Tamara Gorro no dejó indiferente a nadie en los Premios Ídolo. Con un aspecto en el que aparecía sin cabello y con algunas flores sobre su cabeza, la presentadora quiso lanzar un mensaje de concienciación, que no todo el mundo terminó entendiendo. Pero la propia Tamara, que ha terminado pidiendo perdón públicamente “por si alguien se ha sentido ofendido–, explica a ¡HOLA! su intención. “En homenaje a todas las personas con cáncer. Es una llamada de atención para que el mensaje se haga más viral. Tiene que haber más investigación con el cáncer. Hay que terminar con él, es muy importante”, nos confiesa.
El cáncer no es la única enfermedad que Tamara ha vivido de cerca –el pasado verano falleció Valeria , la hija de una amiga, a la que consideraba su sobrina–. Ella misma lleva padeciendo una fuerte depresión de la que habla con ¡HOLA! con total transparencia, aunque declina hablar sobre el fin de su matrimonio con el futbolista Ezequiel Garay. En diciembre rompió definitivamente con el padre de sus dos hijos, tras darse una segunda oportunidad en el pasado verano.
—¿Cómo te encuentras, Tamara?
—He dado un pasito hacia delante.
—¿En qué sentido?
—Me estoy tratando, porque padezco una gran depresión, y he dado pequeño pasito para adelante. Un poquito. A veces, voy un poquito para atrás, pero, esta vez, voy para adelante. Me empiezo a conocer a ti misma.
–Porque sigues con tu tratamiento.
–Sí, sigo con mi psiquiatra y con mi psicóloga. Sigo trabajando conmigo misma y dando un pasito para adelante.
—Has salido adelante tras una ruptura sentimental, que te podía haber abocado a una recaída.
—No hablo de la vida sentimental. Lo decidí un día.
—La pregunta era saber cómo has sabido lidiarlo con tu enfermedad.
—Te entiendo, pero tampoco lo hablo.
—Hablemos de tu enfermedad. ¿En qué momento empezaste a sentir que no estabas bien?
—Más o menos, tres años. Con unos episodios muy extraños en los que yo empiezo a detectar que algo en mí no iba bien. Era muy raro, con cosas muy fuertes: me metía debajo de la ducha con taquicardias, me ahogaba, me asfixiaba… Me encontraba muy mal. Detecté que algo no iba bien y, hace dos años y medio, me puse en manos de profesionales.
—¿Cómo te afectó como madre? ¿Sentías que tenías que ser fuerte por ellos?
—Ay, claro… Por los hijos, todo. Ellos son mi motor, mi vitamina, mi mano, mi pierna, mi fuerza… Por los hijos, te secas las lágrimas y te levantas.
—¿Tus hijos te han notado tu estado?
—Sí, me lo notaron.
—¿Cómo te lo transmitieron?
—Me fui, me tuve que ir.
—¿Te refieres a que necesitaste estar en un centro de tratamiento o desconectar?
—Eso lo contaré cuando esté preparada, pero no, no he estado [en un centro]. Hay que estar preparado para contar según qué cosas o qué procesos. Pero ahora estoy en pleno tratamiento y no puedo avanzar.
—¿Qué te dice tu terapeuta de tu exposición? ¿No te dice que no cuentes demasiado?
—No, no, no. Soy como soy y voy a seguir siendo como soy. A mí nadie me va a decir lo que tengo que hacer. No.
—¿Estás preparada para enamorarte?
—No me lo he planteado, la verdad. No me lo he planteado –ríe–,
—Tampoco tienes por qué estar en pareja.
—Yo estoy con mis hijos y mi trabajo. No, no. Tampoco me lo he planteado. Ahora, que pase… No se sabe.
—También te encuentras volcada en la televisión, en el programa de Sonsoles Ónega. ¿Cómo te encuentras allí?
—Muy bien. Me han ayudado tanto… Llegué en un momento tan complicado… Me siento protegida, me siento cuidada y me siento querida. Me ayudan, me enseñan, aprendo… Todo. Tengo unos compañeros increíbles. Desde Sonsoles hasta dirección.
—Aunque has hecho mucha televisión, es un formato nuevo para ti.
—Sí, era en el que yo tenía que estar. Me siento muy cómoda, tranquila, protegida, mimada… En un momento tan complicado como el mío, era un poco… Tenía inestabilidad emocional, pero aquí me siento muy mimada.
—¿Tienes algún otro proyecto?
—Hay algo en mente, pero estudiar.
—¿Algo de universidad?
—Ya lo sabréis.