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Desde que anunciaron su reconciliación a principios de enero tras su ruptura a finales del pasado mes de septiembre, Tamara Falcó e Íñigo Onieva se han vuelto inseparables. Decididos a hacer funcionar este noviazgo, dejando atrás el pasado, la pareja sellaba su amor con un inolvidable viaje al Polo Norte al que ha seguido una romántica cena en un exclusivo restaurante asiático de Madrid.
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Después de varios encuentros a solas, alejados de los focos, ambos decidían dar un paso más en su relación dejándose ver por primera vez en público por las calles de la capital. Sin querer hacer ningún tipo de declaraciones, pero muy sonrientes, la pareja abandonaba el local, poniendo de manifiesto, con esta nueva cita, que las segundas oportunidades, pueden ser aún mucho mejores que la primera.
A pesar de que mantienen un contacto diario, la marquesa de Griñón y el empresario han decidido tomarse esta nueva oportunidad con cautela, pensando solo en planes a corto plazo. De hecho, la hija de Isabel Preysler todavía no ha vuelto a seguir en las redes ni a la madre ni a los hermanos de Íñigo y tampoco ha restablecido el contacto virtual con los amigos de la pandilla del empresario.
No obstante, las intenciones son buenas por ambas partes. Especialmente por la de Íñigo, queha realizado un gran esfuerzo en los últimos meses para reconquistar a Tamara. La prueba es que, además de emprender el Camino de Santiago en solitario, ha decidido dejar su actividad nocturna para poder así recuperar la confianza de su chica y disfrutar junto a ella de otro tipo de planes. De hecho, a juzgar por el libro que portaba Tamara a su salida del restaurante titulado Rutas por la Comunidad de Madrid, la pareja parece que ya estaría planeando su siguiente escapada.
Lo que se desconoce es si la pareja acabará dando, a corto plazo, el paso de irse a vivir junta, pues la hija de Isabel Preysler se encuentra revisando las obras de remodelación de su nueva casa, tal y como ella misma adelantó hace unas semanas a¡HOLA! y que podría convertirse en su nuevo nido de amor. Se trata de un lujoso ático de unos trescientos metros cuadrados, repartidos en cuatro dormitorios, tres baños, salón, cocina y dos terrazas, una de ellas, con piscina.
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