sophie bonvin hola4097© Mattia Bettinelli

Entramos en ‘Etoile de ciel’, el fabuloso chalet alpino de la empresaria y financiera Sophie Bonvin en las montañas nevadas de Verbier

Las laderas de la estación invernal suiza atraen a grandes fortunas y deportistas de talla internacional


5 de febrero de 2023 - 11:05 CET

Situada en un altiplano, la localidad suiza de Verbier brinda una impresionante panorámica de los Alpes y sus imponentes macizos, como el Gran Combin y el Mont Blanc. Es un paraíso de los deportes de invierno con sus 410 kilómetros de pistas. Un teleférico llega hasta la cima del Mont Fort, a 3.300 metros, y desde ahí se puede descender por una de las más bonitas de la cordillera. También es famosa la pista de trineos de diez kilómetros e inolvidables las excur­siones con raquetas de nieve. Los chalets están revestidos de madera , tienen techos altos y grandes terrazas y sus interiores celebran el gusto moderno sin olvidar el entorno. Son casas con carácter y alma.

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© Mattia Bettinelli

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Sophie Bonvin nos recibe en su chalet de montaña de cuatro plantas en Verbier, una de las estaciones invernales más famosas de Suiza. Junto a ella, Nimba, su magnífica san bernardo de cinco años y 62 kilos. La casa, que recibe el nombre de ‘Etoile de ciel’, está construida con materiales naturales de la zona y parece que se pueden tocar las montañas con solo alargar el brazo.

‘Etoile de ciel’ es una de las casas mas bellas de Verbier, sus dueños son Sophie Bonvin y Barry Houghton. Sophie es una mujer repleta de energía, positiva optimista, ambiciosa e independiente, que detesta la rutina. Su vida ha sido un torbellino de experiencias en todo el mundo, que ha recorrido gracias a su trabajo. Nacida en Suiza, ha vivido en México, Miami, Perú y Singapur. Con una carrera en el mundo de las finanzas —es socia de una empresa de gestión patrimonial—, hace unos años decidió también abrazar el mundo de la moda lanzando su firma de lujo de bolsos y accesorios, The Collector.

“Barry, mi pareja, lo construyó. Eligió el sitio perfecto, donde sentía que podía tocar la montaña. Subimos a esquiar caminando desde aquí”
© Mattia Bettinelli

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—Sophie, has tenido una vida intensa, tanto personal como laboral y sentimental. 

—Crecí en Suiza, en la montaña, en una estación de esquí que se llama Crans-Montana. Desde niña me gustaba mucho la moda y pensé en estudiar diseño en Milán. Pero me di cuenta de que iba a ser muy difícil ganar dinero, porque en Suiza no hay muchas empresas del sector de la moda. En el colegio siempre se me habían dado bien los números y las matemáticas, así que me decidí por una carrera que me permitiera entrar en el sector financiero y estudié Economía en Ginebra.

“Se recuperó madera de otros chalets antiguos que se habían tirado abajo tanto para exteriores como para los interiores. También usamos rocas y piedras de la zona”
© Mattia Bettinelli

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—¿Cómo fueron tus comienzos?

—Empecé a trabajar en un banco suizo y se presentó la oportunidad de irme dos años a Estados Unidos, a Miami, para lo que debía hablar español. Así que pasé tres meses en México, en Cuernavaca, en una escuela, y descubrí el mundo latino, que me fascinó. Me encantó lo alegre y hospitalaria que es la gente, disfruta de la vida. Tras los dos años que pasé en Miami, que fueron maravillosos, en la época en que la ciudad comenzó a desarrollarse, pedí un traslado y trabajé tres años para el mismo banco en Perú. Fue también una experiencia de vida increíble. Allí, que hay tanta diferencia en la distribución de la riqueza, aprendí que tenía que hacer algo para ayudar a los demás. Pasé también un tiempo en Singapur estudiando en la famosa Universidad INSEAD, especializada en Management. Fue interesante conocer la cultura asiática, tan diferente.

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El salón, presidido por una gran chimenea de roca y una pieza de tres metros de altura de pizarra francesa. Sobre estas líneas, otro rincón de la misma sala, donde se ve colgada en la pared derecha una obra de John Armleder.

—¿Y después de tanto viajar por el mundo regre­saste a Suiza?

—Volví a Suiza y me encargué, en el mismo banco, de varios países de Sudamérica durante un par de años. Después, un amigo al que conocí cuando vivía en Miami comenzó a montar la empresa Euro Capital Advisors y me pidió que me asociara con él. Abrí la oficina en Suiza y nos dedicamos a gestión patrimonial y family office, principalmente en Sudamérica y también en Europa. Estar fuera de una gran empresa me ha dado mucha más independencia, la oportunidad de hacer cosas creativas y no depender tanto de la política.

“Hay una vidriera enorme de tres metros y parece que puedes tocar los árboles. La idea es que fuera una casa grande para tener varios invitados a la vez, pero que se sienta muy acogedora aunque no haya tanta gente”
© Mattia Bettinelli

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“Mi pareja se dedicaba a los negocios de telecomunicaciones, tenía una empresa muy importante en Inglaterra que al final vendió. Como quería disfrutar de la vida y le encantan los deportes, comenzó a venir a Verbier, empezó construyendo unos chalets y eso se convirtió en un negocio más importante”, nos cuenta Sophie.

—Hablando de creatividad, sin duda tienes un estilo original, ¿cómo empezaste como direc­tora artística de tu propia línea de bolsos y complementos?

—Siempre me ha gustado el arte en general, voy a las ferias de Art Basel de Miami y de Basilea, sigo las subastas y tengo todo un grupo de amigas que están en el mismo sector y siempre nos reunimos cuando se celebra la Bienal de Venecia, por ejemplo, u otras ferias. Mi otra pasión es la moda y fundé con una amiga arquitecta la marca The Collector, hace seis años; después ella se retiró y ahora es cien por cien mía. Hacemos piezas únicas en colaboración con artistas, de ahí el nombre: son piezas para coleccionar y guardar toda la vida. Lo que más me fascina es cómo mezclar las pieles, las texturas y los materiales para crear algo muy lujoso y especial.

“Las obras de arte vinieron poco a poco, algunas se han realizado a medida. Siempre me ha gustado el arte en general, voy a las ferias de Art Basel de Miami y de Basilea y sigo las subastas”
© Mattia Bettinelli

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La casa ofrece unas vistas espectaculares desde el salón y todas las habitaciones. Sobre estas líneas, el comedor exterior, con la mesa lista con ambos set de Bonjour Verbier, y al lado, el inte­rior. Los platos son de Fabri­zio Cocchi Home.

—Barry y tú sois pareja desde hace quince años y pronto os casaréis, ¿cómo os conocisteis?

—No tengo hijos y llevo con la misma pareja hace ahora quince años. Barry es inglés, lo conocí a través de una amiga que nos presentó. Fue muy gracioso. Ella era relaciones públicas de Roussel Coutts, uno de los campeones del America’s Cup. Mi pareja es un apasionado del mar y participaba en muchas regatas. En una ocasión en la que ella iba en el barco le dijo: “Seguro que conoces a alguien a quien me puedas presentar”, y ella le contestó: “Sí, conozco a la mujer perfecta”. Como organiza también eventos de arte en Ginebra, le invitó, me invitó y así nos conocimos. Aunque fue el día del crash del mercado financiero en dos mil ocho, definitivamente, no era el mejor momento. Más tarde, me invitó a Mónaco y me sorprendió con una visita al acuario, donde yo no había estado nunca, a pesar de haber visitado el principado millones de veces. Me di cuenta de que era un apasionado del mar y fue muy bonito. Lo que me enamoró de él es lo sociable que es, cómo trata a la gente, a sus amigos y también a sus empleados. Tiene un lado muy humano y sensible que me encanta.

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Arriba, imagen del salón, con la cocina abierta. Sobre estas líneas, se aprecian las escaleras con vidrio a las que se accede por una puerta también de vidrio. Los sofás y las sillas son de Giorgietti.

—¿Cuándo se construyó esta casa y con qué concepto?

—Barry es la persona que ha construido este chalet. Él se dedicaba a los negocios de telecomunicaciones, tenía una empresa muy importante en Inglaterra que al final vendió. Como quería disfrutar de la vida y le encantan los deportes, comenzó a venir a Verbier, empezó construyendo unos chalets y eso se convirtió en un negocio más importante. Para levantar este, eligió el sitio perfecto, donde él sentía que podía tocar la montaña. La vista que tenemos es impresionante y abierta desde todos lo lados de la casa. También es ideal su ubicación, podemos subir a esquiar caminando desde aquí. Se hizo al estilo de los chalets de Verbier, que tienen un poco aire a granja, con mucha madera y mucho volumen. Se usaron materiales naturales de la zona y se recuperó madera de otros chalets antiguos que se habían tirado abajo tanto para exteriores como interiores. También usamos rocas y piedras de aquí, por ejemplo, en el aseo de visita, el lavabo está hecho de una sola pieza de roca que pesa unos sesenta kilos. Hay muchos muebles realizados a medida, como el del comedor, la mesa del pasillo y toda la estructura, que son de madera antigua. La chimenea también es de roca, una pieza que mide tres metros de altura: es pizarra de Francia, de Pierre D’Ardoise.

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“En el colegio siempre se me habían dado bien los números y las matemáticas, así que me decidí por una carrera que me permitiera entrar en el sector financiero y estudié Economía en Ginebra. Mi otra pasión es la moda y hace seis años fundé mi firma de complementos de lujo”, nos cuenta nuestra anfitriona.

—La casa es preciosa, pero lo que es sensacional es la vista de las montañas.

—Tenemos ventanas abiertas a la Naturaleza. En la entrada hay una vidriera enorme de tres metros y parece que puedes tocar los árboles. La idea era que fuera una casa grande para poder tener varios invitados a la vez, pero, aunque no los hubiera, que se sienta muy acogedora. Tenemos cuatro habitaciones de invitados, todos del mismo estilo bastante neutral; piscina, y un gimnasio. La habitación principal es como un loft todo abierto y se puede disfrutar también de la vista a las montañas.

“Tenemos cuatro habitaciones de invitados, todos del mismo estilo bastante neutral; piscina y un gimnasio. El dormitorio principal - en el último piso - es como un loft todo abierto y se puede disfrutar también de la vista”
© Mattia Bettinelli

© Mattia Bettinelli

Sobre estas líneas, la ‘suite’ principal, que ocupa la última planta. La Naturaleza se ‘cuela’ en el interior por los grandes ventanales.

—Hay hermosas pinturas y esculturas, ¿de dónde vienen?

—Las obras de arte vinieron poco a poco, algunas se han realizado a medida. Una de mis favoritas es la de la gente tocando música, muy colorida, de un artista de Sudáfrica que mi pareja conoció en un viaje. Otra es de John Armleder, con mucho color y energía. Es el mejor artista suizo contemporáneo de hoy en día e hizo una cartera para un proyecto benéfico que organizamos en dos ocasiones durante la feria Art Basel Miami, que se llama ‘Bag Heart Big Heart’. En esta iniciativa participaron artistas muy famosos, como Joana Vasconcelos y Monica Bonvicini. Las carteras se vendieron con el fin de recaudar fondos para dos obras solidarias, la construcción de una escuela infantil en Sudáfrica y el apoyo a niños enfermos con Make a Wish Foundation. De toda formas, aquí no tenemos tantas obras como en las casas de Mallorca y Ginebra, donde hay una colección importante.

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Arriba, uno de los dormitorios de invitados. En el centro, a la izquierda, el cuarto de baño principal, y a la derecha, lavabo realizado de una sola pieza de roca, que pesa sesenta kilos.

—Dedicas mucha atención a los asuntos benéficos.

—Para mí es importante el tema de la filantropía, sobre todo, por mi experiencia humana de haber vivido en un país donde hay mucha pobreza, y por eso también estoy utilizando mi firma para dar a conocer diversas causas benéficas, como la cena de gala que celebramos en Basilea para cien personas. Cada bolso se vendió entre quince y veinte mil euros.

Socia de una firma de gestión patrimonial, hace seis años lanzó una empresa en el mundo del lujo de carteras y accesorios: “Hacemos piezas únicas en colaboración con artistas”, nos cuenta
© Mattia Bettinelli

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Sophie y su pareja, Barry Houghton, son apasionados del deporte blanco. La empresaria suiza, que creció en la estación de esquí de Crans-Montana, ha recorrido el mundo por su trabajo y ha vivido en México, Miami, Perú y Singapur. Arriba, la piscina —detrás el gimnasio— con un enorme ventanal para seguir disfrutando de las privilegiadas vistas a los Alpes nevados.

—También viajáis mucho en barco, son la pasión de tu pareja, ¿cuál ha sido el más emocionante? 

Nos apasiona viajar. Como hemos tenido varias embarcaciones, en dos ocasiones casi hemos dado la vuelta al mundo. Un viaje fascinante para mí fue cuando estuvimos en las islas de San Blas y después cruzamos el canal de Panamá. Hicimos otro maravilloso por el norte de Estados Unidos, en Maine, Martha’s Vineyard y llegamos a Nueva York, en el velero que teníamos entonces, cruzando el puente donde llegaron los inmigrantes. Memorable fue navegar por todo el Pacífico. Hemos estado en Bora Bora, Polinesia, las Marquesas, en otra ocasión hicimos Fiji, el sur de Chile y Brasil. Todos son una inspiración tremenda por la posibilidad de conocer otras culturas.

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Arriba, habitación donde guardan los esquíes, y sobre estas líneas, vista completa de la piscina.

Realización y textoNaná Bottazzi
FotosMattia Bettinelli
Vestuario y accesoriosBrunello Cucinelli/ Ermanno Scervino
Maquillaje y peluqueríaLiliana Rosetta
AgradecimientosBonjour Verbier/ Fabrizio Cocchi