Un descenso a los infiernos. De la adicción al alcohol, a las drogas. Y un resurgimiento. Un largo proceso de desintoxicación que no es sólo de sustancias sino sobre todo de ideas y emociones. De las ideas y emociones que llevaron al cocinero Raül Ballam , hijo de la chef Carme Ruscalleda -uno de los grandes nombres de la gastronomía española que llegó a recibir siete Estrellas Michelin- a una espiral autodestructiva repleta de dolor y de culpas. Tras salir de ello, Ballam publica ahora Enganchados (Libros Cúpula), un testimonio crudo y sincero de su caída en la enfermedad de la adicción y de su salida, con el objetivo de dar esperanzas a las familias y a las personas que puedan estar pasando por la misma situación.
- ¿Cuándo tomaste la decisión final de empezar a escribir este libro?
-El embrión fue el documental Vía Libre, que está en Netflix. Fue, en ese momento, cuando la editorial se puso en contacto conmigo para que escribiese este libro. No lo dudé ni un instante porque tenía muchas ganas de contar el proceso de tratar las adicciones.
-¿Cuáles fueron tus mayores miedos antes de enviarle el borrador final a tus editores?
-Si la gente entendería la finalidad del libro o si se quedaría en la parte del morbo. Soy consciente de que el hecho de hablar de drogas puede despertar la curiosidad de lo que hacía o dejaba de hacer, pero lo que pretendía era explicar lo gratificante que es dejarlas y lo bien que se vive sin ellas.
-Se percibe cierta catarsis y algo de confesionario en cada una de las páginas. ¿Ha sido, en cierto modo, terapéutico escribirlo?
-Jejeje. Llevo ya muchas terapias a la espalda. Lo que quería era contar un proceso. Eso sí, no he podido leerlo de nuevo desde que se publicó.
-¿Qué te gustaría que se llevara la persona que se lo lea?
-Que entiendan y sepan que hay una enfermedad que se llama adicción. Las adicciones no tienen cura pero se puede convivir con ellas de una manera muy libre si las aceptas.
-Tu madre es una figura de la cocina. ¿Qué sintió ella cuando lo leyó, si es que lo compartió contigo?
-Fue la primera persona a la que le entregué el libro para leer. Y en un coche, ella y yo solos, yendo al aeropuerto muy temprano, me dijo que se lo había terminado ya. Hizo un silencio y después me dijo: “Es un gran libro y muy necesario”. Y continuó: “¡Es un grito a la libertad y a la esperanza!
-Hay una frase ya eterna que Lola Flores le dijo en 1988 a Jesús Quintero: “El drogadicto no se cura, aunque lo lleves al mejor doctor del mundo, si él no quiere”, ¿Estás de acuerdo?
-Totalmente. Por mucho que una familia empuje para que se cure, si uno no quiere, nada de nada. Pero también hay que decir que es la enfermedad más agradecida por que, si quieres, puedes.
- ¿Qué carencias te llevaron a consumir y cuándo te diste cuenta de que tenías una adicción?
-Carencias ningunas. Es solo un fallo en mi cerebro, mis transmisores de placer no conectan y ese es el principio. Y te das cuenta cuando ya lo tienes que hacer cada día.
-¿Por qué no podías parar?
-Por los transmisores, como te decía. Al no conectar, cuando ya tenía el placer, nunca había suficiente.
-¿Cómo se da uno cuenta de que ha tocado fondo, de que si no para ya no habrá más mañanas para dejar las drogas y el alcohol?
-Cuando uno se ve en casa solo, sucio y con el único interés de consumir. Aunque no quieres, una fuerza te lleva a ello y consumes llorando y odiándote.
-¿Llegaste a temer por tu vida o a pensar en quitártela?
-Muchas veces.
- En 2013 ingresaste en un centro de rehabilitación, ¿qué signos indican que ya es inaplazable la decisión de pedir ayuda?
-Cuando mis padres y mi hermana vinieron a casa y me dijeron que ya era suficiente, que había tocado ese fondo que dices y que teníamos que hacer algo. Fue el mejor momento.
-¿Qué puertas tocaste y cuánto tardaste en recuperar tu vida?
-Al llegar al centro, me dejé guiar. Poco a poco, sin darte cuenta, no es que recuperes una vida, si no que consigues vivir una vida totalmente nueva.
- ¿De qué manera te ayudó tu familia? ¿Qué representan en tu vida tus padres y tu hermana?
-Me ayudaron a llevarme al centro, me acompañaron y, lo que es más importante, dejaron hacer a los terapeutas.
-¿Se siente uno más culpable cuando la madre es una persona conocida y admirada?
-No, porque aprendes que no hay culpables. Nadie decidió que yo enfermara de adicción.
- Llevas diez años viviendo una nueva vida, pero reconoces que tienes una enfermedad y que eres un adicto y lo seas toda la vida. ¿Es un desafío para ti luchar todos los días para no volver a caer?
-No, no es un desafío, pero se debe tener mucho respeto a la recaída.
- ¿Te resultó fácil retomar la vida y tener oportunidades luego de salir del alcoholismo y las drogas?
-Al principio, no. Hacer las cosas sin drogas, o sea, sin la muleta que me sostenía, era complicado. Pero, poco a poco, vas entrando en un nuevo día sin droga y eso te hace invencible.
-¿La cocina te ayudó a salir de tus adicciones o estas influyeron para mal en tu carrera profesional?
-Al hacer el tratamiento tienes que renunciar a todo, incluso a tu profesión. Se tiene que hacer para que cuando ya estás bien puedas volver con más fuerza.
-¿Cómo ha sido recibido el libro en tu círculo?
-Mi circulo está encantado. De verme a mi tan bien y de que este libro pueda ayudar a más gente.
-Ahora eres tú quien ayuda a otra gente, ¿eso te hace más feliz que nunca? ¿Cómo te encuentras ahora?
-Me encuentro fenomenal y el ayudar a gente que se encuentra en la misma situación en la que estuve yo hace diez años me agrada.
- ¿Qué consejo le darías ahora a tu “yo” adolescente?
-Que lo que pasará, tendrá que pasar. Y que tenga paciencia y que haga mucho caso. Todo eso con un gran abrazo, pecho contra pecho.
- ¿Y qué le dirías a los padres con un hijo que es adicto?
-Que pidan ayuda y se pongan en contacto con profesionales de la enfermedad de adicción. Su hijo no es mala persona, solo está muy malito.