Este 2023 se cumplen cien años de la muerte del pintor Joaquín Sorolla, una fecha marcada en el calendario de museos e instituciones que ya ofrecen una larga lista de actos en los que se conmemora la obra del artista prolífico que dejó más de 2200 obras catalogadas y entre los que destaca la exposición inmersiva que el Palacio Real acogerá desde el 17 de febrero y hasta el próximo 23 de junio. Aunque en sus lienzos el mar, los paisajes naturales y la temática social marcaron gran parte de su carrera, si algo destacó en la trayectoria del ilustre valenciano fue el amor que compartía con su mujer, Clotilde García, que le sirvió como fuente insipiración, junto a sus hijos, de muchas de sus obras.
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Sorolla y Clotilde iniciaron su relación en 1879, un vínculo sentimental que comenzaron siendo adolescentes y que se mantuvo firme a lo largo de toda la carrera y vida del artista; la retrató en tantas ocasiones que hoy su historia puede reconstruirse a través de sus pinturas. La valenciana fue, sin lugar a dudas, una de las bases sobre las que se construyó el mito internacional del artista, algo que él mismo reconoció públicamente en más de una ocasión. Sorolla, genio con magnífico talento para la pintura luminista, impresionista y postimpresionista, fue el admirador número uno de su mujer. "La colaboración de Clotilde fue fundamental", ha expresado su bisnieta Blanca Pons-Sorolla, especialista en la obra del pintor, patrona de la Fundación Museo Sorolla desde 1992 y autora de Obras maestras y Joaquín Sorolla. Vida y obra, la biografía más importante sobre el pintor.
En palabras de Consuelo Luca de Tena, directora de la Casa Museo de Sorolla, Clotilde fue "la pieza angular" de la carrera del pintor y uno de los ejes de su impulso. Juntos viajaron a París, Roma y también le arropó cuando decidió trasladarse a Madrid desde su natal Valencia. Ambos formaban el mejor tándem, un equipo indestructible e indisoluble. Sus coetáneos la describieron como una mujer de carácter fuerte y gran elegancia que llevaba las riendas de la familia, el control económico y el hogar que juntos construyeron acompañados por los tres hijos que tuvieron, María, Joaquín y Elena. Ellos fueron también grandes personajes de la obra de Sorolla, cuyo papel de padre ejerció con consciencia y dedicación al haber experimentado la ausencia de los suyos propios. El primer hijo, ¡Que te come!, Joaquín vestido de blanco, María sentada, entre muchos otros muchos títulos, fueron cuadros que pintó en homenaje a los tres.
Pese a las frecuentes separaciones a las que tuvieron que hacer frente por motivos de trabajo de Sorolla, que acostumbraba a desplazarse para cumplir con los encargos que le hacían, y durante los nacimientos de sus retoños y las diferentes enfermedades que contrajeron siendo pequeños el artista escribía correspondencia a su esposa. Esas cartas, que hoy en día forman parte de la muestra de su Museo, son una muestra de la bonita relación que tenían, en la que el cariño, los detalles continuos y la admiración fueron los denominadores comunes.
En su testamento de 1925 Clotilde decidió legar al Estado Español los "cuadros, apuntes y dibujos" de Sorolla que a ella pertenecían, del mismo modo que la casa familiar con los objetos artísticos allí colocados con el fin de crear un museo en memoria de este. Desde 1993 la Fundación es una entidad jurídicamente distinta del Museo, pero continúa teniendo su sede en el propio Museo y trabaja en estrecha colaboración con él.