ros rio tello y carmo aranha en la 39 quinta dos carvalhos 39 hola4095© César Villoria

Nos recibe junto a su familia y su amiga de toda la vida y socia, Carmo Aranha, también acompañada de sus hijas

Entramos en la ‘Quinta Dos Carvalhos’, la espectacular hacienda portuguesa del siglo XVIII de la arquitecta de interiores Rosário Tello

La finca pertenece desde hace seis generaciones a la familia de su marido, António Eduardo Soares de Carvalho, cuyo abuelo fue profesor de equitación del Rey Juan Carlos y su hijo cría caballos purasangre


22 de enero de 2023 - 15:00 CET

Es la suya, sin duda, una de esas historias de profunda amistad a lo largo de una vida. Una amistad que se remonta a sus diez y once años, cuando sus padres se encuentran a la salida de Misa un domingo en Lisboa. De eso hace más de cuarenta años. Carmo Aranha y Rosário Tello son, además, socias en el gabinete de diseño de interiores Sa Aranha & Vasconcelos. (SAV). En un fantástico atardecer en la hacienda de Rosário, ambas se complementan las frases en su intento de explicar su inusual relación.

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“Su padre y mi madre habían estudiado juntos en la universidad en Oporto y eran amigos. Años más tarde, ambos por matrimonio, acabaron viviendo en Lisboa, pero... se habían perdido de vista. Hasta que un día se reencontraron”, nos cuenta Rosário
© César Villoria

© César Villoria

En la villa portuguesa de Azeitao, se encuentra esta finca con varias construcciones que datan del siglo XVIII. Consta de una casa principal, dos caseríos y la casita de la piscina con zona de comedor, cocina y sauna, y un garaje para albergar los coches antiguos y las motos. En la imagen de abajo se aprecia uno de los coches ‘vintage’ con los que la familia participa en carreras.

Rosário: “Su padre y mi madre habían estudiado juntos en la universidad en Oporto y eran amigos. Años más tarde, ambos por matrimonio, acabaron viviendo en Lisboa, pero... se habían perdido de vista. Hasta que un día, a las puertas de la iglesia, se reencontraron. Agradablemente sorprendidos, decidieron retomar la amistad de su época de estudiantes”.

© César Villoria

Rosário Tello y su amiga y socia Carmo Aranha. Nuestra anfitriona sujeta las riendas de ‘Raza’, de la cuadra de caballos purasangre que cría António Maria, el hijo de su marido, y que son los favoritos de la Familia Real de Catar.

Carmo: “Tenemos casi la misma edad. No íbamos al mismo colegio, pero cada vez que una tenía una fiesta, una celebración, invitaba a la otra y así fueron pasando los años. Además, los padres de Rosariño eran alegres, abiertos... En su casa nunca se sabía cuántos iban a sentarse a la mesa. Siempre había sitio para todos, así que, durante muchos años, su casa fue también mi casa”.

La madre de Rosário (Lila Tello) era una prestigiosa anticuaria. Su padre, ingeniero. Los de Carmo, administrador de un banco y ama de casa. En los dos hogares los objetos bonitos y la atracción por la belleza ocupaban un lugar predominante. Sus hijas fueron, poco a poco, absorbiendo todo ello por una especie de ósmosis.

Carmo: “Cuando nosotras éramos unas jovencitas, en Portugal no había casi nada. Nuestros padres viajaban mucho y siempre volvían cargados con objetos extraordinarios. Decidimos reunir algunas piezas hechas por artesanos y venderlas a los amigos”
© César Villoria

“He intentado hacer una decoración clásica para ir acorde a la historia de esta casa, pero, al mismo tiempo, añadirle todas las comodidades modernas”, dice Rosário, que, abajo izquierda, posa con su marido, António Eduardo Soares de Carvalho. En el centro Lua, nieta de António; a la izquierda, Maria, y a la derecha Mariana, sobrinitas de Rosário. Y junto a ellos el teckel de la familia, Carioca.

Carmo: “Cuando nosotras éramos unas jovencitas, estoy hablando de antes de la entrada en el Mercado Común, en Portugal no había casi nada. Nuestros padres viajaban mucho y siempre volvían cargados con objetos extraordinarios. Eso nos hizo pensar y decidimos reunir algunas piezas hechas por artesanos que nos parecían interesantes y, como un hobby, en nuestra casa, venderlas a los amigos”.

© César Villoria

© César Villoria

Arriba, sobre la chimenea, una obra plástica del artista español Xavier Escribá, y sobre el sofá, pintura de António Quadros y unas tintas chinas de Bernardo Marques. Sobre estas líneas, otro de los salones.

Nunca se les ocurrió que estaban iniciando un negocio. Lo hicieron, simplemente, porque tenían “la necesidad” artística de hacerlo. Sin, por supuesto, un  business plan  y sin ninguna perspectiva de futuro.

Rosário: “Empezó a correrse la voz entre los amigos y luego entre los amigos de los amigos. Y, para unas Navidades, decidimos crear un conjunto de piezas especiales y unos jaboncillos de colores y formas atractivas. Intuitivamente pensamos que podía ser un regalo bonito, especial. Reunimos en una esquina de la tienda de mi madre a los compradores de las  boutiques   mas exclusivas para darnos a conocer. Al año habíamos vendido 100.000 en todo el país”.

© César Villoria

Sobre estas líneas, ambas amigas, que se conocen desde la infancia y comparten su tiempo familiar y profesional juntas al frente de su empresa.

Sorprendidas de su éxito, decidieron ir algo más lejos, alquilaron un garaje y empezaron a vender diferentes objetos decorativos. Unos dos años más tarde, como su estilo era ya muy personal, aquellos amigos-clientes les sugirieron que, quizá, podían ayudarlas en la decoración de sus casas. Y fue así cómo todo empezó.

© César Villoria

© César Villoria

El comedor, cuya mesa vemos en detalle en la imagen inferior, con cubertería de plata portuguesa, vajilla de Limoges y copas de plata, del siglo XIX, y cristalería antigua de Murano. Arriba, En la pared, al lado de la mesa, ‘Naturaleza muerta’ de Pedro Proença. Las sillas son estilo Luis XVI, la lámpara de madera del techo data del XIX. Los sillones ‘marquises’ franceses son del siglo XVIII, como el espejo del fondo, que es portugués.

Rosário: “Muy muy rápido. Yo había estudiado Ingeniería, como mi padre, y me encaminé hacia, por llamarlo de alguna manera, la parte más artística. Carmo, que es organizada y práctica, de la parte del negocio, de la estructura de empresa”.

La unión perfecta de las dos socias. Una, el cerebro creativo. La otra, el cerebro económico. A veces Rosário va un poco más lejos y Carmo ha de pararla con un “cuidado con el presupuesto”. Otras, al contrario, es Rosário la que empuja para “intentar algo nuevo y arriesgado”.

© César Villoria

© César Villoria

Salón del piso inferior. Junto a la chimenea, alfombras portuguesas procedentes de Arraiolos, realizadas especialmente para esta casa. Sobre la mesa —en detalle, sobre estas líneas, lista para degustar el famoso ‘bolo’ (bizcocho) de naranja—, un candelabro francés de estilo Imperio.

Carmo: “Obviamente, no estamos siempre de acuerdo, pero siempre estamos de acuerdo en ponernos de acuerdo. Somos más que amigas, hermanas. Tengo multitud de ejemplos de ello... Sin ir más lejos, cuando nació mi hija Carolina, hace más de treinta años, tuve una complicación en el posparto. Del hospital donde estaba me trasladaron a otro. Cuando llegaba en la ambulancia, ¿quién estaba esperando en la puerta? Rosário, por supuesto”.

© César Villoria

© César Villoria

Arriba, la cocina, moderna, diseñada por Rosário, combina funcionalidad con algunos recuerdo familiares. Sobre estas líneas, nuestra anfitriona preparando el pastel junto Mariana, Lua y Maria.

Trabajan juntas todos los días y los fines de semana, si no se ven, hablan por teléfono. Sus vidas personales y las profesionales están entrelazadas armoniosamente. No toman ninguna decisión si no es a medias. En su atelier de 1.300 metros, en los antiguos muelles del puerto de Lisboa, cada una tiene su mesa en un gran despacho. Su equipo, de unas treinta personas, compuesto casi totalmente por mujeres, ha ido creciendo a medida que aumentaban sus clientes.

Rosário: “Tenemos una relación muy íntima con nuestros clientes. Agradecemos infinitamente que nos escojan para algo tan personal como crearles un hogar. Nos ofrecen su dinero, su tiempo, su confianza, y nosotras se lo agradecemos hacién­dolo lo mejor que podemos. Es un trabajo de persona a persona. Nos ofrecen también la oportunidad de conocerlos bien y eso nos enriquece muchísimo. Es algo realmente fantástico y también una gran responsabilidad. Acabamos, en muchos casos, haciéndoles parte de nuestras vidas y, a medida que pasan los años, sus hijos y, en algunos casos, sus nietos también se convierten en clientes”.

© César Villoria

Habitaciones de invitados. La central, con dos camas separadas, originariamente unidas, era el dormitorio del abuelo de António, Eduardo Soares de Carvalho, instructor de equitación del Rey Juan Carlos. Sobre estas líneas, dormitorio principal, donde nació el suegro de Rosário. Las paredes azul turquesa están forradas de tela de Jim Thompson. La cama en lino artesanal, de Antoinette Poisson, y las sillas portuguesas, de D. Maria. La cómoda portuguesa de palo sano y la lámpara, Fundaçao Ricardo Espírito Santo.

Por todo ello es por lo que no les gusta excesivamente hacer proyectos que no sean de particulares. Los hoteles, tan deseados por algunos de sus colegas, a ellas les parecen algo impersonales. Les gusta dar lo mejor de sí mismas en cada uno de los casos y superarse también en cada nuevo proyecto. La palabra “excelencia” se repite con frecuencia en su discurso.

Carmo: “También creemos en abrir las puertas a nuevas influencias, especialmente de gente joven. Es un apasionante desafío para nosotras. Mi hija pequeña, Francisca, que estudió Brand Management, en New School of Business Lisboa, y es una gran trabajadora, se nos ha unido a la empresa. Ella se está encargando de la imagen corporativa y, desde hace apenas un mes, del  shopping online , con una línea de fácil acceso que llamamos Yelow. También tengo otra hija, Carolina, una mujer maravillosa que, aunque estudió cine en ECAM, en Madrid, decidió más tarde dedicarse a mejorar el bienestar de las personas mediante terapias alternativas”.

“En esta casa, que es muy grande, novecientos metros, cada una puede tener su propio espacio. Está abierta a todos. La convertí en mi hogar al casarme con António Eduardo, en 2001”
© César Villoria

Carolina y Francisca llaman a Rosário, que no tiene hijos, “tía” y su relación tanto con ella como con su marido, António, es de cariño y complicidad.

Rosário: “En esta casa, que es muy grande, 900 metros, cada una puede tener su propio espacio cuando vienen. Es una morada abierta a todos, como aprendí de mi madre. En realidad, no era mi casa, la convertí en mi hogar al casarme con António Eduardo, en 2001”.

Cuando el tatarabuelo de su marido se instaló aquí, echaba de menos el queso de su zona: “Decidió traerse a un pastor y sus ovejas. Pero no salió, por culpa de los diferentes pastos, como él esperaba, ¡salió mejor! —Ríe—. Es el famosísimo queso de Azeitao”
© César Villoria

Carmo con sus dos hijas, Caro­lina y Francisca.

La  Quinta     Dos Carvalhos  ha estado en su familia desde hace seis generaciones, comenzando en el siglo XIX. Su tatarabuelo, que venía de la región de Belmonte cuando se instaló aquí, echaba de menos el queso de su zona. “Decidió traerse a un pastor y sus ovejas para fabricarlo aquí. Nació en el subsuelo de esta casa. Pero, no salió, por culpa de los diferentes pastos, como el esperaba, ¡salió mejor! —Se ríe—. Es el famosísimo queso de Azeitao”.

La familia de António Eduardo, que también es ingeniero, ha vivido siempre en esta zona. Con la circunstancia de que la mansión que hoy es de Rosário y António tiene como vecino a su hermano Jorge Maria y, algo más allá, casi al lado, se encuentra su hijo António Maria y su familia. Son una estirpe influyente y de gran prestigio.

© César Villoria

Vista parcial de la piscina.

Rosário: “Yo era una mujer divorciada cuando unos amigos comunes decidieron organizar una cena para que António, que también estaba divorciado, y yo nos conociéramos. La primera vez, hablamos un momento y no ocurrió nada… Nuestros amigos insistieron y organizaron una segunda cena. Casi al terminar, António me invitó a cenar. Lo siguiente fue traerme a conocer esta casa y a sus hijos”.

En cuanto quiso darse cuenta estaba casada con él. Y con el matrimonio, llegó la casa. Estaba perfectamente cuidada, pero no era exactamente del gusto de Rosário, que, en cuanto los hijos, Nuno y António, se hicieron mayores y se emanciparon, la decoró con su estilo, cómodo y refinado.

“Como estamos a unos cuarenta minutos de Lisboa, vengo siempre que puedo escaparme y, por supuesto, los fines de semana”
© César Villoria

© César Villoria

Desde el comedor exterior, con bodegón de castañas y vino Moscatel para la fiesta de S. Martinho, muy asociada a los caballos.

Rosário: “Las oficinas están en Lisboa, pero, como estamos a unos cuarenta minutos, vengo siempre que puedo escaparme y, por supuesto, los fines de semana. Espero poder seguir haciendo lo que hago durante muchos años más. Siempre miro hacia adelante, mi trabajo me apasiona de tal manera que es para mí un regalo maravilloso y me siento muy agradecida a la vida porque ha hecho posible el dedicarme a lo que amo”.

Carmo: “Lo que intentamos las dos es “afinar el instrumento”, en el sentido de mejorar con cada proyecto, por nosotras mismas y porque cuanto mejor lo haces, mejores clientes, más interesantes e enriquecedores acuden a nosotros. La excelencia atrae a la excelencia”.

© César Villoria

Carmo fotografiada de nuevo con sus hijas, a la entrada de la casa, que resistió, sin apenas destrozos, al terrible terremoto de 1755.

REALIZACIÓN Y TEXTOVICTORIA DE ALCAHÚD
FOTOSCÉSAR VILLORIA
ESTILISMOHELENA ASSÉDIO MALTEZ
VESTUARIO Y COMPLEMENTOSSTIVALI LISBOA