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Paco Rabanne genio y figura: lo que pensaba de Zara y de la Alta Costura

En memoria del recientemente fallecido diseñador, recordamos algunas de sus turbulentas ‘perlas’


13 de febrero de 2023 - 14:56 CET

Con la muerte de   Paco Rabanne  —el pasado 3 de febrero nos decía adiós a los 88 años de edad, en Portsall (Francia)— se acaba una era, la de los creadores que como Elsa Schiaparelli, Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga, Christian Dior, Pierre Cardin o Yves Saint Laurent fueron una auténtica revolución para el mundo de la moda.

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Paco Rabanne fue bautizado “el Metalúrgico” de la moda por Coco Chanel.

En el caso del diseñador español, que nació en Pasajes, Guipúzcoa, y a la edad de cinco años se exilió con su madre en Francia huyendo de la Guerra Civil española, sus aportaciones fueron tan innovadoras, que aún hoy parecen futuristas. Con su concepto de la moda, se convirtió en un referente para muchos diseñadores desde que en los años sesenta impactó en la pasarela de París con sus prendas de metal, cota de malla, papel, plástico, cuero Dayglo o piel tejida.

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En lugar de tijeras, aguja e hilo, el creador de origen español (en la imagen, en su estudio de París) utilizaba martillo, tenazas, alambres y soplete.

Arrollador, vanguardista y visionario —no solo con su desbordante creatividad también con sus predicciones sobre el fin del mundo, que escandalizaban al resto de los mortales tanto como a él le divertían—, en su atelier construía las prendas con alicates, martillos, tenazas, alambres y soplete, en sustitución de las tijeras, el hilo, el dedal y la aguja. Fue precisamente Mademoiselle Chanel la que le bautizó como  “el Metalúrgico” de la moda , un apodo que le acompañó hasta el fin de sus días.

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Rabanne, junto a la cantante Francoise Hardy, vestida por él, y Salvador Dalí en mayo de 1968.

En 1999 se retiró de las pasarelas y cedió el testigo a su discípula, Rosemary Rodríguez, la primera de la sucesión de directores artísticos que sustituyeron al genio hasta llegar al actual, Julien Dossena. Pero Rabanne seguía recibiendo premios y reconocimientos a su brillante trayectoria, como la Orden Nacional de la Legión Francesa y en España, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o el Premio Nacional de Diseño de Moda, entre otras distinciones.

Con motivo de la entrega de uno de esos galardones, Paco Rabanne nos visitó en Madrid, donde pudimos hablar con él y descrubrir lo que pensaba de algunos de sus colegas y de varios aspectos de la moda. Irónico, locuaz y divertido, acompañando su torrente de adjetivos con grandes risotadas, nos dejó una serie de turbulentas “perlas” que aquí repasamos.

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El diseñador, cerrando su desfile de Alta Costura de 1998, uno de los últimos antes de retirarse de las pasarelas.

“Cualquier reconocimiento a mi trabajo me merece una importancia enorme, debido a las dificultades que he tenido. Al principio, la gente no comprendió nada, me insultaron... Pero seguí trabajando con mucha energía”, aseguró el diseñador rememorando el impacto que causaron sus rompedoras creaciones. “Como decía mi madre, que trabajó con Balenciaga: ‘Hijo mío, no tienes derecho a estropear la belleza de una mujer’. Eso es algo que John Galliano ha olvidado, al igual que muchos otros, que convierten a las mujeres en monigotes. Tienen mucho talento, pero se han olvidado de hacer moda”.

—¿Cómo surgió su pasión por el metal?

Soy arquitecto y empecé haciendo alhajas y accesorios para Balenciaga, Courréges o Givenchy. En los años sesenta la prensa alababa el trabajo de Yves Saint-Laurent porque presentaba un vestido inspirado en Mondrian. A mí me entraba una rabia... ¿Cómo va a ser moderno inspirarse en una pintura de 1917? Estábamos en los años sesenta y yo me inspiraba en los sesenta. También estábamos en una era muy importante, el kali yuga, la edad de hierro para los hindúes, y es verdad, todo se hacía en hierro: las construcciones, lo que mata, lo que que cura (los iones metálicos)... Entonces, pensé en aplicarlo a la moda, y me dijeron de todo: ridículo, que hacía ciencia-ficción. Ahora, todo el mundo está copiando y veo el metal por todas partes pero, claro, mal hecho, porque nosotros tenemos técnicas muy particulares.

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Nieves Álvarez, en uno de los desfiles de Alta Costura de Paco Rabanne.

—Defina una mujer elegante.

Es alguien que no sigue la moda. Una mujer que la sigue ciegamente es una perfecta imbécil.

—¿Las fashion victims, por ejemplo?

Fashion victim es igual a perfecta imbécil y me hace morir de risa. Una mujer tiene que mirarse al espejo y saber lo que le va y lo que no. La moda tiene que servir a la mujer y no al revés. La elegancia es una actitud y, sobre todo, conocerse a uno mismo.

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“En los años sesenta estábamos en una era muy importante, el ‘kali yura’, la edad de hierro para los hindúes, y es verdad, todo se hacía en hierro. Entonces, pensé en aplicarlo a la moda, y me dijeron de todo: ridículo, que hacía ciencia-ficción...”, recordó Paco Rabanne de sus comienzos.

—¿Qué opina de la alta costura?

¿Qué es eso? (ja, ja, ja) ¿los trapitos de Galliano? La alta costura se creó para un medio que hoy ha desaparecido, gente con mucho dinero, los aristócratas... Hoy no sirve de nada, sólo son imágenes, y los modistas, que tienen mucho talento, hacen monigotes horribles, pingajos, un espectáculo demodé. Ahora que vivimos en la época de la mundialización tenemos que ir hacia la gente. Por eso dejé de hacer alta costura. El prêt-a-porter es muy difícil. Tiene que ser creativo, reconocible y ponible.

—La democratización de la moda, como la que practica Zara ¿hace daño a las firmas?

—No, ellos hacen cosas clásicas y nosotros, más creativas. Nuestro trabajo no se puede copiar por nuestras técnicas. Zara es un fenómeno fantástico. Es necesario que ese tipo de marca esté al lado de la nuestra para que todo el mundo pueda acceder a la moda.