Es la suya, sin duda, una de esas historias de profunda amistad a lo largo de una vida. Una amistad que se remonta a sus diez y once años, cuando sus padres se encuentran a la salida de Misa un domingo en Lisboa. De eso hace más de cuarenta años. Carmo Aranha y Rosário Tello son, además, socias en el gabinete de diseño de interiores Sa Aranha & Vasconcelos. (SAV). En un fantástico atardecer en la hacienda de Rosário, ambas se complementan las frases en su intento de explicar su inusual relación.
“Su padre y mi madre habían estudiado juntos en la universidad en Oporto y eran amigos. Años más tarde, ambos por matrimonio, acabaron viviendo en Lisboa, pero... se habían perdido de vista. Hasta que un día se reencontraron”, nos cuenta Rosário
Rosário: “Su padre y mi madre habían estudiado juntos en la universidad en Oporto y eran amigos. Años más tarde, ambos por matrimonio, acabaron viviendo en Lisboa, pero... se habían perdido de vista. Hasta que un día, a las puertas de la iglesia, se reencontraron. Agradablemente sorprendidos, decidieron retomar la amistad de su época de estudiantes”.
Carmo: “Tenemos casi la misma edad. No íbamos al mismo colegio, pero cada vez que una tenía una fiesta, una celebración, invitaba a la otra y así fueron pasando los años. Además, los padres de Rosariño eran alegres, abiertos... En su casa nunca se sabía cuántos iban a sentarse a la mesa. Siempre había sitio para todos, así que, durante muchos años, su casa fue también mi casa”.
La madre de Rosário (Lila Tello) era una prestigiosa anticuaria. Su padre, ingeniero. Los de Carmo, administrador de un banco y ama de casa. En los dos hogares los objetos bonitos y la atracción por la belleza ocupaban un lugar predominante. Sus hijas fueron, poco a poco, absorbiendo todo ello por una especie de ósmosis.
Carmo: “Cuando nosotras éramos unas jovencitas, en Portugal no había casi nada. Nuestros padres viajaban mucho y siempre volvían cargados con objetos extraordinarios. Decidimos reunir algunas piezas hechas por artesanos y venderlas a los amigos”
Carmo: “Cuando nosotras éramos unas jovencitas, estoy hablando de antes de la entrada en el Mercado Común, en Portugal no había casi nada. Nuestros padres viajaban mucho y siempre volvían cargados con objetos extraordinarios. Eso nos hizo pensar y decidimos reunir algunas piezas hechas por artesanos que nos parecían interesantes y, como un hobby, en nuestra casa, venderlas a los amigos”.
Nunca se les ocurrió que estaban iniciando un negocio. Lo hicieron, simplemente, porque tenían “la necesidad” artística de hacerlo. Sin, por supuesto, un business plan y sin ninguna perspectiva de futuro.
Rosário: “Empezó a correrse la voz entre los amigos y luego entre los amigos de los amigos. Y, para unas Navidades, decidimos crear un conjunto de piezas especiales y unos jaboncillos de colores y formas atractivas. Intuitivamente pensamos que podía ser un regalo bonito, especial. Reunimos en una esquina de la tienda de mi madre a los compradores de las boutiques mas exclusivas para darnos a conocer. Al año habíamos vendido 100.000 en todo el país”.
Sorprendidas de su éxito, decidieron ir algo más lejos, alquilaron un garaje y empezaron a vender diferentes objetos decorativos. Unos dos años más tarde, como su estilo era ya muy personal, aquellos amigos-clientes les sugirieron que, quizá, podían ayudarlas en la decoración de sus casas. Y fue así cómo todo empezó.
Rosário: “Muy muy rápido. Yo había estudiado Ingeniería, como mi padre, y me encaminé hacia, por llamarlo de alguna manera, la parte más artística. Carmo, que es organizada y práctica, de la parte del negocio, de la estructura de empresa”.
La unión perfecta de las dos socias. Una, el cerebro creativo. La otra, el cerebro económico. A veces Rosário va un poco más lejos y Carmo ha de pararla con un “cuidado con el presupuesto”. Otras, al contrario, es Rosário la que empuja para “intentar algo nuevo y arriesgado”.
Carmo: “Obviamente, no estamos siempre de acuerdo, pero siempre estamos de acuerdo en ponernos de acuerdo. Somos más que amigas, hermanas. Tengo multitud de ejemplos de ello... Sin ir más lejos, cuando nació mi hija Carolina, hace más de treinta años, tuve una complicación en el posparto. Del hospital donde estaba me trasladaron a otro. Cuando llegaba en la ambulancia, ¿quién estaba esperando en la puerta? Rosário, por supuesto”.
Trabajan juntas todos los días y los fines de semana, si no se ven, hablan por teléfono. Sus vidas personales y las profesionales están entrelazadas armoniosamente. No toman ninguna decisión si no es a medias. En su atelier de 1.300 metros, en los antiguos muelles del puerto de Lisboa, cada una tiene su mesa en un gran despacho. Su equipo, de unas treinta personas, compuesto casi totalmente por mujeres, ha ido creciendo a medida que aumentaban sus clientes.
Rosário: “Tenemos una relación muy íntima con nuestros clientes. Agradecemos infinitamente que nos escojan para algo tan personal como crearles un hogar. Nos ofrecen su dinero, su tiempo, su confianza, y nosotras se lo agradecemos haciéndolo lo mejor que podemos. Es un trabajo de persona a persona. Nos ofrecen también la oportunidad de conocerlos bien y eso nos enriquece muchísimo. Es algo realmente fantástico y también una gran responsabilidad. Acabamos, en muchos casos, haciéndoles parte de nuestras vidas y, a medida que pasan los años, sus hijos y, en algunos casos, sus nietos también se convierten en clientes”.
Por todo ello es por lo que no les gusta excesivamente hacer proyectos que no sean de particulares. Los hoteles, tan deseados por algunos de sus colegas, a ellas les parecen algo impersonales. Les gusta dar lo mejor de sí mismas en cada uno de los casos y superarse también en cada nuevo proyecto. La palabra “excelencia” se repite con frecuencia en su discurso.
Carmo: “También creemos en abrir las puertas a nuevas influencias, especialmente de gente joven. Es un apasionante desafío para nosotras. Mi hija pequeña, Francisca, que estudió Brand Management, en New School of Business Lisboa, y es una gran trabajadora, se nos ha unido a la empresa. Ella se está encargando de la imagen corporativa y, desde hace apenas un mes, del shopping online , con una línea de fácil acceso que llamamos Yelow. También tengo otra hija, Carolina, una mujer maravillosa que, aunque estudió cine en ECAM, en Madrid, decidió más tarde dedicarse a mejorar el bienestar de las personas mediante terapias alternativas”.
“En esta casa, que es muy grande, novecientos metros, cada una puede tener su propio espacio. Está abierta a todos. La convertí en mi hogar al casarme con António Eduardo, en 2001”
Carolina y Francisca llaman a Rosário, que no tiene hijos, “tía” y su relación tanto con ella como con su marido, António, es de cariño y complicidad.
Rosário: “En esta casa, que es muy grande, 900 metros, cada una puede tener su propio espacio cuando vienen. Es una morada abierta a todos, como aprendí de mi madre. En realidad, no era mi casa, la convertí en mi hogar al casarme con António Eduardo, en 2001”.
Cuando el tatarabuelo de su marido se instaló aquí, echaba de menos el queso de su zona: “Decidió traerse a un pastor y sus ovejas. Pero no salió, por culpa de los diferentes pastos, como él esperaba, ¡salió mejor! —Ríe—. Es el famosísimo queso de Azeitao”
La Quinta Dos Carvalhos ha estado en su familia desde hace seis generaciones, comenzando en el siglo XIX. Su tatarabuelo, que venía de la región de Belmonte cuando se instaló aquí, echaba de menos el queso de su zona. “Decidió traerse a un pastor y sus ovejas para fabricarlo aquí. Nació en el subsuelo de esta casa. Pero, no salió, por culpa de los diferentes pastos, como el esperaba, ¡salió mejor! —Se ríe—. Es el famosísimo queso de Azeitao”.
La familia de António Eduardo, que también es ingeniero, ha vivido siempre en esta zona. Con la circunstancia de que la mansión que hoy es de Rosário y António tiene como vecino a su hermano Jorge Maria y, algo más allá, casi al lado, se encuentra su hijo António Maria y su familia. Son una estirpe influyente y de gran prestigio.
Rosário: “Yo era una mujer divorciada cuando unos amigos comunes decidieron organizar una cena para que António, que también estaba divorciado, y yo nos conociéramos. La primera vez, hablamos un momento y no ocurrió nada… Nuestros amigos insistieron y organizaron una segunda cena. Casi al terminar, António me invitó a cenar. Lo siguiente fue traerme a conocer esta casa y a sus hijos”.
En cuanto quiso darse cuenta estaba casada con él. Y con el matrimonio, llegó la casa. Estaba perfectamente cuidada, pero no era exactamente del gusto de Rosário, que, en cuanto los hijos, Nuno y António, se hicieron mayores y se emanciparon, la decoró con su estilo, cómodo y refinado.
“Como estamos a unos cuarenta minutos de Lisboa, vengo siempre que puedo escaparme y, por supuesto, los fines de semana”
Rosário: “Las oficinas están en Lisboa, pero, como estamos a unos cuarenta minutos, vengo siempre que puedo escaparme y, por supuesto, los fines de semana. Espero poder seguir haciendo lo que hago durante muchos años más. Siempre miro hacia adelante, mi trabajo me apasiona de tal manera que es para mí un regalo maravilloso y me siento muy agradecida a la vida porque ha hecho posible el dedicarme a lo que amo”.
Carmo: “Lo que intentamos las dos es “afinar el instrumento”, en el sentido de mejorar con cada proyecto, por nosotras mismas y porque cuanto mejor lo haces, mejores clientes, más interesantes e enriquecedores acuden a nosotros. La excelencia atrae a la excelencia”.