Gran conversadora, lo mismo habla de filosofía que de literatura, de amor o de cine, de parejas o autoconocimiento…, pero, también, amante de los silencios buscados, aunque hable sola en ocasiones para poner en orden sus propios pensamientos. Nos lo cuenta entre risas, mientras recuerda que le sigue encantando mover las caderas a ritmo de reguetón, que le apasiona el yoga y que disfruta de los paseos al anochecer oliendo a eucalipto en el pedacito de ‘paraíso’ que ha buscado para vivir rodeada de Naturaleza y de amor.
Adriana Ugarte es una de nuestras actrices más reconocidas: aclamada en series que la catapultaron a la fama como La señora y El tiempo entre costuras, este 2022 ha brillado en las series Parot y Heridas, y lo hace ahora en el cine con el thriller Lobo Feroz, del uruguayo Gustavo Hernández, donde da vida a Matilde, una madre en busca de venganza tras el asesinato de su hija. Un personaje para el que ha hecho una impresionante transformación con la que no deja indiferente a nadie.
“Me fui hace siete u ocho meses a una casa rodeada de verde. Tenemos caballos, cabras, cerditas y hasta un ternero que pesa doscientos kilos con ocho meses. Estoy muy a gusto, adaptándome y muy contenta con la decisión”
—Nunca habías hecho un personaje como Matilde. Mucha gente se va a sorprender, no se si esto marca una nueva etapa.
—Creo que algo parecido no había hecho nunca, pero tampoco sé si a partir de este momento todos los personajes van a ser así, también depende de lo que vaya llegando. Algunos serán físicamente más parecidos a mí y otros te dan la ocasión de hacer esas transformaciones que son divertidísimas y maravillosas, pero sí, para mí Lobo Feroz ha sido un salto al vacío, eso sí lo puedo decir.
—Esa transformación es impresionante, su manera de caminar, como va encorvada, sus tics… No es solo física, es psicológica.
—Yo quería que la transformación viniera de un salto al vacío físico y emocional, que fuera un cambio de piel interno y externo. Este era mi mayor deseo.
—Siempre has llevado melena y en la película llevas el pelo muy corto. ¿Cómo fue sentarte delante del espejo y cortártelo radicalmente?
—Fue un momento también de mucho vínculo con el personaje. Es una manera de renunciar a tu imagen, a lo que más te gusta, para entregarte profesionalmente, y es bonito. A mí me hizo sentir más conectada con Matilde, me hizo sentir como una energía interna y un poder especial al despegarme de la imagen a la que estábamos acostumbrados.
—Lobo feroz no es una película fácil de ver. ¿Qué se van a encontrar los espectadores?
—Es un thriller de corte clásico pero que aúna muchísimos géneros, que te va a dejar pegado a la butaca y te va a brindar la oportunidad de hacerte muchas preguntas acerca de tus sombras, de lo que está pasando en la película y de quién es realmente el lobo. Es una película entretenidísima, de estar muy atento, de jugar como espectador a ser detective, a convertirse en el policía.
“Soy granjera a tiempo parcial. Luego me dedico a estudiar Filosofía y guiones e intento ser una buena madre perruna y lo consigo muy pocas veces”, ríe
—¿En qué has cambiado de El tiempo entre costuras, de la que se han cumplido diez años, a hoy?
—Siento que tengo una relación más madura con la profesión porque ya no albergo expectativas, a día de hoy, tan irreales. Con el tiempo he conseguido disfrutar un poco más de lo que sí está sucediendo, de lo que sí me pasa. Pones metas más pequeñas, más alcanzables, más cercanas, y tu sentido de la gratitud se amplía porque no estás con la vista puesta en la carencia, en lo que te falta, sino en todo lo que sí está pasando, que es muchísimo y que a lo mejor con menos edad me costaba más ver.
—¿Antes, por ejemplo, ir a Hollywood era un sueño y ahora te da más igual?
—Justo, sí. Si sucediera, bueno, pero no es un primer objetivo en mi vida, la verdad.
—¿Qué te permites hacer que, por ejemplo, hace unos años no te dejabas?
—Pues decir más lo que pienso. Creo que con los años me atrevo a ser más espontánea. Y me gusta muchísimo, porque al final creo que lo mejor del mundo es acostarte y sentir que has sido fiel a ti misma, que no te has traicionado.
—Después de toda la vida viviendo en el centro de Madrid, te fuiste al campo. ¿Fue meditado?
—Hace ocho años, sí. Siempre me había gustado. Recuerdo que, cuando éramos pequeños, pasábamos los fines de semana en el campo con mis abuelos y a mí los domingos me costaba muchísimo volver a la ciudad. Siempre he tenido esa cosa de vivir fuera y de tener un terrenito, árboles cerca, poder soltar a los perros y no estar tan preocupada por el tráfico.
“Acabo de terminar la formación como monitora de yoga, ahora me toca examinarme, tengo mucha ilusión. Es algo que me encantaría compaginar con mi otro trabajo”
—Y ahora has dado un paso más, porque te has mudado al norte de España. ¿Cómo fue esa decisión?
—Pues un poco lo mismo. Siempre me había gustado el norte y no me había atrevido. Empezaron a pasar los años y me di cuenta de que o me atrevía a hacer lo que quería o no me iban a dar otra oportunidad —ríe—. Así que dije: “Voy a probar y, si siento que no funciona, siempre puedo volver”.
—¿Qué tal la nueva vida allí?
—Me fui hace siete u ocho meses. Estoy muy a gusto, adaptándome y muy contenta con la decisión.
—¿Y tendrás animales? Tus perritas, que siempre te acompañan…
—Sí, y tenemos caballos, cabras, unas cerditas y hasta un ternero que pesa doscientos kilos con ocho meses, pero va a llegar a mucho más, tres o cuatro veces más. Los animales ya los teníamos aquí desde hace mucho. La nueva incorporación es el ternero. Es la estrella de la banda —ríe—.
—¿Y cómo es tu día a día? ¿Eres granjera a tiempo completo?
—No, soy granjera a tiempo parcial —ríe—, luego me dedico a estudiar Filosofía y guiones e intento ser una buena madre perruna, y lo consigo muy pocas veces.
—¿Qué valor le das a tu tiempo libre ahora? ¿Cuáles son tus pequeños placeres desconocidos?
—Le doy todo el valor al tiempo libre y mis pequeños placeres… Pasear por la noche y oler a eucalipto —eso es un placer enorme—, cenar con las personas a las que amo, tomarnos una tosta calentita con verduras y ver una película, estar con mis perros en el sofá, ir a nadar, darme una ducha caliente, esto me encanta…
“Creo que algo parecido no había hecho nunca. Para mí ha sido un salto al vacío”, nos dice sobre su nuevo personaje la actriz, que hace diez años fue Sira Quiroga en El tiempo entre costuras
—Hace muchos años que el yoga es parte de tu vida también. Y te has hecho monitora.
—Sí, acabo de terminar la formación, ahora me toca examinarme. Estoy muy contenta y con mucha ilusión. Esto es algo que me encantaría compaginar con mi otro trabajo.
—¿Qué te quita el estrés a ti?
—Dormir, para mí es clave. Cuando me noto muy al límite, que veo que cualquier cosa me va a hacer explotar, hago terapia de sueño. Para mí es curativo.
—Parece que tu vida es idílica, Adriana.
—A ver, te estoy contando la cara más alegre, pero cultivar esta actitud también requiere esfuerzo y a veces te rindes. Hay de todo. A veces cuesta, estás cansada y no tienes tiempo para ti, pero compensa tanto… Y sientes que es lo que has decidido, pero claro que hay momentos duros.
—¿Tienes un lema en este momento de tu vida?
—No, pero si tuviera que decir una frase sería: “Soy más feliz en la gratitud”.
—¿Y para ser feliz necesitas estar enamorada?
—No. Y, además, trabajo en que no sea así, porque no creo que deba serlo.
—¿Te has vuelto más exigente en el amor con el paso de los años y las relaciones?
—No utilizaría exigente, fíjate. Diría que con los años me voy conociendo y sé lo que me va a resultar más sano y lo que no. Intento poner el foco en lo nutritivo y, luego, desde ahí, hacer el trabajo de tolerancia, que empieza en una misma y en el reconocimiento de que somos unas personas maravillosas y a la vez insoportables. Todas las personas somos como podemos, y lo mismo las parejas. No puedes exigir tampoco lo que tú no eres ni siquiera un día entero. Lo que pido es poder contar razonablemente con la persona que tengo al lado, que sienta que vibramos en una sintonía más o menos común, que remamos hacia la misma dirección y que tenemos un concepto del amor similar. Si esto es así, el resto son particularidades y ahí no me pongo muy sibarita —ríe—.
Te pueden ayudar en el camino
—¿El amor te ha tratado más bien que mal?
—Sí, muy bien. Me ha enseñado muchísimo. Todos. Y me llevo muy bien con todos. Al final son personas que te conocen mucho y con las que has compartido mucho. Para qué perder eso. Son grandes maestros que te pueden ayudar mucho a lo largo de todo el camino, aunque los personajes hayan cambiado. Así lo veo yo.
—Uno es hoy lo que ha vivido en el pasado.
—Sí, y es muy bonito que pase el tiempo y de repente poder reencontrarte y ver las cosas que te limitaban, las cosas de las que te arrepientes, pero que agradeces porque no podías haber hecho de otra manera y ahora sientes que sí puedes y que has conseguido ganar ese coraje gracias al compañero que tuviste. Eso es muy bonito.
—¿Has encontrado un buen compañero de vida que te acompañe en tu campo?
—Sí —ríe—. Sí.
—¿Cuál es tu momento vital ahora mismo?
—Autoconocimiento desde el cariño.
—Siempre has trabajado mucho tu salud mental, Adriana, incluso cuando era un tabú hablar de la terapia, tú ya lo hablabas.
—Para mí, la idea de tener un profesional al lado que pueda acompañarte en momentos duros es un regalo. Su labor tiene un sentido y cuando encima es talentoso, te da unas pautas y unas orientaciones que te salvan de muchas cosas y de mucho sufrimiento.
—Además, también te ayuda a entrar y salir de los personajes, que no debe de ser fácil.
—Sí, mucho. Más que al terminar el rodaje o al empezar, en el día a día. Cuando empiezas en una rueda intensa de grabación con muy poco tiempo libre y te cuesta dejar el personaje en el set y volver a la vida real. Ahí el psicólogo me ha ayudado muchísimo. Pero luego lo termino, quiero decir, lo pauto. No estoy todo el rato con un terapeuta. Estoy un tiempo, lo dejo y veo si esas pautas que me han dado las puedo aplicar yo sola. También es bueno trabajar el caminar solito, porque a veces no te das cuenta del potencial que has conseguido.
—¿Qué te espera en este dos mil veintitrés?
—Irme a rodar a principios de febrero una película a República Dominicana, Uruguay y Madrid, y luego… lo que venga.