Filomena nos trajo nubes negras, nieve por las rodillas, carreteras como pistas de patinaje sobre hielo… Y también trineos por la Castellana, cervezas enfriándose en tiestos con geranios escarchados y, por supuesto, a ella, una sonrisa cálida con la que vencíamos el miedo a lo desconocido, a aquella avalancha polar nunca vista en estas tierras del Mediterráneo. Una joven pizpireta, de voz melodiosa y tranquila, que nos pedía calma y que, de repente, era capaz de responder a un mordaz Jorge Javier con el mismo desparpajo con el que, después, resolvía a Pedro Piqueras sus dudas sobre todo aquello que tenía que ver con isobaras, borrascas y las malditas sensaciones térmicas.
Era Laura Madrueño , “la chica del tiempo” de Mediaset. Había nacido una estrella y la audiencia la amaba. Solo era cuestión de ídem que la madrileña diera el salto y emprendiera nuevos vuelos. Y el momento llegó. Es más, ya ha sido. Acaba de cruzar el Atlántico. Será, a partir de mañana, el nudo de conexión de los concursantes de la nueva edición de Supervivientes con el mundo real y la maestra de ceremonias perfecta para los juegos, las nominaciones y el resto de “perrerías” que sufrirá esta última hornada de famosos en las azules y traicioneras aguas de los Cayos Cochinos.
¿Nervios, emoción, responsabilidad, vértigo? Le preguntamos a la sucesora de Lara Álvarez. “¡Una mezcla de todo! Aunque sobre todo mucha ilusión y responsabilidad ante este nuevo reto”, nos contesta la responsable de Meteorología de la cadena mientras hace las maletas. “Me apetece un montón cambiar de registro y sacar mi lado más divertido y reírme en la tele, que creo que hace mucha falta”, apostilla esta joven comprometida con el medio ambiente y el mundo acuático especialmente.
De hecho, junto a su marido, Álvaro Puerto, tiene una pequeña productora para filmar documentales de naturaleza. Porque, esa es otra, Laura se casó hace menos de un año y, ahora, mínimo, van a estar ¡4 meses separados! “Afortunadamente, mi marido me apoya en todo. Sé que lo voy a sentir muy cerca. En nuestros principios, él vivía en Nairobi y también estuvimos a distancia. Recordaremos nuestras sesiones de Skype”.
No obstante, alguna “visitilla” a Honduras está segura de que su marido le hará. Máxime porque, después de la boda, están más unidos que nunca. “Álvaro siempre saca lo mejor de mí”, recalca la fulgurante incorporación al reality que, por cierto, acaba también de estrenar casa en medio de la montaña donde, por si faltaba algo, ha sembrado un huerto ecológico. “Ya lo disfrutaremos durante todo el verano...”, apunta resignada, pero con firmeza: nada ni nadie podrá con su “proyecto de vida, que es muy bonito”. Y en esa construcción de futuro, una pasión que le llega a Laura con raíz familiar y herencia “de narices”. Su familia está al frente de la licorería más antigua de Madrid: Licores Madrueño, que fundó su bisabuelo en 1895. A ella le gustaría continuar con el negocio y “gusto” no le falta. Junto a su padre ha creado un vino. Se llama “Apnea”.