Nieves Alvarez celebraba hace un año su debut en la moda. Treinta años. Que de estudiar en el cole ‘Blanca de Castilla’ se vio de repente en París entre la fauna de Supermodelos. Pero, ¿quién lo diría? Nadie. Es más, si la vieras desfilar por primera vez y alguien te cuchicheara al oído: “este espectáculo de mujer lleva en la moda desde los 90” ,no darías crédito, le tacharías de mentiroso y le darías la espalda obviamente, pero tendrías una revelación casi epifánica. Eso, como poco. Pero es que, claro, imaginar “este sucedido”, o sea, el de descubrir por vez primera a la modelo madrileña, sería harto imposible porque supondría sencillamente que o habrías vivido durante todo este tiempo en una cueva, por supuesto eres extraterrestre o Despertares, la peli de Robert de Niro, habla de ti.
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Nieves, musa de Yves Saint Laurent, y ahí queda porque solo podrían decir lo mismo Catherine Deneuve, Loulou de la Falaise, Betty Catroux, Bianca Jagger o Farah Diva, es la top entre las tops. Y tiene gracia porque 1) así la llama su grupo de amigos más íntimo. (“¿Has avisado a Top?” “¿Viene Top a cenar?”) Porque es una manera de convivir naturalmente con alguien que podría rivalizar con una Venus de Bernini por siempre “subidita” a un pedestal, y 2) porque aunque siempre ha confesado que nunca pensó ni en ser modelo ni en dedicarse a la moda, resulta inconcebible entender las pasarelas sin ella, sin su nombre, su mirada azul y sin la perfección de sus trapecios (clavícula y musculo que une hombro, cuello y nuca). Y de frívolo nada, que la industria que hay detrás de uno de sus primeros planos genera muchos puestos de trabajo… Pero volvamos a Nieves.
Desde hace unos años, no solo compagina su carrera de modelo, mucho más selectiva, con la de comunicadora porque como asegura a ¡HOLA!, no conoce los límites y, si los hay, ya se los pondrá ella, que no necesita a nadie que le diga “hasta ahí, cariño”. Ni muchísimo menos, su pareja, el empresario Bill Saad, que la sigue siempre que puede. Su relación se basa, nos cuenta, en el respeto y la admiración. O la admiración y el respeto, que el orden, por si importa, aquí lo recalcamos. Saad estuvo en el front row del desfile de Stèphanne Roland. En la Madrid Fashion Week, otrora, Cibeles, donde pudimos hablar con ella, estuvo, en cambio, su hija aplaudiéndola. Hablamos con Nieves minutos antes de que salte al runway como única representante de la mujer ideal, perfecta, única, inalcanzable en la pasarela ‘Desfila tu valía’, de L’Orèal, ahora que todos los cánones de belleza son posibles y bellos aunque diferentes. Nieves no lo teme. La libera.
- Nieves, estamos a expensas de que te llamen para un desfile… ¿Diferente?
- Diferente, sí. Y muy bonito. Y especial.
- ¿Estás nerviosa?
- Desfilo con caras que no conocía y siempre se tienen nervios. Y, mucho más, cuando haces cosas tan… Importantes. Vivimos una situación distinta. De mucha diversidad. Es bonito el motivo por el que estamos aquí reunidas. Además, es mi ciudad, es mi moda, es mi país… Aquí empecé. Di mis primeros pasos como modelo… Cómo no voy a tener cariño a esta pasarela... De hecho, por mucho que cambie, yo vengo aquí y me siento como en casa.
- ¿Tienes una responsabilidad especial por ser… la top?
- (Risas) Qué presión. No, no. Yo estoy aquí con mis compañeras, todas muy jóvenes, de nuevas generaciones y feliz de poder vivir esto con la misma emoción con la que la vivien ellas. Soy una grandísima afortunada.
- Presión ellas… que tú además eres la top entre las top…
- (Risas) De hecho, mis amigos me llaman ‘La top’. No soy la top entre las top, pero sí que estoy aquí representando a las mujeres de mi generación. A las grandes modelos de mi época.
- Hablas como una legendaria y Nieves, eres una modelo en activo ¿Qué te da la moda?
- Yo solo puedo dar las gracias a esta profesión porque me ha hecho ser la mujer que soy hoy. He tenido la suerte de tener gente importantísima a mi alrededor y he aprendido muchísimo de todos. Y sigo pudiéndolo hacer. Sigo pudiéndome dedicar a lo que amo. Y no solo desfilando en París, sino haciendo otras cosas, que la moda tiene muchas aristas…
- Es complicado mantenerse en esta industria, ¿no?
- Tampoco es algo que pretenda, ¿eh? No lo vivo -siendo sincera- con presión. Aunque a veces, te confieso, sí que ha sido así… Sobre todo, porque a nosotras, especialmente, a las modelos, dedicándonos a lo que nos dedicamos, se nos exige que estemos siempre guapas o que no podamos tener un mal día. Yo tengo un mal día como cualquier mujer. Y tengo ojeras. Y tengo problemas familiares… Como todo el mundo. Pero siempre se espera que, por ser mujer y modelo, tengo que estar radiante. Sin darte cuenta, a veces eso lo interiorizas, y te ves viviendo con la presión de que siempre tienes que estar bien.
- Pero parece que esto está cambiando. Hoy puedes salir sin maquillar en las RRSS como Cindy Crawford y no solo no pasa nada, sino que pasa, que te aplauden, ¿no?
- Es que no tiene que pasar nada. A mí me hace gracia cuando, viendo una revista, alguien te dice. “Uy, fulanita tiene mala cara…”. Y yo pienso, “como todo ser humano”.
- A ti nadie te baja de la pasarela, ¿verdad?
- Si me bajo un día seré yo quien lo decida. Un día decidí que ya no quería seguir dentro del circuito, que prefería que mi carrera de modelo fuera más esperódica, más selectiva, con proyectos que me gustaran especialmente, que me apasionaran, en los que me sintiera cómoda… Y así lo hice. Seré yo quien se ponga los límites. Si la moda, los diseñadores, me requieren, yo estaré feliz de seguir. No me quiero poner límites. Ni por mi edad ni por lo que me diga nadie. Los límites nos los ponemos nosotros.
- Cuando he pedido hablar contigo, me has dicho: “Ok, espera, que me estoy concentrando para el desfile”. ¿Cómo se concentra una para desfilar con esta locura?
- (Risas) Bueno, yo me miro al espejo, estudio cómo es el traje, analizo qué movimiento tengo que hacer para que se luzca la creación… Hombre, a ver, te concentras. Pero vamos tampoco hago ningún ritual (risas). Pero sí que me miro bien porque, a veces, te ves lanzada a la pasarela y no te ha dado tiempo a saber cómo es nada de lo que llevas encima cuando tu trabajo es poner en valor y enseñar el trabajo de todos los equipos, que todos han trabajado en el outfit, el look, el beauty…
- No he visto a Bill, ¿está?
- No, no está. Está de viaje. Está Bianca. Bianquita, que ha venido conmigo a verme.
- Pero sí habéis estado juntos por San Valentín, ¿no? ¿Cómo lo habéis pasado?
- Pues vestidos de rojo (risas). Pues felices, como todos los días.
- ¿Algo especial?
- Esos días hay que conmemorarlos siempre. Pero no solo esos días, cada día.
- ¿Qué regalaste y qué te regalaron?
- Yo no hice ningún regalo. No me dio tiempo (risas).
- ¿Y a ti? ¿Sois detallistas?
- Bill es muchísimo más detallista que yo. Yo no le podré alcanzar nunca…
- ¿Es un hombre celoso? Porque tú eres una mujer admirada, deseada, bellísima…
- No, para nada. Me apoya. Pero es que si la pareja de uno no apoya la profesión del otro, apaga y vámonos. El me apoya a mí y yo a él. Se trata de respeto y admiración. Una relación se basa en eso.
- ¿Ése es el secreto del amor?
- Para mí, sí. Admirar y respetar. Respetar y admirar.