“No hablemos de política, ¿vale?”, nos deja claro Jorge Romanov , nada más proponerle una entrevista para ¡HOLA!. Por lo demás, el gran duque de Rusia –y heredero al trono del país– no puede mostrarse más cercano y transparente. Por ejemplo, comparte su ilusión por la llegada de su primer hijo, Alejandro, el pasado 21 de octubre, y por el buen momento que el zarévich disfruta junto a la escritora italiana Rebecca Bettarini, con la que se casó en octubre de 2021, tras cuatro años de noviazgo.
Por otro lado, Jorge, nacido en Madrid hace 41 años, nos descubre los aspectos más desconocidos de su vida: de su nueva etapa en Rusia a su relación con otras Casas Reales europeas, como la española y la griega. No hay que olvidar que el rey Constantino II de Grecia, recientemente fallecido, era tío suyo y también padrino.
—Entonces, ¿se encuentra instalado en Rusia?
—Mayoritariamente, sí, en Moscú. Recientemente, ha tenido lugar el nacimiento de mi hijo, Alejandro, que es el heredero. También el bautizo se celebró antes de las Navidades en Rusia. Estamos muy orgullosos y muy contentos.
—¿Cómo está viviendo esta nueva etapa de su vida?
—Pues con dificultades –ríe–, pero asumimos todos con grandes alegrías. Encima, es nuestro primer hijo, pero mi mujer, Rebecca, me ayuda y apoya muchísimo. Es un placer poder también estar en mi país, que mis abuelos nunca pensaron que podríamos volver algún día. Ha sido algo muy progresivo y muy difícil, porque hemos vivido una historia muy trágica. Pero tengo la oportunidad de estar ahí y apoyar la situación actual, tan conflictiva, que podemos apoyar. Son tiempos difíciles y a nadie le gusta que estén peleados los hermanos entre sí. Siempre estamos ayudando humanitariamente, en espíritu y en presencia.
—Usted se crió en Españ a.
—Aunque ahora esté más en Rusia, nací aquí por coincidencias de la historia y de la vida. En realidad, estuve un poco por toda Europa, pero sí. Por eso, España es un país que está muy cerca de mi corazón.
—¿Cómo le ha recibido el pueblo ruso?
—Tengo que decir que con mucho cariño y mucho interés. El pueblo ruso tiene mucho conocimiento de su historia. Cuando cayó el régimen, después de años de comunismo y tener una cultura cerrada, el país se volcó enormemente en su religión y su historia. Así, hubo un hambre muy fuerte por conocer su historia, su cultura y sus raíces. Entonces, es muy emocionante para su pueblo cuando se vuelve a hablar de la historia y nosotros formamos parte de ella. Por eso, nos tienen mucho cariño y mucho aprecio.
—Nacido y criado en España, ¿cómo ha sido su experiencia a la hora de instalarse en Rusia? Entiendo que no habrá sido un gran choque cultural para usted, pero sí un gran cambio en su vida.
—Mi madre y mis abuelos, el gran duque Vladimir y la gran duquesa Leonida, me educaron como ruso ortodoxo. Entonces, me pasaron todas las tradiciones que ellos vivieron. Mi abuela nació en Georgia, en la etapa soviética. Me dieron un fondo de la cultura y de la historia rusa, además del idioma. Yo aprendí a hablar ruso desde pequeño. Fue uno de los primeros idiomas que aprendí, junto con el español, pero porque nací aquí (risas). Por eso, no tuve un gran choque cultural.
—Pero una cosa es conocer un país y otra instalarse en él.
—Sí, pero llevamos desde el 92, que fue cuando el Gobierno ruso nos invitó por primera vez, la familia imperial, a volver a Rusia. Fue para el cambio histórico del nombre de Leningrado a San Petersburgo y querían que un descendiente de la familia Romanov estuviera presente en el acontecimiento. Por eso, desde entonces, empezamos a hacer viajes periódicamente por temas culturales e históricos. Ahora hemos recorrido, sin querer, el sesenta por ciento del territorio ruso. Como te puedes imaginar, es un país enrome.
—¿Y cómo ha sido el recibimiento en todos esos lugares?
—Aunque pienses que no, conocen la historia y les da una alegría por sus tradiciones y sus culturas. Te visten y te cantan… Es una cosa increíble. Por desgracia, Moscú se ha vuelto una gran metrópoli, como puede ser Londres o Nueva York. Pero, San Petersburgo es una cosa totalmente diferente. Es como si el tiempo se hubiera parado. Gracias a Dios, la ciudad no ha sufrido grandes bombardeos y siguen los palacios y la arquitectura preciosa. Pasar de Moscú a San Petersburgo es pasar de la ciudad de los negocios, la de traje y corbata, a la ciudad de la cultura y museos. El Hermitage tiene una colección absolutamente maravillosa y está a la altura de los grandes museos.
—¿Cómo está su madre?
—Ella está muy bien. Como sabrá, acudió al funeral de nuestro tío Constantino.
—¿No ha estado usted también?
—No pude, no llegué a tiempo. Por eso, mi madre fue en representación de la familia.
—Para usted, la de Constantino II de Grecia ha sido una pérdida importante.
—Sí, una pérdida familiar. Obviamente, era un tío muy querido para nosotros. También fue uno de los padrinos de mi bautizo. Con lo cual, ha sido una pérdida muy emocional. Para mi madre también, que se conocían desde hacía muchísimos años.
—¿Qué recuerda del carácter del rey Costantino?
—Era una persona que vivió tanto y tiempos tan difíciles, pero llegó a reinar. Hizo siempre lo que estimaba oportuno para su país y su desarrollo. Ha sido un gran ejemplo y siempre ha estado ayudando a su país. Era una persona con un carácter fantástico. Conocía el deporte, como la vela… Eso le unía a Su Majestad el rey Juan Carlos y eran muy amigos. Siempre recuerdo esa gran persona.
—¿Mantiene relación con los cinco hijos del rey Constantino?
—Les veo poco, les veo poco. Estamos todos en distintos lados del mundo, por lo que, desgraciadamente, nos vemos más en este tipo de eventos tristes o cuando hay algún matrimonio, que es mucho más divertido. Pero sí, mantenemos el contacto con las familias.
—¿Y cómo es su relación con los reyes de España, Felipe VI y doña Letizia?
—También nos vemos muy poco, por desgracia. Pero tenemos muy buena relación. Siempre ha sido muy cordial.
“Como padre todavía estoy aprendiendo. Alejandro tiene solo tres meses, así que es una etapa completamente nueva en mi vida. Pero es un niño muy. bueno”
—Los meses de pandemia han sido intensos para usted en el plano personal: se casó en otoño de 2021 y, ya a finales del año pasado, tuvo a su primer hijo.
—Me pilló en Rusia. Mi mujer y yo nos quedamos bloqueados en Moscú. Fue la primera vez que pasé las Navidades sin la familia, que siempre tenemos el plan estricto de reunirnos. Mi mujer y yo la pasamos solos encerrados en un apartamento de Moscú. Pero también tenía su encanto y también nos la oportunidad de ver el país como se vivía… Pero lo pasamos muy bien.
—Tengo entendido que quiere formar una familia muy numerosa.
—Acabamos de tener el primer hijo… Veremos lo que Dios nos va a dar. Esperamos que muchos. Si es posible, me gustaría que Alejandro tuviese hermanos.
—¿Deja dormir el pequeño?
—Está siendo muy bueno. Sorprendentemente, a pesar de lo que me avisaron amigos y primos, el niño nos deja dormir. Es bastante bueno. Como todos los niños, hay que despertarse cada cuatro horas, pero tengo que decir es un encanto y estamos muy felices con él.
—¿Cómo se ve como padre?
—Todavía estoy aprendiendo (ríe). El niño tiene solo tres meses, así que es una etapa completamente nueva en mi vida.
—Por último, ¿qué supone para usted ser heredero del trono ruso?
—Para mí es una responsabilidad familiar enorme, que me han pasado mis abuelos y mis padres. Veo que representamos la historia desde una familia y una época de la historia de Rusia. Para mí, obviamente, es una responsabilidad y un deber el ayudar y estar presente, obviamente, en la capacidad que nos toca ahora vivir. Si el pueblo ruso necesita mi ayuda, siempre estaré preparado y dispuesto.
—¿Se dedica usted al campo empresarial?
—Ahora mismo, al caritativo. Trabajé duramente muchos años en la Unión Europea, con la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio. Fue una gran mentora para mí y la quería muchísimo, que, por desgracia, nos dejó hace unos años. Ella me dio un gran momento de mi carrera profesional en la Comisión Europea. Trabajé muchísimos años en Bruselas y allí desarrollé relaciones europeas con Rusia. Durante muchos años, me centré en ellas. Por desgracia, últimamente, es más complicado.
—Habla de su labor caritativa. ¿A quiénes ayuda?
—Ahora tenemos la Fundación Imperial Rusa, de la que me encargo yo personalmente. Estamos ayudando a hospicios para niños terminales en Rusia. También a universidades y colegios, para enseñar a trabajar con médicos y tenemos también intercambios con hospitales europeos. Ahora estoy viendo si encuentro una beca para un intercambio de médicos con España. Por otro lado, está el primer banco alimenticio de Rusia, que se llama Foodbank Rus. Estamos con los bancos del hambre mundiales, con los GFM. Hemos podio ayudar a muchísima gente, especialmente durante la pandemia, donde nuestro trabajo se multiplicó por quinientos. Tuvimos muchísimos voluntarios que ayudaron a tanta gente mayor, que los pobrecitos no sabían nada y nadie les llevaba comida. Como Rusia es un territorio enorme, hay lugares a los que es muy difícil llegar. Ahora nos estamos dedicando a abrir dependencias de foodbanks a través de las regiones rusas, para intentar ayudar al máximo. También ayudamos a refugiados y gente que llega a Rusia. Ahora mismo, es una de mis tareas principales.
—Vamos, que no para.
—No. Creo que no está mal. Además, con un hijo, una mujer… (ríe). Creo que tenemos cosas que hacer.