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ana obreg n hola4098© FERNANDO JUNCO

La Fundación Aless Lequio hace sus primeras donaciones

Hablamos con Ana Obregón en su día más emocionante

‘He hecho realidad el sueño de mi hijo’


9 de febrero de 2023 - 13:01 CET

El cáncer se lo arrebató. Y para ella fue como si le hubieran arrancado de cuajo el corazón y ese vacío se hubiera colmado de dolor y más dolor. Esas son sus palabras. Y te deja en silencio porque sus ojos, antes chispeantes y alegres, se llenan de lágrimas. De tristeza y de rabia. Las de una madre que ha perdido un hijo en la flor de su juventud. Y no estás preparado tampoco para entender que, una mujer de semejante belleza, un icono de la tele, esté abocada a un destino tan trágico. La herida es muy, muy profunda, pero Ana García Obregón ha encontrado un bálsamo. Porque tiene mucho amor que dar. Y porque no puede permitir que el amor por su hijo se derrame y se desagüe sin sentido. Le alivia darse a los demás. 

Ana Obregón HOLA4098© FERNANDO JUNCO
Era un día para sentirse orgullosa. Ana García Obregón ponía por fin en pie la Fundación que lleva el nombre de su hijo Aless.

También, su sed de venganza. Sí, venganza. Se ha declarado en guerra. Contra el sarcoma de Ewing, la maldita enfermedad que se llevó a Aless, a Elena Huelva y a cientos de chavales como ellos cada año, porque la ciencia no tiene fondos suficientes para combatirlo. Ana nos asegura que no va a seguir permitiendo esa sangría y que la Fundación Aless Lequio ha nacido para eso, para plantarle cara al cáncer. Seguro que aquel joven de pelo ensortijado, que habría cumplido 31 años en junio, le diría: ‘Bravo, mamma’.

“Es increíble cómo Aless ha elevado lo mejor que hay en mí hasta el infinito. Ha nacido mucha más empatía en mí. Me ha hecho más compasiva”

—En días como hoy, sí merece la pena levantarse, ¿verdad, Ana?

—Para mí, y fíjate lo que son cuarenta años en los medios, con ruedas de prensa, festivales, compromisos…, este ha sido el evento más importante de mi vida. Ha significado hacer realidad el sueño de mi hijo.

—Qué duro ha tenido que ser cumplirlo… 

—La verdad es que yo no sabía que montar una Fundación con el único objetivo de ayudar a los demás podía ser tan complicado en España. Sin embargo, ¿tú sabes la impotencia cuando los médicos te dicen que no hay nada más que hacer? Y no hay nada, porque faltan ensayos. Porque falta dinero para hacerlos… Por eso es tan indignante que este país esté al nivel de África en inversión en investigación.

—Ana, siempre dicen que cosas así te cambian la vida, pero ¿hacia dónde?

—A mí, lo que me ha hecho mejor persona ha sido la lección de vida que me ha dado mi hijo. Una lección bonita... Y cruel. Ahora doy mucha más importancia a mi interior. He aprendido que hay otras cosas importantes en la vida y que esas cosas son los momentos especiales y no los materiales. Me he dado cuenta de que la única misión que tengo en la vida es... amar. Me he abierto en conciencia para ayudar a los demás.

—Aless decía que tú eras su patrón de vida porque él ya contaba que tú eras así...

—Lo increíble es que él ha elevado lo mejor que hay en mí hasta el infinito. Ha nacido más empatía en mí. Me ha hecho más compasiva.

—Después de la desaparición de Aless, has estado muy unida a Elena Huelva que, hoy, también nos falta. Visitas a hospitales y centros de oncología, ¿no te permites aislarte un poquito de tanto dolor?

—Estar ahí, con esos niños, me permite levantarme cada día, pero sí que es cierto que, cuando llego a casa, el hoyo es aún más hondo y más hondo. Porque te involucras emocionalmente; porque dices: “estoy ayudando mucho...” . Pero luego lo pago caro. Hace unas horas me ha contado la madre de una niña de once años de la que estoy muy cerca que ya no hay nada que hacer. He tenido que parar todo, llorar, recomponerme… Y me está doliendo pensar que voy tener que empezar a tomar distancia. Por mí.

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Acompañada por Nacho Ansorena, amigo íntimo de Aless y secretario general de la Fundación, hizo entrega de sendos cheques en un acto emocionante. Uno, por valor de 150.000 euros y, otro por 30.000, al Ensayo Clínico Inter-Ewing y al proyecto de diagnóstico Imperas, respectivamente. Ana, vestida en blanco y negro por Rubén Hernández, agradeció el apoyo absoluto de su ex, Alessandro Lequio, quien no pudo estar presente tras dar positivo en COVID.

—Es que esa fortaleza te cobra factura, Ana.

—No es fuerza. No lo es. Siempre digo que fuertes, los que levantan pesas. Es más entereza. O ver que tu vida sirve para algo. Intentar darle un sentido. Durante mucho tiempo, mi vida sirvió para entretener a la gente en la televisión…

—Eso es importantísimo también.

­—Lo es, sí. Pero, ahora, de reír, poco puedo hacer yo. Lo que sí puedo hacer es, en cambio, inspirar a la gente. A amar la vida. A amar el momento. A vivir. El aquí y el ahora

—Porque es lo que has aprendido.

­—Lo único. Todo lo demás, da igual. Que seas guapo, feo, alto, rubio o moreno. Qué más da. Lo importante es vivir el momento con amor.

—¿El amor a los demás es lo que te ayuda a ti?

­—Es un bálsamo para el dolor. Estoy transformando el dolor en solidaridad. Tengo mucho amor todavía por dar. Es increíble cómo me llené de dolor. De tanto dolor. Pero el amor, cada vez, se incrementa más y más —llora—.

“Creo que si hoy él hubiera estado aquí conmigo, habría estado orgulloso de mí. Me diría “Brava mamma!”. Siempre me decía eso cuando me veía en la tele”

—Ana, qué bonito es el logo de la Fundación. 

—Es igual que él. No lo puedo mirar mucho porque me emociona demasiado. Creo que hoy estaría orgulloso de mí. ‘Brava mamma!’, me diría. Siempre me decía eso cuando me veía en la tele.

Ana Obregón HOLA4098© FERNANDO JUNCO

—Debe de ser gratificante saber que estás haciendo algo que a él le habría gustado.

—Es la única misión que tengo en este mundo. La Fundación y terminar su libro.

—Cuéntame, ¿cómo va el libro? 

—Me ha costado dos años empezarlo y, ahora, llevo ocho meses inmersa en él. Aless lo empezó pero no pudo terminarlo… Él quería publicarlo, así que lo mandé a Harper Collins y una de las editoras más importantes del país me dijo que se había quedado impresionada porque tenía un talento brutal. Eso duele porque piensas en que si el cáncer no se lo hubiera llevado, podría haber sido un gran escritor.

—¿Escribir te resulta terapéutico, Ana?

—Por un lado, lo es. Pero, por otro, me rompe. Me desgarra. Me destruye —llora—. Es la historia de amor de una madre y un hijo. Nuestra historia. Bonita y cruel. Pero inspiradora.