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La lista negra de los Oscar: todos los actores a los que se les ha resistido la estatuilla

Estrellas del Hollywood clásico como Marilyn Monroe, Ava Gardner o Cary Grant, o los actuales Tom Cruise, Johnny Depp o Naomi Watts han visto de cerca al ‘tío Oscar’, pero jamás han salido vencedores de la noche más mágica del cine


17 de marzo de 2023 - 15:15 CET

Los premios son injustos. Siempre. Por definición. Porque, para que uno gane, todos los demás tienen que perder. Y porque, cuando no hablamos de ciencias ni de matemáticas, no siempre ganan los mejores. Es más, el azar, la suerte o el “más vale caer en gracia que ser gracioso” son, en tales casos, como los decimales del número pi: que no los ves pero están ahí. Y cuentan. Vaya que si cuentan… Pues bien, después de este pleno al quince de obviedades, vayamos ahora con  los Oscar , que son la quintaesencia de las entregas de premios y una hoguera de vanidades en la que siempre ha habido quien, paradójicamente y sin querer, ha llevado un traje ignífugo y no se ha tostado ni un poquito mientras que otros, por supuesto, arden como teas. O lo que es lo mismo, que al tiempo que unos parece que pasan de perfil y, como en la canción de Alejandro Sanz, nadie los ve, otros sin embargo cortan el bacalao como si todos los días fueran viernes de Cuaresma. Y eso que, bien pensado, un premio no significa nada en realidad… O casi. Porque, ¿qué supone ganar un Oscar? Bueno, depende de a quién le formulamos la pregunta se estarán diciendo para sus adentros. De si se la soltamos a  Meryl Streep , que lleva tres -Oscar- sin contar once candidaturas, o de si, por el contrario, la interpelada es Angela Basset justo y en preciso instante en el que escuchó cómo Halle Berry leía el nombre de Michelle Yeoh, que esa carita era un poema.

No obstante, sin entrar en la justicia o injusticia de que el ganador de la dorada estatuilla se lo merezca o no, el que algunos de los grandes totems de la Historia del Cine hayan sido, cuanto menos, olvidados por la Academia, habla más del Alzheimer -o mala idea- de los miembros de esta institución que de la intensidad de la luz de las estrellas ninguneadas porque, con solo darles un único nombre ¿Marilyn Monroe? Ya saben ustedes que brillan ad aeternam, pese a que el tío Oscar haya estado totally blind ante su resplandor. O es que ¿no es alucinante que, por ejemplo, Ana Paquin, la niña de El piano, haya tenido su galardón al lado de la Barbie y el libro de Conocimiento del medio mientras que Kirk Douglas, Greta Garbo, Charles Chaplin, Mastroianni, Richard Burton o Ava Gardner se murieron sin escuchar su nombre tras la famosa coletilla and the winner is…? A ver, sin desmerecer a Ana Paquin pero, seamos sinceros, tiene bemoles. Y, no, aquí no tiene nada que ver ni la industria ni la dictadura de la belleza ni la taquilla ni el marketing asolador ni siquiera el business es business porque, si criticamos a Hollywood por mainstream y/o comercial, ni Tom Cruise ni John Travolta, que sus fotos bien podrían aparece al lado de la definición en el diccionario de “actor taquillero”... Ninguno tiene Oscar. “A ver, es que tienes más posibilidades de ganar si haces de minusválido o cosas por el estilo”. Vale, pues ¿Tom Cruise en Nacido el 4 de julio?. “Si eres un bellezón, triunfas”. Ok, ¿Michelle Pfeiffer? Y, venga, sigamos para bingo con los tópicos. “En realidad, es que son los actores raritos, los que hacen papeles super complejos, los que siempre se llevan el gato al agua? Mmmmm Vale: John Malkovich. Pues ¿ése? Tampoco.

Efectivamente, tanto para Tom, como para Travolta, Pfeiffer o Malkovich todavía hay una oportunidad. O si no, que se lo digan a  Brendan Fraser  pero, a día de hoy, representan unos olvidos que claman al cielo… Y eso sin referimos a la infinidad de actores no anglosajones que se habrían merecido, cada año, estar en las ternas a los mejores actores y actrices cuando, tan solo menos de una decena pueden presumir de tener al Tío Oscar en una estantería. O en el baño, como Emma Thompson. Basta con recordar las palabras de George Cukor cuando descubrió a José Luis López Vázquez en Viajes con mi tía: “He visto al mejor actor del mundo”. Ea. Hagamos un repaso por la lista negra de los Oscar.

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Las bombas sexuales: Marilyn Monroe y Ava Gardner

Ninguna de las dos fue considerada, siquiera, buena actriz. De hecho, Marilyn Monroe que podría ser la imagen fetiche del cine, del siglo XX e, incluso, del Arte Contemporáneo y Pop, no fue ni nominada. Mito, leyenda, caja de Pandora de gossips y conspiraciones, pero también, una actriz grandiosa. Pero pocos lo vieron. Ni siquiera ella, obsesionada como estaba por aprender y convertirse en una actriz dramática respetada. No lo consiguió. No obstante, hoy, para la crítica, se ha rebelado como una actriz de una capacidad interpretativa muy moderna, de matices casi nouvelle vague. Su trabajo en Vidas rebeldes para John Huston en 1961 es tan desolador como rupturista con todo lo que había hecho antes: esa mujer frívola bobalicona y tremendamente sexual que había sido su mejor creación. “Como actriz de comedia era absolutamente genial, un regalo de Dios”.

Ava Gardner, sin embargo, se ocupó más de “beberse la vida” que de estar al tanto de reconocimientos y halagos profesionales. Quizás porque, con domar su acento sureño, ya tenía suficiente y no había crítico cinematográfico en el momento que no se lo recordara… “El animal más bello del mundo”, según Ernest Hemingway, solo fue candidata al Oscar en una ocasión, por Mogambo, pero sería la aparentemente angelical Audrey Hepburn quien, con su primer papel protagonista, Vacaciones en Roma, quien se haría con el premio. No obstante, al igual que el autor de Fiesta, la actriz fue -otra vez- cosificada sexualmente y toda la atención de aquella nominación se centró en su, por entonces, marido, Frank Sinatra, aspirante al Oscar por De aquí a la eternidad que él, en cambio, sí que ganó.

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Los mitos: Greta Garbo, Orson Welles y Chaplin

La primera vez que habló, la nominaron al Oscar. La primera vez que se rió, también. Sin embargo, ni por Ana Christie ni por Ninotchka, la Divina se alzó con el premio. Corrían todavía los años 30 y la sueca ya era un mito -aparte de un fenómeno social y comercial- pero la Academia no reconoció ni, siquiera, su aura. Y hubo dos oportunidades más, con Romance y Margarita Gautier... Que, tampoco. Y el tiempo apremiaba porque, de todos es sabido que, a medida que este pasaba y hacía mella sobre su bello rostro hierático, mayor era también su aversión a las cámaras, las multitudes, los focos y la prensa hasta que, al fin, esta estrella outsider y contracorriente sumó otro adjetivo más a su leyenda: el de ermitaña. En 1955, la Academia le dio un Oscar honorífico que, por supuesto, no fue a recoger. Tampoco había acudido en sus derrotas. ¡Garbo habla! ¡Garbo ríe! ¡Garbo pierde! Tres titulares para la historia. Montgomery Clift -he aquí dos spoilers- dijo: “Hay algo gracioso en los Oscar. Ni Greta Garbo ni Chaplin lo han ganado nunca, así que creo que el verdadero mérito es no tenerlo”. Porque Chaplin, a pesar de ser una de las personalidades más influyentes en la Historia del Cine y, como Charlot, equiparable en nuestro imaginario colectivo al hombre de Vitruviano de Leonardo, también se fue a la tumba sin estatuilla. Al menos, como actor. What? A ver, en 1929 ganó un premio especial por El circo (como director, guionista y productor), en 1972 se llevó un galardón honorífico y, en 1973, un Oscar a mejor banda sonora por Candilejas. Pero, como actor, solo le nominaron en 1941 por El dictador. Exacto, la primera vez que habló. Paradójico, sí. Por cierto, su otro yo en el cine, Robert Downey jr., sigue su misma suerte en cuestión de premios. Por ahora -al igual que Michelle Williams y Ana de Armas, nominadas por dar vida a la rubia de Niágara- siguen en dique seco. Y tiene gracia esto también. El productor, director, periodista, guionista y actor, Orson Welles, el genio de La guerra de los mundos, Ciudadano Kane o La dama de Shanghai es otro de los miembros de este selecto club. Genio del cine pero ¿de Oscars? Ni uno. Logró su única candidatura por la película que, en el ranking cinematográfico -anglosajón-, es considera la mejor cinta de la Historia, Ciudadano Kane en donde, además de decir aquello de “Rosebud, Rosebud…” reinventaba el lenguaje fílmico con una narración de planos y montajes nunca explorados hasta entonces pero… vaya, que no. Al menos, quien el arrebató la estatuilla aquel año sería otro mito: Gary Cooper por El sargento York.

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Los galanes: Peter O’Toole, Cary Grant, Kirk Douglas, Montgomery Clift y Richard Burton

Empecemos por el más vilipendiado de todos. Tanto que, visto sin perspectiva, parece casi recochineo. Ocho candidaturas. Se dice pronto: Ocho veces. Pues esas mismas se fue el británico con las manos vacías a casa porque, para situarnos, el de Lawrence de Arabia se puede comparar con Marlon Brando, Jack Lemmon y Al Pacino, que son los únicos otros tres actores con ocho nominaciones al Oscar. Eso sí, todos ellos ganaron el premio. Su primera nominación fue por Lawrence de Arabia. Le siguieron Becket, El león en invierno, Adiós, Mr. Chips, La clase dirigente, Profesión: el especialista, Mi año favorito y Venus. De hecho, tres años antes de la última candidatura, la de Venus, la Academia decidió otorgarle el Oscar Honorífico en 2003 y O’Toole a punto estuvo de rechazarlo porque pensaba que, si seguía trabajando, caería otra oportunidad y que ésta sería la vencida. La oportunidad cayó pero, tampoco. Menos mal que sus hijos le convencieron… Cary Grant, sí han leído bien, Cary Grant estuvo a punto de rechazar su Oscar Honorífico porque, sí, después de sólo dos intentonas en 50 años de -triunfal- carrera, con Serenata nostálgica y Un corazón en peligro, en 1970 la Academia decidió compensar al actor que llevaba sin aparecer por el Dorothy Chandler Pavilion desde que se fue de vacío en su primera nominación. Después, solo lo haría en 1956 para hacerle el favor a su amiga Ingrid Bergman de recogerle su estatuilla por Anastasia y para entregarle, a otro amigo, Alec Guinnes, el que le premiaba por El puente sobre el rito Kwai, un año después. Aquí sin embargo, no podemos hablar de miopía entre los académicos, sino de castigo. El inglés tenía un talante “un poquito independiente de más” que le llevó a descolgarse del sistema de trabajo de las Majors y a firmar sus contratos por película. ¡Pecado! Kirk Douglas, a diferencia de su papel más icónico, se sometió al Imperio y lo de la revolución se lo dejó a Espartaco en Technicolor. Aún así, con tres tentativas, “el loco del pelo rojo” no consiguió el Oscar. Con esta película de Vincent Minelli sería su última oportunidad. Antes, podría haberlo logrado por El Ídolo de Barro, de Mark Robson y por Cautivos del Mal, también de Minelli, pero sería su última derrota la que peor le sentó “Todo el mundo quiere ganar. Y aquella vez sí pensé que tenía posibilidades, todos me decían que no tenía rival...” confesaba tras perderlo ante Yul Brynner y el El Rey y yo. De hecho, el padre de Michael (que él si ganó el Oscar) pensaba que todo había sido cuestión de suerte. De la mala, se entiende. “Rechacé hacer Traidor en el Infierno y William Holden ganó el Oscar. Rechacé La ingenua explosiva’ y Lee Marvin ganó el Oscar. Nunca se sabe...“. En el 96, eso, Oscar de Honor que te crió. Y de una estrella que superó los 100 años, a otra fugaz aunque intensa. Mejor dicho, atormentada quizás uno de los rostros más bellos, dolorosos e impenetrables que jamás ha dado la pantalla. Montgomery Clift, el alumno aventajado del Actor’s Studio (con perdón de James Dean y Paul Newman, que estaría en este ranking si no fuera porque con el Color del dinero le resarcieron después de cuatro décadas de ninguneo) lograría su primera candidatura con su segunda película. Se aventuraba que, con él, había llegado a los Oscars la versión masculina de Katherine Hepburn. Se trataba de los Los ángeles perdidos, de Fred Zinnemann. Después, llegaría Un lugar en el Sol, de George Stevens en el 51 y, dos años después, De aquí a la eternidad. El Oscar se estaba retrasando más de lo debido… Habría que esperar a Vencedores o vencidos, de Stanley Kramer, en la siguiente década y con otra cara -esto tiene historia…- para volver a las ternas… No lo ganó tampoco. Y ya jamás lo hizo. En 1966 moría en su apartamento de Manhattan. Cuenta la leyenda que John Wayne se le acercó, con el Oscar que había ganado por Valor de ley y le dijo: ”Tú deberías tener esto, y no yo“. Richard Burton se quedó mudo. Sería una de las pocas veces porque, como sabemos a través de su tantas veces esposa, Elizabeth Taylor, era de callarse poco y de un sentido del humor bastante ácido… Porque el galés acababa de perder por sexta vez. Con Ana de los Mil Días. El Oscar se le resistía desde su primer encuentro -como actor de reparto- por Mi prima Rachel en 1952. Después, llegarían La Túnica Sagrada, Becket, El espía que surgió del frío, ¿Quién teme a Virginia Woolf?... y tras su desencuentro con el eterno rostro del western, “‘Equus”. En total, siete ocasiones. Todo el mundo reconocía su talento pero nadie quería dar más alas a aquel ego superlativo, desbocado e impetuoso que, por supuesto, descargaba en los ambientes de trabajo. ”Me gusta ser un genio malcriado, borracho y mujeriego... como reputación ¡es bastante atractiva!“, bromeaba el actor que siempre se rió de la capacidad interpretativa de su esposa de ojos violeta que, sin embargo, sí ganó el Oscar. Para más inri, dos.

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Las damas de leyenda: Deborah Kerr, Lauren Bacall y Barbara Stanwyck

Mi hijo Edward, De aquí a la eternidad, El Rey y yo, Sólo Dios lo sabe, Mesas separadas y Tres vidas errantes. Seis candidaturas pero nunca ganó. “La mejor compensación era estar satisfecha con mi trabajo”, así recibió el honorífico Deborah Kerr. con un frío acento británico que hizo palidecer el sol californiano hasta convertirlo en esa luz nacarada de su Escocia natal. Aunque hubo quien ni siquiera durante 50 años había experimentado, al menos, los nervios de saber si iba a tocar la gloria -o no-. “Hay actrices que siempre optan a los premios y hay actrices que siempre se los llevan. Nunca he estado en ninguna de esas categorías”, escribía Lauren Bacall en su autobiografía, “Por mí misma y un par de cosas más”. Ni por Tener y no tener. Ni por El Sueño Eterno, ni por Escrito sobre el viento o Mi desconfiada esposa por dar algún ejemplo de películas míticas que cuentan con su mirada esquinada y felina. Hasta que llegó Barbra Streisand con El amor tiene dos caras en el 96 y casi tiene que comerse sus palabras. Era su primera candidatura. “Hice un gran esfuerzo por aparentar tranquilidad. No creo que tuviera mucho éxito“. No, segura la primera vez. Cuando Kevin Spacey pronunció el nombre de Juliette Binoche ganadora por El Paciente Inglés estaba desencajada. Porque por muy femme fatal que una sea, nunca se está preparada para perder y eso que las femme fatale pierden siempre… La de Perdición, por muchos desaires que hiciera a Hollywood, la ciudad a la que llamaba sin ambages “la ciudad de cartón piedra”, declaró: ”Por supuesto que sufrí una decepción las veces que me nominaron y perdí. Todo aquel que diga lo contrario miente” minutos después de que la Academia le diera -cómo no- el Premio Honorífico. Barbara Stanwyck había tenido cuatro oportunidades, pero fue olvidada. Aún hoy, pese a ser la primera mujer con una sexualidad diferente en la pantalla (¿cómo es posible que no se haya reivindicado aún La gata negra) Miss Stanwyck duerme el sueño de los justos.

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Los iconos juveniles: James Dean, John Travolta y Richard Gere

¿El ídolo adolescente o el genio cuya carrera tan corta como meteórica? Tres películas. Tan solo tres, pero su mirada rabiosa y desangelada -y su tupé- sigue siendo el epítome de la rebeldía de la juventud. Con esas tres cintas, le llegaron dos candidaturas a los Oscar. Ya había muerto, pero no hubo Oscar para él. Ni por Rebelde sin causa ni por Gigante. Al menos, haría Historia. Sería el primer actor en conseguir una nominación póstuma. De hecho, lo hizo a lo grande. Tuvo dos. ¿Qué hubiera pasado con Dean si le hubiera dado tiempo a dejar de ser joven? Nunca lo sabremos, pero en cuestión de suerte con los Oscar y tomando como referentes a ídolos posteriores, podríamos aventurarnos a levantar la ceja y decir: “más de lo mismo”. Porque ni John Travolta ni Richard Gere, moviendo las caderas con sonrisa de medio lado, consiguieron lo que a mandíbula batiente y taconcitos logró Shirley Temple antes de cumplir 10 años… Es leer -hagan la prueba- el título de esta película Fiebre del sábado noche y que la imagen de una bola plateada y las notas de los Bee Gees se materialicen en sus cabezas a la voz de ya. Pues bien, con esa película, Travolta consiguió su primera nominación la Oscar. Habría que esperar casi 20 años para que le llegara la segunda -con otro baile mítico- y Pulp fiction. Y la que parecía la revancha, se quedó en agua de borrajas. Ni Tony Manero ni Vincent Vega. Ni los de More than a woman ni Chuck Berry con su You never can tell. El caso de Gere es aún más flagrante. Lo más cerca que ha estado nunca de una nominación ocurrió en 2002, con Chicago. Los Globos de Oro parecían haberle abierto el camino. Por fin, el de American Gigoló, con el pelo gris, pero igualmente atractivo, llegaba a la madurez a acariciar la metálica figura del Tío Oscar. Su persuasivo abogado Billy Flynn, como a Catherine Z Jones y a Rene Zelleweger, parecía que le iba a dar su primera candidatura e, incluso, el Oscar. Ya saben qué pasó: Nada.

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Los guapos: Jude Law, Tom Cruise, Johnny Depp y Bradley Cooper

Que a la Academia no le gustan los guapos parece, visto lo visto, un axioma casi Aristotélico porque si les parecía poco con Dean o Grant, aquí viene otra retahíla de actores sobradamente preparados y de físicos y facciones imponentes que, al menos por ahora, ninguno ha ganado un Oscar. Ni Bradley Cooper (4 nominaciones), ni Tom Cruise (3 nominaciones) ni Johnny Depp (3 nominaciones) ni Jude Law (2 nominaciones) ni Kevin Bacon o Hugh Grant ¡sin ninguna! ¿Alguien ahora puede recriminarle al de Cuatro bodas y un funeral que fuera a la última ceremonia cabreado como una mona?

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Las eternas candidatas: Glenn Close y Amy Adams

Nada más escandaloso que el affaire Glenn Close porque, tal y como se las gasta este caprichoso premio, todavía queda rato para el escarnio público. Peter O’Toole moría con ocho candidaturas, Glenn Close ya atesora las mismas convertidas también en estrepitosos fracasos sin contar que, encima, con su última nominación, la de Las amistades peligrosas, no solo era candidata a los Oscar sino, rizando al rizo, a los Razzie. Es decir a la mejor actriz y a la peor actriz del año por una misma película: Hillbilly: una elegía rural. No ganó ni uno ni otro. O sea, “ni chicha ni limoná”. Y casi por el mismo camino vamos precisamente con su última compañera de reparto: Amy Adams. La pelirroja, que nadie duda de su grandeza, ya lleva seis candidaturas. Considerada la mejor actriz de su generación, ni siquiera consiguió su nominación por Hillbilly… Esto sí que es una elegía…

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Las nuevas heroínas: Naomi Watts, Annette Bening, Sigourney Weaver y Michelle Pfeiffer

Solo es mencionarlas dentro de este listado negro y cruel y que a uno se le pongan los pelos como escarpias porque ¿cómo es posible? Nombres, candidaturas y… un escalofrío te recorre espina dorsal abajo. Annette Bening: (4 nominaciones) Los timadores, American Beauty, Conociendo a Julia y Los chicos están bien; Michelle Pfeiffer: (3 nominaciones) Las amistades peligrosas, Los fabulosos Baker Boys y Por encima de todo. Sigourney Weaver: (3 nominaciones) Alien, Armas de mujer y Gorilas en la niebla Naomi Watts: (2 nominaciones) 21 gramos y Lo imposible. Y sí, nada por Mulholland Drive. Nada. Qué decir.

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Los inclasificables: Ralph Finnes, John Malkovich, Willen Dafoe y Liam Neeson

Porque los premios se los llevan los raros, ¿no? Pues debe de ser que el cupo se cubrió con Danny Day Lewis porque, como esbozo, a bote pronto, repasemos los ejemplos más claros de actor con, valga la redundancia, claroscuros: Ralph Fiennes ha estado dos veces muy cerca de lograr llevarse el Oscar, lástima que hubo en las ternas dos raros aún más raros que él. En 1994, Tommy Lee Jones se lo arrebató de las manos cuando todo parecía indicar que su repugnante nazi de la La lista de Schindler era el caballo ganador. Mec. Demasiada pesadilla para la Academia. Tan solo tres años más tarde, en 1997, lo tenía todo para triunfar: El paciente inglés. Pero Geoffrey Rush saltando en una cama en Australia se lo quitó. Hacía de loco y, ya se sabe… Con La Lista de Schindler, Liam Neeson también conseguía su primera y única oportunidad, pero ya sabemos qué ocurrió. Y como la famosa lista rodada por Spielberg, la nada despeñada a los márgenes de la película. Neeson no ha visto nunca más anunciado su nombre. John Malkovich ha interpretado a gente rara en más de 140 papeles incluso, en uno, celebrando su bizarra forma de ser o lo que es lo mismo Cómo ser John Malkovich dirigido por Spike Jonze. Ahora, ninguno de ellos ha tenido el reconocimiento de los Oscar. Es más, tan solo ha logrado dos candidaturas y, ambas, como actor de reparto: La primera con En un lugar del corazón en 1984 y la siguiente, casi una década después, con En la línea de fuego. De esta tanda de extraños en el paraíso, es quizás Willem Dafoe -junto a Ed Harris- el más perjudicado, ambos, con cuatro candidaturas cada uno. Sin embargo, mientras Harris ha estado en las ternas gracias a sus concesiones a las grandes producciones (basta recordar “El show de Truman o Apolo 13), Dafoe ha sido reconocido por su extrañeza, desde Platoon en el 86 a Van Gogh en 2018. Ahora, ni con esas.

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The black power: Angela Basset y Samuel L. Jackson

No. No basta con pertenecer a una minoría para que la Academia sea condescendiente. De hecho, a decir verdad, actores negros con Oscar se cuentan con los dedos de una única mano. Really. De ahí que, mencionar solo a estos dos “majestuosos ejemplares de olvidados” por los Oscars es ya, de por si, más discriminatorio todavía. Porque Angela Basset sigue sin Oscar. Y sí, se queda la cara hecha un cuadro -como a ella en la ceremonia de 2023- cuando además aclaramos que solo -sí, solo- tiene dos candidaturas: por Tina y como reina Ramonda en Black Panther. Pero las injusticias continúan, pese a tener una de las voces más reconocibles de Hollywood, en sentido literal y figurado, Samuel L. Jackson solo cuenta también con dos candidaturas. Con la primera, se quedó tan cuajado como Travolta cuando Tarantino le ofreció su primera oportunidad con Pulp Fiction. 20 años después, con otro hallazgo del enfant terrible -que ya no es tan enfant, obvio- también se quedó a las puertas. Los odiosos ocho. Su mujer, LaTanya Richardson, dijo que a su marido y a ella ya se les “había pasado” el disgusto después de meses de retiro del mundanal ruido. “Estoy molesta, pero hay que recordar que los Oscar son solo una noche”. Pues eso, que total, si me apuras, los Oscar son solo unas horas de nuestra vida. Aunque, obviamente, históricas.