… Es que cada uno lleva el duelo como lo siente. No siento salir a la calle a no ser que sea trabajo… No tengo ganas”
De Estados Unidos a Bollywood
—Ahora, por primera vez en mucho tiempo, vas a salir. Hay algo que te tiene ilusionada, ¿nos cuentas?
—Sí. Me han invitado al Baile de la Rosa. Estoy muy feliz, para mí ha sido una grata noticia.
—¿Cómo y cuándo recibiste la invitación?
—Estando en Puerto Rico me dijo mi hermano Agustín que había recibido una invitación. Me llegan muchas para ir a eventos, pero, a menos que sea algo relacionado con niños, donde se me necesite, porque en ese caso ahí estoy yo a muerte, no suelo acudir. Ni tampoco soy asidua a discotecas o cosas de esas.
“¿Qué puede arrancarme una sonrisa? Hoy nada… Pero bueno, a lo mejor mañana, que es otro día, pues puede ser que sí. Pero hoy, precisamente hoy, nada”
—¿Te sorprendiste mucho?
—Bueno, es que cuando mi hermano me cuenta: “Te han invitado al Baile de la Rosa”, me quedo mirando y digo: “¿A mí?”. “Sí, a Mónaco”, me dice, y le contesté: “¡Venga ya con la tontería!”—ríe—. Claro. No me lo creí. Y fíjate lo que es la vida, porque durante toda la mía he admirado a Grace Kelly y por Carolina he sentido siempre un cariño entrañable.
—¿Pero conoces a Carolina de Mónaco?
—No, pero te digo por qué. Porque hemos tenido unas vidas muy paralelas. Lo que pasa es que ella tenía tres hijos y yo uno. Pero tenemos la misma edad, pasó lo mismo de la noche a la mañana y sin conocernos, no nos conocemos todavía, me sentí tan unida a ella en ese momento. “Dios mío —decía—, ¿quién pudiera abrazar a esta mujer, abrazarnos las dos y sentir esa pena que tenemos en este momento? Porque sé como está ahora mismo, lo sé porque lo he vivido ya. Y ocurrió muy poco tiempo después. Por eso digo lo que es la vida, después de tantísimos años, hace casi 39, yo recibo una invitación para ir al Baile de la Rosa.
“Yo no soy una mujer de armas tomar. No lo he sido nunca. Quien piense eso de mí, no me conoce. ¿Que no he dejado que toquen a los míos? Sí. No me gusta porque no es necesario”
—¿Cuándo te crees que esa invitación es real?
—Pues miro la invitación, pone mi nombre y veo que es de verdad. Me pregunta Agustín: “¿Qué vas a hacer?”. Y le contesté: “No lo sé, porque me he quedado en shock. A ver si va a ser para otra persona” —ríe de nuevo—. Me dice: “Anda ya, si al Baile de la Rosa va todo el mundo”. Bueno, pues para mí es algo muy especial por ese sentimiento que te digo hacia una persona que no conozco, que no tenemos el mismo estatus ni muchísimo menos, pero para mí es un orgullo. Y me invitan ahora, en este año precisamente, pues para mí, te repito, es un orgullo. Estoy muy agradecida y, si Dios quiere, voy a ir.
“¿Qué llevo conmigo siempre en el camerino? Llevo fotos… de la gente que quiero… Llevo mi altar de siempre, de toda la vida”
—¿Vas a actuar?
—No, no, yo voy como invitada. La invitación es preciosa, la voy a poner un marco, qué quieres que te diga —ríe—, porque no creo que vaya a otro. Y voy a estar además con una gran artista, Shirley Bassey, que para mí es un honor. Así que esto no lo voy a vivir más.
“No hace falta decir que mi madre ha sido, es y será para siempre una gran señora… Estuvo en silencio toda su vida y en silencio se fue. No es que la eche de menos permanentemente, la echo de menos cada segundo —dice emocionada—”
—El Baile de la Rosa cada año tiene una temática. ¿Es el flamenco en esta ocasión?
—No, este año está dedicado a las películas de Bollywood. La temática se refiere a cómo decoran o si hay un ballet, alguna actuación o llevan a los actores de estas películas, pero no tiene que ver con el dress code, puedes ir como quieras mientras que sea de largo.
—¿Habías tenido la oportunidad de conocer Mónaco o será la primera vez que vayas?
—Fui en su momento. Es precioso, fui al jardín de Grace Kelly, que en paz descanse. Me sentaba y la notaba. Es como si le viera tocar las flores, una maravilla. Me han contado que ahora han quitado medio jardín y que hay edificios altos. En fin, cuando yo fui, en lo alto estaba el palacio y nada más.
“Llevaba once años sin ir a Estados Unidos y lo más impresionante es que, después de todo este tiempo, no hubiera ni una sola entrada en ninguno de los sitios donde he cantado. Para mí ha sido de locura”
—¿Quién te va a acompañar, Isabel? ¿Con quién irás?
—Con mi hermano y un traductor. El inglés se me da muy malamente y el francés todavía peor —ríe—. Pero pienso, si mi madre estuviera aquí, no se lo podría ni creer, ¡porque no me lo creo ni yo! Habrán ido muchos españoles y muchos artistas, pero no se si se lo han tomado con tantísima ilusión como yo. Si Dios quiere conoceré a Carolina, pero estoy superfeliz y muy agradecida con el simple hecho de que se hayan acordado de mí y este año más. Eso ya es un triunfo para mí.
“Mucha gente conoce a Maribel”
—Mencionas el cariño que has sentido siempre por Carolina de Mónaco, pero de todas las personas que has podido conocer en tu vida, que serán muchas, ¿quién te ha dejado huella?
—Mucha gente. Muchas compañeras y sobre todo mis maestros, por encima de todo, Rafael de León y Juan Solano, que fueron las personas que me dijeron “eres un diamante sin pulir” a los doce años. “Vente a Madrid, que te vamos a pulir y te vamos a hacer una estrella”. Si te refieres a personas que no son de mi familia, claro, porque mi madre me vio ya una estrella con dos años —ríe—. Ella lo tenía clarísimo.
“Perdí a mi padre muy joven y antes de salir a cantar siempre me he encomendado a él, a Paco, por supuestísimo, y ahora… digo “mamá, me falta tu beso”, porque siempre me lo daba”
—Después de medio siglo de cara al público, ¿crees que la gente te conoce?
—Muchísima gente me conoce, mucha, más de la que crees… conocen a Maribel.
—¿Y cómo es la persona, la mujer detrás de la artista?
—Pues normal —ríe—. Estoy en mi casa, me encanta guisar, si tengo que limpiar, limpio, porque me apetece. O si tengo que arreglar mi armario… Soy una buena ama de casa, lo he sido siempre porque me ha gustado y me sigue gustando. Lo que pasa es como decía mi madre, “quien entra es el camerino es mi Maribel… pero ya cuando te están arreglando y yo te miro en el espejo, te vas transformando. Y la que sale vestida ya no es mi Maribel, es Isabel Pantoja”. Aunque sea mi nombre real.
—¿Cuándo se convierte Isabel en una mujer de armas tomar?
—Es que yo no soy una mujer de armas tomar. No lo he sido nunca. Quien piense eso de mí, no me conoce. ¿Que no he dejado que toquen a los míos? Sí. No me gusta porque no es necesario… Yo estoy porque soy artista, ¿he estado cantando en Puerto Rico? Pues es lógico que den noticias mías. Pero por lo demás, yo jamás he hablado de nadie, ni lo voy a hacer, nunca.
“¿Qué si he pensado alguna vez en la retirada? Sí… varias veces —responde pensativa—. Pero sale el ave fénix… Y yo no puedo dejar a mi público así… El día que diga que me retiro, es para no volver”
—Si pudieras darle un consejo a tu yo, a la Maribel de los 20 o 25 años…
—¡Quién los pillara! —ríe—.
“Si Dios quiere conoceré a la princesa Carolina, pero estoy superfeliz y muy agradecida con el simple hecho de que se hayan acordado de mí, y este año más”
—¿Qué le dirías?
—Haz lo mismo que has hecho, no te arrepientas de nada… De nada… Porque si lo has hecho es porque estaba en tu camino.
—¿Crees en el destino?
—Sí. Rotundamente… rotundamente por desgracia… Pero creo.
“Cuando me miro al espejo me veo bien. Ahora veo a una Isabel madura que, con la edad que tengo, pues me conservo bien. Me cuido y nada más”
—Para subirse a un escenario hay que estar físicamente fuerte para poder aguantar. ¿Cómo lo haces?
—Lo hago regular. Saco fuerza de donde no la tengo, porque entro en el camerino hecha polvo, la verdad. Y yo me doy entera, al 100 por 100, y el día que no pueda ser así, me iré; no me van a decir “que se vaya”. No. Pero sí que me entrego, vamos, me pueden doler las rodillas, la cabeza o un pie, que en el escenario no me lo notas.
—¿Qué tienes en el camerino? ¿Qué llevas siempre contigo?
—Llevo fotos… de la gente que quiero… Llevo mi altar de siempre, de toda la vida. Y sus flores.
“Al campo salía antes, ahora no porque, la verdad, no me apetecía. Han pasado muchas cosas y no tenía ganas de salir de la casa. Pero he caminado mucho y bebo muchísima agua, eso sí, helada, además”
—¿Cómo son los minutos antes de salir al escenario? Supongo que no cenarás, ni nada.
—No, no como, ni desayuno prácticamente; cuando estoy trabajando no me entra nada en el estómago. Y los minutos antes de salir son míos, estoy sola en el camerino. Y ya está, para adelante.
“Me veo bien”
—¿Cómo te cuidas? ¿Haces deporte? ¿Te gusta pasear por el campo?
—Al campo salía antes; ahora no porque, la verdad, no me apetecía. Han pasado muchas cosas y no tenía ganas de salir de la casa. Pero he caminado mucho y cuando estoy trabajando gasto mucha energía, mucha. Bebo muchísima agua, eso sí —ríe—, helada además. Mi vaso se llena de hielo primero y luego se echa el agua. Y se llena tres veces mientras estoy cantando, las mismas que me cambio de ropa. Las cuerdas vocales se inflaman y con el frío se pasa.
“Muchas veces cantando digo a lo mejor una frase por otra, pero no es que la cambie, es que me he equivocado y todos piensan que digo cosas —ríe—, pero esa es la verdad, es así”
—Cuando te miras al espejo, ¿cómo te encuentras? ¿Te ves bien?
—Sí, me veo bien. Veo a una Isabel madura… A una Isabel… que fue… muy joven, como todo el mundo, fue niña… preciosa, modestia aparte; y ahora veo a una Isabel que con la edad que tengo, pues me conservo bien y —ríe— me cuido, nada más.
—Siempre has sido de comer poco.
—Sí, soy muy especial para comer. Pero porque mi madre me enseñó a comer de manera muy especial —ríe—. Me gustan las cosas bien hechas. Soy de poquitas cosas, pero buenas, y si no las hay, me como un huevo frito con papas, ¿sabes?
“No soy autora, imagínate si yo escribiera una canción, lo que puedo decir en ella. ¡Lo mío serían libros, sería El Quijote!”
—Me decías antes que eres muy buena cocinera…
—Bueno, que me gusta cocinar y no lo hago mal, porque he tenido una madre que cocinaba como los propios ángeles y he estado a su lado toda la vida, y mi hermano igual. Cocinamos igual que ella, y nos gusta, además.
“Soy muy especial para comer. Soy de poquitas cosas, pero buenas y, si no las hay, me como un huevo frito con papas. Me gusta cocinar y no se me da mal”
—¿Tienes un plato estrella?
—Bueno, no lo voy a decir porque estoy harta de que se diga lo del “pollo a la Pantoja” —ríe—, pero aparte sé hacer muchas más cosas. No creáis que solamente sé hacer eso.
—¿Cómo te entretienes? Me refiero, si estás en casa, ¿eres por ejemplo de ver pelis, de series?
—Series. Las buenas películas también me gustan mucho, pero series creo que las he visto todas ya, muchas en la pandemia. Fue horroroso porque le cogí tantísimo miedo, que era lo único que me mantenía la mente entretenida. A mí no me afectó el no salir, estar en casa, estoy acostumbrada. Estaba cuidando a mi madre, entonces era como siempre, pero el miedo a que a ella le pasara algo… Que no podía ser porque ahí no entraba nadie. “¿Te has vacunado? ¿No? Pues entonces lo siento, pero no”. Ella era lo más grande que hemos tenido nosotros, y tenemos. ¿Qué iba a comprar? Pues la ropa preparada, la lejía fuera, limpiando todas las cosas, los botes…Tanto es así que mi madre no lo pasó, se fue vacunada y se durmió. Y gracias a Dios ninguno lo hemos pasado, de mis hermanos, ninguno.
“Las buenas películas me gustan mucho, pero series creo que las he visto todas ya, muchas durante la pandemia, porque le cogí tantísimo miedo, que era lo único que me mantenía la mente entretenida”
—Qué extraño es. Hablamos de la pandemia y parece como si hubiera pasado una vida.
—El pánico se apoderó de mí. Tenía las manos peladas de lavármelas con el alcohol 300 veces al día. Y la ropa, aunque no hubiera salido, me la quitaba, me duchaba, era horroroso. Y limpiar con lejía, y las ventanas. No abras las ventanas. Además, estamos en mitad del campo, más puro imposible, pues yo no salía ni fuera. Tiene tela, ¿eh? Lo piensas ahora y es como… una película. Ha sido terrible. Y desde aquí mando mis condolencias a todas las personas que han perdido a sus seres queridos sin poderlos ver, sin poderles dar un beso —se emociona—. Porque yo tenía a mi madre en mi casa y si le pasaba algo estaba conmigo, pero esas personas en el hospital… Eso ha sido terrorífico. Una de las cosas peores que yo he pasado en mi vida, de verdad.
El aquí y el ahora
—De tu carrera, ¿podrías elegir un momento?
—Según cómo o qué momento, porque el más difícil para mí fue volver después de fallecer mi marido. Y ahora, pues me está costando… con mi madre, con mi hermano, la verdad… Esos han sido los momentos más difíciles que yo he pasado.
“El pánico se apoderó de mí. No me afectó el no salir de casa, estoy acostumbrada, estaba cuidando a mi madre, entonces era como siempre, pero el miedo a que a ella le pasara algo…Tenía las manos peladas de lavármelas”
—¿Y alguno que recuerdes muy feliz?
—Bueno, yo feliz he estado siempre. Cantando, siempre, porque me ha hecho feliz mi público y la gente que me ha rodeado, que han estado conmigo, que están conmigo… y que me quieren, ¿no?... Con la gente que me quiere… yo estoy feliz.
—¿Qué sería de Isabel Pantoja sin los escenarios?
—Pues nada. Sería Isabel Pantoja, porque así me llamo, María Isabel Pantoja Martín. Soy Maribel en mi casa y para mi gente. Extrañaría a mi público, pero sí me encantaría que salieran… muchas Isabel Pantoja, muchas Rocío Jurado, muchas Rocío Dúrcal, muchas Concha Piquer, para que nunca se acabara nuestro estilo. Gente que canta muy bien hay mucha, pero el mundo de la música está muy difícil y más en nuestro género.
“Siempre hablaban de la madre de la Pantoja. Y… la madre de la Pantoja era una madre, madre, que tenía una hija artista. Y que quede claro, toda su vida me ha acompañado porque yo así lo deseaba”
—Ahora Shakira ha puesto de moda las canciones con mensaje, pero no es algo nuevo. ¿Tú también lo has hecho? ¿Has reflejado en tus canciones tus vivencias?
—No, lo único que he cantado de mí fue Marinero de luces, cuyas canciones yo no escribí. Verás, José Luis Perales plasmó lo que pasó y lo que él sintió en un disco y me lo presentó. Yo no quería volver a salir a cantar, me convencieron y canté Marinero de luces, pero luego, ninguno de mis discos tiene nada que ver con mi vida. Solamente una canción: Que se busquen a otra. Nada más, porque canto lo que me escriben, elijo las canciones que me gustan, pero no soy autora. Y muchas veces digo a lo mejor una frase por otra, pero no es que la cambie, es que me he equivocado y todos piensan que digo cosas —ríe— pero esa es la verdad, es así. Lo que sucede es que rima. ¿Y por qué? Pues sencillamente porque son tantas las letras, que se te olvida.
—La gira se llama Enamórate, cantas el tema Enamórate. A lo mejor hay que predicar con el ejemplo…
—No, uy, ya no —ríe—. Esa canción es de Alberto, de Juan Gabriel. Él la había cantado ya y a mí me gustó, la he cantado y ya está. Abrázame, Hasta que se apague el sol, todas son suyas, las escribió para mí. Pero que las puede cantar todo el mundo, porque yo no soy la autora. Tú imagínate si yo escribiera una canción, lo que puedo decir en una canción, ¡lo mío serían libros, sería El Quijote! —ríe—. No sé si estoy capacitada o no, pero no me he puesto nunca a escribir porque autores maravillosos me han dado canciones tan bellas que no lo he necesitado.
“El momento más difícil de mi carrera para mí fue volver después de fallecer mi marido. Y ahora pues me está costando… Con mi madre, con mi hermano, esos han sido los momentos más difíciles”
—Ahora, cuando has estado en Estados Unidos, has tenido palabras para Juan Gabriel.
—Siempre, es que Juan Gabriel, Alberto Aguilera, sigue siendo mi compadre, 35 años de amistad. Éramos como hermanos. Lo adoro y adoraré siempre. Igual que él me adoraba. Siento respeto, admiración; para mí era y es un genio. Y fue tan de pronto todo… aún no he podido ir a México porque, aunque hay gente a la que quiero mucho, no estoy preparada todavía para no encontrarlo a él. ¿Que tendré que ir a cantar? Por supuestísimo, si Dios quiere. Pero me está costando mucho porque ha sido una cosa detrás de otra.
“Me he sentido ave fénix muchísimas veces a lo largo y a lo ancho de estos 50 años”
—¿Qué proyectos tienes de aquí a un futuro próximo? ¿Qué crees que te queda por hacer en tu profesión?
—Yo quiero vivir el día a día, el presente… Y lo que estoy hablando contigo, que cumplo 50 años, que estoy grabando mi disco, no miro al futuro diciendo dentro de dos años voy a hacer… Yo no, porque no sé qué me va a pasar mañana. Le pido a Dios, a mi madre, a mi padre, a mis seres queridos que están arriba… que nos den salud. Le doy las gracias todas las mañanas por un día más y cuando me voy a acostar le digo: “Si no me despierto, llevadme con ustedes, en tus manos estoy, Dios mío”. Solo pido salud para los míos, para todo el mundo, que haya paz, que no pase nada malo a nadie por favor, porque ya es mucho para todo el mundo… Es lo único. El futuro es que no… El día a día es mejor. Hasta donde llegue.
—¿Qué te puede arrancar hoy en día una sonrisa?
—Hoy nada… Hoy, nada… Pero bueno, a lo mejor mañana, que es otro día, pues puede ser que sí. Pero hoy, precisamente hoy, no.