Llegar al 35 de la Cava Baja del madrileño barrio de La Latina es llegar a uno de los templos gastronómicos de la capital. Centro neurálgico de comensales de uno y otro lado del charco. Personalidades de la cultura, la política, el deporte, actores, actrices, premios Nobel... que con el tiempo se han convertido en amigos. Cuando el científico Severo Ochoa se encontraba en su lecho de muerte, "le llevé un cochinillo al hospital", nos cuenta el prestigioso restaurador.
Solo bajando los primeros escalones de la entrada del restaurante, te das cuenta de que la visita a Casa Lucio no te va a dejar indiferente. Sobre todo porque, cada día, te sigues encontrando al hombre que hizo de unos huevos con patatas su seña de identidad.
Este colchonero de sonrisa amplia, nos recibe, ya sin su característica chaquetilla blanca, en su "casa", cuando quedan pocas horas para que cumpla 90 años, 78 de ellos entre fogones. Tiene colgados en las paredes de su restaurante fotografías con Julio Iglesias, Mario Vargas Llosa, Bill Clinton,Jane Fonda, Lola Flores y muchos, infinitos, recuerdos en su cabeza, que "aunque los años no perdonan", siguen muy vivos en su recuerdo.
Se pone la medalla con orgullo de ser "más famoso que la Macarena", la conocidísima canción de sus grandes amigos Antonio y Rafael, "Los del Río", de y ser el único que sentó en la misma mesa a cuatro de los presidentes de la democracia española y al rey Juan Carlos. "Todos los que han salido en ¡HOLA! han comido aquí", presume.
Casa Lucio: El restaurante tradicional preferido de 'royals' y estrellas y de Rocío Crusset
Le han hecho varios homenajes en vida, como deben hacerse. El último, hace unos días en Madrid, rodeado de los mejores cocineros del momento, que lo admiran y lo respetan. Y es que este abulense, madrileño por honores, tiene un corazón del tamaño del ya desaparecido estadio Vicente Calderón. No ha podido con él ni el Covid-19, ni las aguas de su querido Mediterráneo, cuando "estuvo a punto de ahogarse en la playa de San Juan, en Alicante", refugio veraniego del entrañable y simpático Lucio Blázquez. Tampoco el susto que se llevó cuando le robaron una de las esculturas que adornan uno de los salones. "Se llevaron un osito de los de Ifema, ¡por la puerta!".
Apasionado de la guitarra española y del buen vino, se sigue arrancando alguna tarde a bailar sevillanas, a contar un chiste o a echar una partida de cartas, en la mesa de siempre, la redonda, la de la entrada. Acérrimo de "su Atlético de Madrid", nos confiesa que "echa de menos todos los días a su Mari", su mujer, fallecida en 2020, y que sigue "disfrutando de la vida rodeado de buenos amigos y de mis tres hijos". Mari Carmen, Fernando y Javier, que, aunque ninguno de ellos le ha hecho abuelo, "le ayudan con el negocio, y, sobre todo, le miman y le consienten".
"Los callos y el cocido son extraordinarios", exclama mientras pide al camarero una ración de cada para que lo probemos, mientras cuenta las gambas que hay en el plato para saber "a cuántas tocamos". Un gran hombre que ha hecho de la profesión de "tabernero" un orgullo. Felicidades querido Lucio. ¡A por los cien!