Aunque suela estar invitada a las Fashion Weeks más importantes, Teresa Andrés Gonzalvo siente que las Fallas son una de sus citas más importantes del año. A medio año para que cumpla los treinta años, la influencer se siente una valenciana de pro y, desde que era una niña, vive estas fiestas con especial emoción. Sin embargo, este año siente que son todavía más especiales. La propia Teresa explica a ¡HOLA! por qué, mientras nos desvela cómo se prepara para vestirse de fallera este viernes 17. Entre otras cosas, también nos confiesa si está preparada para convertirse en madre a pocos meses de que celebre su primer aniversario de boda junto a Ignacio Ayllón.
—¿Estás preparada para las Fallas?
—Totalmente preparada.. Es verdad que no hemos ido hasta el jueves por logística, porque teníamos cosas que hacer en Alicante. Pero estamos ya preparados para Fallas y, sobre todo, para la Ofrenda, que este año me toca el viernes 17. Ese día es cuando me visto de fallera.
—Este año van a ser muy especiales.
—Completamente. Será la segunda vez que vaya con Ignacio, pero la primera vez como casados. Ignacio ya vino conmigo cuando llevamos tres meses, al principio de la relación. Ese año, pasamos por delante de un hombre que no conocíamos de nada y le dijo a Ignacio: “Cuídala que esta chiquita es para siempre”.
—De los dos, ¿quién va a llorar más este año?
—Ignacio está bastante emocionado, pero yo también lo estoy. Al ser nuestro primer año de casados, me siento como si fuera mi primera vez a la Ofrenda. Pero seguro que voy a llorar más yo, porque soy una llorona –ríe–. Le gano por creces, seguro –ríe–.
—Hablemos del proceso de arreglarse. Normalmente, ¿cuánto tardas en vestirte de fallera?
—Sólo en vestirte cuarenta minutos, fácilmente. No es sólo ponerte un vestido, porque te pones las medias, los zapatos, el cancán… Luego, la enagua, la falda, el corpiño, ponerte la mantilla… Es un proceso largo y, luego, también el peinarse.
—¿Y en preparar el pelo?
—Otros cuarenta y cinco minutos o una hora, aunque hay gente que consigue hacerlo en media hora. Después, con mi maquillador estoy como una hora y media.
—¿Estás un total tres horas para arreglarte?
—Sí, más o menos. Igual lo que más cuesta el peinado, porque no todo el mundo sabe. No es hacerse un moño. En Valencia somos muy puristas y se nota cuando estás bien peinado y cuando no.
—¿Pesa mucho el traje?
—Sí, pero depende mucho de la tela. Si está hecho con seda, como un espolín, suele pesar menos que otra tela de menor calidad. A lo mejor, los míos pesan cinco kilos… No lo sé.
—¿Cuándo empiezas a buscar el vestido?
—Habitualmente, la gente suele repetirlo, porque es costoso y no todo el mundo puede invertir en uno cada año. Algunos duran hasta toda la vida.
—Pero a ti te pega estrenar uno cada año.
—Sí –ríe–. Normalmente, empiezo a buscar en octubre para marzo del año siguiente. Es casi un año.
—Como si fuera un vestido de novia.
—Sí, sí. Totalmente. Hay muchas pruebas, muchas modistas detrás… Indumentaristas, el profesional de las mantillas, otro de la manteleta, otro del aderezo, otro de los zapatos… Cada uno está especializado en el sector.
—¿Cuesta mucho arriesgar a la hora de escoger un vestido de fallera?
—Este año voy a llevar un traje completamente radical. Es negro entero, menos la falda que tiene flores. No es un color habitual para una fallera y creo que he arriesgado más.
—¿Y por qué este año?
—Es verdad que me suelen gustar colores claritos, pero me apetecía algo completamente diferente y radical. Junto con el equipo de Antigüedades Me Encanta, que ya sabes que como como mi familia –le prestaron el velo para su boda–, vimos varias opciones y nos decantamos por ese color. Pero tampoco se pueden introducir muchas cosas nuevas, porque son trajes del siglo XVIII y XIX…
—Sorprende verte tan tradicional cuando luego arriesgas tanto con la moda.
—Ya. Pero aquí no es cuestión de arriesgar. Lo bueno del traje de fallera es que, dentro de los límites, siempre tienes que ir bien vestida. No es que puedas poner cualquier cosa, como una raja en la falda.
—¿Por qué son tan importantes las fallas para ti?
—Es una manera de vinculación con mis raíces. Siempre tengo que estar conectada, de alguna manera, con mi origen. Es una época de total emoción, tanto para los valencianos y todos los falleros. Se ve la ciudad de otra manera, con un ambiente completamente diferente y una energía muy bonita.
—Tan emocionante para ti que siempre terminas llorando.
—Yo siempre, desde luego –ríe–. Soy la típica fallera que llora cuando entra a la plaza de la Virgen. Es un sentimiento que no se puede explicar a otras personas que no lo hayan vivido. Quizás no se puede entender desde fuera.
—¿Cuándo te vestiste por primera vez de fallera?
—Cuando tenía cinco años. Los dos años de pandemia, que no se han hecho fallas, son los únicos años en los que no me he vestido.
—¿Cuántas veces has sido fallera mayor?
—Ninguna. Nunca he querido serlo. Tienes que tener muchísima implicación durante todo el año y no tengo tanto tiempo. Tampoco me apasiona ese protagonismo. Pero a la gente le parece extraño que no quiera serlo.
—Claro. Ademas, viviendo las fallas con la que tú las vives.
—Es que te tienes que implicar en esas otras actividades y no me da tiempo.
—¿De dónde te vienes esta pasión por las fallas?
—Desde pequeñita, he estado apuntada a la falla que está más cerca de mi casa, que es la de Albacete-Marvá. Desde hace unos años, ya no estoy apuntada porque no estoy siempre allí, aunque sí que suelo salir a la Ofrenda de la misma falla. Durante todo el año, bajas a tu propia falla e, incluso, se cena con los amigos. Es decir, se vive en el casal de una manera muy familiar.
—¿Cuál es tu momento favorito de las fiestas?
—Para mí, sin duda, la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados, nuestra Geperudeta. Hay una trascendencia a nivel emotiva y, sobre todo, con la fe, que yo soy muy creyente.
—La tuviste presente hasta en tu boda –ese día, llevó la cinta azul de la Virgen–.
—La Virgen de los Desamparados es lo máximo de mi vida. Si tuviera que definir mi fe, en lo más alto de la cúspide de la pirámide se encuentra la Geperudeta. También me apasionan las mascletás, que son a las dos de la tarde en punto. Por eso se dice puntualidad fallera.
—Tienes muchas amigas influencers. ¿No has intentado convencer a alguna compañera para que se vista de fallera?
—Sí, a Marta Lozano. Pero me pone una condición: que sea fallera mayor de Valencia. Como eso no va a pasar nunca, Marta no se va a vestir, pero a mí me encantaría.
—¿Te imaginas a María Pombo o Dulceida vestidas de fallera?
—Pues estarían espectaculares, sinceramente. Me encantaría verlas así algún día. Te lo digo de corazón. Pero no sé si lo harán, la verdad.
—Hablando de influencers, ha habido una polémica en los premios Ídolo. ¿Cómo lo has vivido tú?
—Por lo que he visto de gente que no acudió a los premios, hay varias partes. Por un lado, algunos no querían apoyar algunos influencers que fomentan el odio, cosa que entiendo. Si hay personas que no se sienten a gusto con una situación, veo válida la decisión que no han tomado. También había otras personas que podían pasar por la alfombra roja o algo así, porque no sé muy bien el conflicto. Puede ser que, por algo logística, no había posibilidad de que pasaran todos. No sé…
—En unos meses haces tu primer aniversario de casada. ¿Qué balance haces a este año?
—No ha cambiado mucho entre nosotros, pero es algo muy positivo. En parte, me asusta lo rápido que ha pasado el tiempo, porque vivo en un constante déjà vu, recordando lo que hacía un año. Me da entre nostalgia y pena, pero, sobre todo, muchísima ilusión por todo lo que me pueda llegar a pasar.
—¿Tenéis algún plan para celebrar el primer aniversario?
—No lo hemos pensado aún, pero nos gustaría hacer una segunda luna de miel.
—En estos meses, Ignacio ha dejado aparcada su profesión de profesor. ¿Cómo lo ves tú?
—Es verdad que es algo que le ha pesado mucho y sé que una parte de él está en ese punto, en la docencia.
—Entonces, ¿crees que volverá?
—Sinceramente, no lo sé. Tratamos de vivir el día a día y es con lo que nos quedamos. Yo le veo superfeliz y emocionado con todo lo que viene.
—¿Como el niño?
— –Ríe–.
—¿Te apetece ser madre?
—Te juro que es la pregunta que más nos dicen. ¡Me dicen que si estoy embarazada ya! Todo el mundo me lo pregunta, pero no sé por qué. ¡Alguno hasta ya me da la enhorabuena! Creo que no he engordado… –ríe–. Como este año cumplo treinta, no sé si estoy en el dilema. De momento, estamos bien como estamos, disfrutando de esta etapa. Todo el mundo nos recomienda que esperemos todo lo que podamos. Los niños ya vendrán, cuando Dios quiera.
—¿Quién crees que será antes madre, Marta Lozano o tú?
—No lo sé… Creo que yo.