En 2005, Chris Rock que, antes de que le partieran la cara, tampoco es que tuviera mucha gracia, hizo una pregunta en los Oscars que, ahora, vista ahora con el tiempo, fíjate que sigue sin tener chispa, pero resulta visionaria. Aquel año, el abofeteado por Will Smith se estrenaba en el Dorothy Chandler Pavillion y en su discurso a lo “Saturday Night Live”, o sea, a lo “El club de la comedia”, se le ocurrió meterse con la estrella del momento. Un actor, forjado en el drama de Shakespeare, ojo, que, como el propio Rock explicaba aunque a modo de crítica, se había colado en el reparto de todas y cada una de las producciones que aspiraban al Oscar a mejor película. Una hazaña paradójica porque, por aquellas cosas que tienen que ver tal vez con el amargo don de la belleza, no optaba sin embargo a ninguna para él. ¿No nos suena esto un poco también a Paul Newman? El caso, que Rock bromeó con que si un director como Dios manda quería conseguir a una verdadera estrella, a una auténtica, de verdad y con solera, a algo así como un Tom Cruise todopoderoso, debía esperar, porque si no, se reproduciría ad nauseam la misma situación que se había dado ese año. Que, por descarte, Jude Law se repetía como el ajo film tras film cuando, por comparativa, estos dos actores “no son lo mismo… porque ¿Quién es Jude Law?”. Sean Penn, con quien el británico acaba de rodar “Todos los hombres del rey”, saldría después al escenario para restituir la dignidad de su amigo respondiendo: “Jude Law es uno de los actores más talentosos que hay”; nadie aplaudió y el de “Alfie” despediría días más tarde a sus publicistas por la humillación. Todo quedaría en una anécdota más de una gala más de un febrero más a no ser que, diez años después, encontráramos por fin una respuesta de sabiduría extrema digna que satisfacía aquella pregunta de ignorancia supina. Y la tenía Paolo Sorrentino: Jude es “Dios en la Tierra”. ¡Obvio! Porque, aunque los dioses no tienen edad, él aún es más omnímodo que eso y puede tener lo que quiera. De hecho, Jude Law acaba de cumplir 50 años. ¡Sacrilegio! Bueno, hablar de sacrilegios en estos tiempos es complicado. Se dicen en las webs y las redes tantas cosas… Y también porque, antes de meternos en harina, habría que explicar qué es un “sacrilegio” que, evidentemente, en 146 caracteres, no cabe. Pero, bueno, sí, quizás la aseveración del napolitano sería digna de un sacrílego. Pero es que el de “La grande bellezza” no se caracteriza por ser mesurado sino más bien por los excesos pantagruélicos. Y que el “sex appeal” de este actor… pues oye, no es humano. Ni su atractivo. Ni su charme. Nada. Ni siquiera, su talento, siempre oscurecido por un físico que, como el poliuretano termoplástico en los impermeables, repele todo lo demás. De ahí que el director lo mostrara (casi) desnudo y tan solo ocultando unos pocos centímetros de su piel con un speedo tan blanco como una mitra papal en el arranque de la temporada 2 de “The Young Pope”. Se trataba de un sueño, ok, pero en aquel paseo de Jude Law como el joven Papa Pío XIII a la orilla del Adriático, con los pies descalzos sobre la dorada arena del Lido de Venecia, con el pecho velludo y su melena rubia engominada para atrás… hasta la mismísima Vírgen se desmaya. En esa escena, entonces, tenía 46 años, y encarnaba a un pontífice tan contemporáneo como irreverente, carnal, ególatra, iracundo e irresistible ya sea apurando una lata de Coca Cola Zero, fumando un pitillo o mascando chicle. Ahora, con 50 y en 2023, Jude Law tiene varios títulos que estrenar, desde “Firebrand, Peter Pan & Wendy”, en la que dará vida al malvado capitán Garfio, hasta la última entrega de la Guerra de las Galaxias, “Skeleton Crew”. Sin embargo, para hacer un recorrido por lo que ha sido este medio siglo del actor, epítome del eterno seductor jodidamente canalla y atractivo cuya carrera y vida sentimental se confunden, podríamos utilizar esta braga náutica de 2019 para apuntalar un arco vital que comenzaría con otro calzoncillo blanco en 1999. Con el speedo, terminaría bañándose en el mar para concluir el día de rodaje y casi anegar las redes de robados y primeros planos de todas las partes su anatomía; con el calzoncillo en cambio, lograba que los VHS se descuajeringaran de tanto rewind y tanto fast foward intentando captar la imagen precisa de la pernera del short que permitía ver “algo más” que su ropa interior bajo el sol de Ischia y la mirada atenta de Matt Damon en “El talento de Mr. Ripley”. ¿Por el medio? Muchas cosas, pero ambos eslabones nos sitúan efectivamente ante dos trabajos que marcan… marcan dos hitos de su carrera de un actor que, como las croquetas, la pizza o las palomitas también merece su Día Mundial porque es igual de apetecible. No en vano, con estas dos interpretaciones -que nos olvidamos- consiguió dos candidaturas a dos de los premios más importantes de la industria, los Oscars y los Grammy. Si cantara, es obvio que tendría la trinidad con el Emmy. Pero a ver, que en la carrera de Jude Law no solamente está el díscolo y malcriado Dickie Greenleaf y el arzobispo de Nueva York devenido en sucesor de San Pedro Lenny Belardo, hay mucho, mucho más. Joyas como “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Camino a la perdición”, “Closer” o “Anna Karenina”. Fenómenos de taquilla como “Enemigos a las puertas”, “The holiday” o “Cold Mountain”. O megaproducciones como “Inteligencia Artificial” o las sagas de Harry Potter y Sherlock Holmes. Sin embargo, es probable que su azarosísima vida sentimental y algunos de sus personajes -en especial los dibujados por la Highsmith y Sorrentino, pero también el chapero trasnochado del título de Clint Eastwood- consiguieron que, pese a ser uno de los actores más prolíficos de Hollywood y una máquina de hacer dinero para los estudios, su nombre esté más asociado con la prensa sensacionalista y los rankings de bellezas de todos los tiempos que a otra cosa.De los rankings ni hablamos porque… ya lo hizo Sorrentino. Repetimos, es Dios en la Tierra. Fin. De la prensa amarilla… Es que Jude es mucho Jude. O que tiene mucho amor que repartir. O que, aunque la Unesco no lo haya reconocido todavía, es Patrimonio de la Humanidad y todos necesitamos una visita en sus monumentos… Lo cierto es que el actor ha protagonizado algunos de los escándalos matrimoniales más Hollywood Babylone de las últimas décadas cuando parecía que, en cuanto “líos de faldas” de la colina del 90210, ya estábamos curados de espantos. Quizás sería el de Sienna MIller el más espectacular de todos y el que lo convirtió en leyenda (sexual o whatever). También porque Sienna estaba en plena efervescencia y, aunque ella nunca ha dejado de ser iconazo de estilo, hay que recordar que hasta que no llegó el año pasado “Anatomía de un escándalo” donde interpreta a una Primera Dama británica con la misma cornamenta que la madre de Bambi, no ha levantado cabeza. Ni siquiera ungida por “September issue”, Mario Testino y (a regañadientes) Ann Wintour. Porque su noviazgo -con tres intentonas de matrimonio- con Jude debió de dejarla más que tocada. Y no sería porque Jude no llegó a su vida como ese cántaro que siempre va a la fuente… Es decir, el muchacho, ya, entonces, cardaba muuuucha lana. Pero recapitulemos. Jude estaba casado. Con la actriz Sadie Frost a quien conoció durante el rodaje de “Shopping”. Su historia duró siete años y fruto de aquel matrimonio fueron sus tres -primeros- hijos: Rafferty, Iris y Rudy. Finalmente se separaron en 2003, después de que la pequeña Iris, de tan solo dos años, ingiriera una pastilla de éxtasis por la que tuvo que ser sometida a un lavado gástrico… El escándalo terminó por dinamitar una relación. Porque ya iba a pique, claro. Porque en esas, Law ya había conocido a Miller. La chispa se había encendido en el set de “Alfie”. Ambos estaban en la cresta de la ola peeero las turbulencias en la pareja eran tan intrincadas como un aterrizaje en el aeropuerto de Katmandú sorteando picos en el Himalaya. Daba igual. Eran la pareja más cool del Planeta. Y sí, pasara lo que pasara, se iban a casar… Y si no hubiera sido por Daisy Wright, se casan. Pero Daisy, a sazón niñera de Jude, fue. Decidió que iba a contar que, a ella, el protagonista de “Sky Captain” le había hecho ver la Luna, las estrellas y todos los planetas y galaxias del Universo mientras juraba “engagement” eterno a Sienna. Se convería así en el detonante de una ruptura apoteósica y, por supuesto, en la envidia de las niñeras around the word.. Hastas que llegó Rebecca Loos y conoció bíblicamente a David Beckham, pero ésa es otra historia. Sienna cae en la peor de las depresiones y Jude se consuela ese mismo año, o sea, en 2009, en los brazos de la modelo Samantha Burke. Brazos… Y algo más porque tuvieron una hija, Sophie. Para cuando nace la niña, Burke y Law ya no están juntos. Y sin perder el tiempo, (¿menos es posible?) Jude siguió aumentando la familia. En 2015 se convertía en padre por quinta vez. Ahora, con la cantante Catherine Harding a la que, ese mismo año, como ya se pueden imaginar, dejaba por su psicóloga, Philippa Coan. Por ahora, Philippa se ha confirmado como la definitiva. Llevan ocho años juntos. En el baremos espacio temporal de Jude Law, una eternidad. De hecho, ella le ha hecho volver a pasar por la vicaría convirtiéndose en su segunda esposa en 2019. En secreto. Y también muy discretamente, le ha vuelto a convertir en padre. Desde 2020, Jude es padre de seis niños y, asegura, por fin, que es un hombre asentado, estable y feliz. De 50 años. En 2005, Chris Rock que, antes de que le partieran la cara, tampoco es que tuviera mucha gracia, hizo una pregunta en los Oscars que, ahora, vista ahora con el tiempo, fíjate que sigue sin tener chispa, pero resulta visionaria. Aquel año, el abofeteado por Will Smith se estrenaba en el Dorothy Chandler Pavillion y en su discurso a lo “Saturday Night Live”, o sea, a lo “El club de la comedia”, se le ocurrió meterse con la estrella del momento. Un actor, forjado en el drama de Shakespeare, ojo, que, como el propio Rock explicaba aunque a modo de crítica, se había colado en el reparto de todas y cada una de las producciones que aspiraban al Oscar a mejor película. Una hazaña paradójica porque, por aquellas cosas que tienen que ver tal vez con el amargo don de la belleza, no optaba sin embargo a ninguna para él. ¿No nos suena esto un poco también a Paul Newman? El caso, que Rock bromeó con que si un director como Dios manda quería conseguir a una verdadera estrella, a una auténtica, de verdad y con solera, a algo así como un Tom Cruise todopoderoso, debía esperar, porque si no, se reproduciría ad nauseam la misma situación que se había dado ese año. Que, por descarte, Jude Law se repetía como el ajo film tras film cuando, por comparativa, estos dos actores “no son lo mismo… porque ¿Quién es Jude Law?”. Sean Penn, con quien el británico acaba de rodar “Todos los hombres del rey”, saldría después al escenario para restituir la dignidad de su amigo respondiendo: “Jude Law es uno de los actores más talentosos que hay”; nadie aplaudió y el de “Alfie” despediría días más tarde a sus publicistas por la humillación. Todo quedaría en una anécdota más de una gala más de un febrero más a no ser que, diez años después, encontráramos por fin una respuesta de sabiduría extrema digna que satisfacía aquella pregunta de ignorancia supina. Y la tenía Paolo Sorrentino: Jude es “Dios en la Tierra”. ¡Obvio! Porque, aunque los dioses no tienen edad, él aún es más omnímodo que eso y puede tener lo que quiera. De hecho, Jude Law acaba de cumplir 50 años. ¡Sacrilegio! Bueno, hablar de sacrilegios en estos tiempos es complicado. Se dicen en las webs y las redes tantas cosas… Y también porque, antes de meternos en harina, habría que explicar qué es un “sacrilegio” que, evidentemente, en 146 caracteres, no cabe. Pero, bueno, sí, quizás la aseveración del napolitano sería digna de un sacrílego. Pero es que el de “La grande bellezza” no se caracteriza por ser mesurado sino más bien por los excesos pantagruélicos. Y que el “sex appeal” de este actor… pues oye, no es humano. Ni su atractivo. Ni su charme. Nada. Ni siquiera, su talento, siempre oscurecido por un físico que, como el poliuretano termoplástico en los impermeables, repele todo lo demás. De ahí que el director lo mostrara (casi) desnudo y tan solo ocultando unos pocos centímetros de su piel con un speedo tan blanco como una mitra papal en el arranque de la temporada 2 de “The Young Pope”. Se trataba de un sueño, ok, pero en aquel paseo de Jude Law como el joven Papa Pío XIII a la orilla del Adriático, con los pies descalzos sobre la dorada arena del Lido de Venecia, con el pecho velludo y su melena rubia engominada para atrás… hasta la mismísima Vírgen se desmaya. En esa escena, entonces, tenía 46 años, y encarnaba a un pontífice tan contemporáneo como irreverente, carnal, ególatra, iracundo e irresistible ya sea apurando una lata de Coca Cola Zero, fumando un pitillo o mascando chicle. Ahora, con 50 y en 2023, Jude Law tiene varios títulos que estrenar, desde “Firebrand, Peter Pan & Wendy”, en la que dará vida al malvado capitán Garfio, hasta la última entrega de la Guerra de las Galaxias, “Skeleton Crew”. Sin embargo, para hacer un recorrido por lo que ha sido este medio siglo del actor, epítome del eterno seductor jodidamente canalla y atractivo cuya carrera y vida sentimental se confunden, podríamos utilizar esta braga náutica de 2019 para apuntalar un arco vital que comenzaría con otro calzoncillo blanco en 1999. Con el speedo, terminaría bañándose en el mar para concluir el día de rodaje y casi anegar las redes de robados y primeros planos de todas las partes su anatomía; con el calzoncillo en cambio, lograba que los VHS se descuajeringaran de tanto rewind y tanto fast foward intentando captar la imagen precisa de la pernera del short que permitía ver “algo más” que su ropa interior bajo el sol de Ischia y la mirada atenta de Matt Damon en “El talento de Mr. Ripley”. ¿Por el medio? Muchas cosas, pero ambos eslabones nos sitúan efectivamente ante dos trabajos que marcan… marcan dos hitos de su carrera de un actor que, como las croquetas, la pizza o las palomitas también merece su Día Mundial porque es igual de apetecible. No en vano, con estas dos interpretaciones -que nos olvidamos- consiguió dos candidaturas a dos de los premios más importantes de la industria, los Oscars y los Grammy. Si cantara, es obvio que tendría la trinidad con el Emmy. Pero a ver, que en la carrera de Jude Law no solamente está el díscolo y malcriado Dickie Greenleaf y el arzobispo de Nueva York devenido en sucesor de San Pedro Lenny Belardo, hay mucho, mucho más. Joyas como “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Camino a la perdición”, “Closer” o “Anna Karenina”. Fenómenos de taquilla como “Enemigos a las puertas”, “The holiday” o “Cold Mountain”. O megaproducciones como “Inteligencia Artificial” o las sagas de Harry Potter y Sherlock Holmes. Sin embargo, es probable que su azarosísima vida sentimental y algunos de sus personajes -en especial los dibujados por la Highsmith y Sorrentino, pero también el chapero trasnochado del título de Clint Eastwood- consiguieron que, pese a ser uno de los actores más prolíficos de Hollywood y una máquina de hacer dinero para los estudios, su nombre esté más asociado con la prensa sensacionalista y los rankings de bellezas de todos los tiempos que a otra cosa.De los rankings ni hablamos porque… ya lo hizo Sorrentino. Repetimos, es Dios en la Tierra. Fin. De la prensa amarilla… Es que Jude es mucho Jude. O que tiene mucho amor que repartir. O que, aunque la Unesco no lo haya reconocido todavía, es Patrimonio de la Humanidad y todos necesitamos una visita en sus monumentos… Lo cierto es que el actor ha protagonizado algunos de los escándalos matrimoniales más Hollywood Babylone de las últimas décadas cuando parecía que, en cuanto “líos de faldas” de la colina del 90210, ya estábamos curados de espantos. Quizás sería el de Sienna MIller el más espectacular de todos y el que lo convirtió en leyenda (sexual o whatever). También porque Sienna estaba en plena efervescencia y, aunque ella nunca ha dejado de ser iconazo de estilo, hay que recordar que hasta que no llegó el año pasado “Anatomía de un escándalo” donde interpreta a una Primera Dama británica con la misma cornamenta que la madre de Bambi, no ha levantado cabeza. Ni siquiera ungida por “September issue”, Mario Testino y (a regañadientes) Ann Wintour. Porque su noviazgo -con tres intentonas de matrimonio- con Jude debió de dejarla más que tocada. Y no sería porque Jude no llegó a su vida como ese cántaro que siempre va a la fuente… Es decir, el muchacho, ya, entonces, cardaba muuuucha lana. Pero recapitulemos. Jude estaba casado. Con la actriz Sadie Frost a quien conoció durante el rodaje de “Shopping”. Su historia duró siete años y fruto de aquel matrimonio fueron sus tres -primeros- hijos: Rafferty, Iris y Rudy. Finalmente se separaron en 2003, después de que la pequeña Iris, de tan solo dos años, ingiriera una pastilla de éxtasis por la que tuvo que ser sometida a un lavado gástrico… El escándalo terminó por dinamitar una relación. Porque ya iba a pique, claro. Porque en esas, Law ya había conocido a Miller. La chispa se había encendido en el set de “Alfie”. Ambos estaban en la cresta de la ola peeero las turbulencias en la pareja eran tan intrincadas como un aterrizaje en el aeropuerto de Katmandú sorteando picos en el Himalaya. Daba igual. Eran la pareja más cool del Planeta. Y sí, pasara lo que pasara, se iban a casar… Y si no hubiera sido por Daisy Wright, se casan. Pero Daisy, a sazón niñera de Jude, fue. Decidió que iba a contar que, a ella, el protagonista de “Sky Captain” le había hecho ver la Luna, las estrellas y todos los planetas y galaxias del Universo mientras juraba “engagement” eterno a Sienna. Se convería así en el detonante de una ruptura apoteósica y, por supuesto, en la envidia de las niñeras around the word.. Hastas que llegó Rebecca Loos y conoció bíblicamente a David Beckham, pero ésa es otra historia. Sienna cae en la peor de las depresiones y Jude se consuela ese mismo año, o sea, en 2009, en los brazos de la modelo Samantha Burke. Brazos… Y algo más porque tuvieron una hija, Sophie. Para cuando nace la niña, Burke y Law ya no están juntos. Y sin perder el tiempo, (¿menos es posible?) Jude siguió aumentando la familia. En 2015 se convertía en padre por quinta vez. Ahora, con la cantante Catherine Harding a la que, ese mismo año, como ya se pueden imaginar, dejaba por su psicóloga, Philippa Coan. Por ahora, Philippa se ha confirmado como la definitiva. Llevan ocho años juntos. En el baremos espacio temporal de Jude Law, una eternidad. De hecho, ella le ha hecho volver a pasar por la vicaría convirtiéndose en su segunda esposa en 2019. En secreto. Y también muy discretamente, le ha vuelto a convertir en padre. Desde 2020, Jude es padre de seis niños y, asegura, por fin, que es un hombre asentado, estable y feliz. De 50 años.
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En 2005, Chris Rock que, antes de que le partieran la cara, tampoco es que tuviera mucha gracia, hizo una pregunta en los Oscars que, ahora, vista ahora con el tiempo, fíjate que sigue sin tener chispa, pero resulta visionaria. Aquel año, el abofeteado por Will Smith se estrenaba en el Dorothy Chandler Pavillion y en su discurso a lo Saturday Night Live, o sea, a lo El club de la comedia, se le ocurrió meterse con la estrella del momento. Un actor, forjado en el drama de Shakespeare, ojo, que, como el propio Rock explicaba aunque a modo de crítica, se había colado en el reparto de todas y cada una de las producciones que aspiraban al Oscar a mejor película. Una hazaña paradójica porque, por aquellas cosas que tienen que ver tal vez con el amargo don de la belleza, no optaba, sin embargo, a ninguna para él.
¿No nos suena esto un poco también a Paul Newman? El caso, que Rock bromeó con que si un director como Dios manda quería conseguir a una verdadera estrella, a una auténtica, de verdad y con solera, a algo así como un Tom Cruise todopoderoso, debía esperar, porque si no, se reproduciría ad nauseam la misma situación que se había dado ese año. Que, por descarte, Jude Law se repetía como el ajo film tras film cuando, por comparativa, estos dos actores “no son lo mismo… porque ¿Quién es Jude Law?”. Sean Penn, con quien el británico acaba de rodar Todos los hombres del rey, saldría después al escenario para restituir la dignidad de su amigo respondiendo: “Jude Law es uno de los actores más talentosos que hay”; nadie aplaudió y el de Alfie despediría días más tarde a sus publicistas por la humillación. Todo quedaría en una anécdota más de una gala más de un febrero más a no ser que, diez años después, encontráramos por fin una respuesta de sabiduría extrema digna que satisfacía aquella pregunta de ignorancia supina. Y la tenía Paolo Sorrentino: Jude es “Dios en la Tierra”. ¡Obvio! Porque, aunque los dioses no tienen edad, él aún es más omnímodo que eso y puede tener lo que quiera. De hecho, Jude Law acaba de cumplir 50 años.
¡Sacrilegio! Bueno, hablar de sacrilegios en estos tiempos es complicado. Se dicen en las webs y las redes tantas cosas… Y también porque, antes de meternos en harina, habría que explicar qué es un “sacrilegio” que, evidentemente, en 146 caracteres, no cabe. Pero, bueno, sí, quizás la aseveración del napolitano sería digna de un sacrílego. Pero es que el de La grande bellezza no se caracteriza por ser mesurado sino más bien por los excesos pantagruélicos. Y que el sex appeal de este actor… pues oye, no es humano. Ni su atractivo. Ni su charme. Nada. Ni siquiera, su talento, siempre oscurecido por un físico que, como el poliuretano termoplástico en los impermeables, repele todo lo demás. De ahí que el director lo mostrara (casi) desnudo y tan solo ocultando unos pocos centímetros de su piel con un speedo tan blanco como una mitra papal en el arranque de la temporada 2 de The Young Pope. Se trataba de un sueño, ok, pero en aquel paseo de Jude Law como el joven Papa Pío XIII a la orilla del Adriático, con los pies descalzos sobre la dorada arena del Lido de Venecia, con el pecho velludo y su melena rubia engominada para atrás… hasta la mismísima Vírgen se desmaya.
En esa escena, entonces, tenía 46 años, y encarnaba a un pontífice tan contemporáneo como irreverente, carnal, ególatra, iracundo e irresistible ya sea apurando una lata de Coca Cola Zero, fumando un pitillo o mascando chicle. Ahora, con 50 y en 2023, Jude Law tiene varios títulos que estrenar, desde Firebrand, Peter Pan & Wendy, en la que dará vida al malvado capitán Garfio, hasta la última entrega de la Guerra de las Galaxias, Skeleton Crew. Sin embargo, para hacer un recorrido por lo que ha sido este medio siglo del actor, epítome del eterno seductor canalla y atractivo cuya carrera y vida sentimental se confunden, podríamos utilizar esta braga náutica de 2019 para apuntalar un arco vital que comenzaría con otro calzoncillo blanco en 1999.
Con el speedo, terminaría bañándose en el mar para concluir el día de rodaje y casi anegar las redes de robados y primeros planos de todas las partes su anatomía; con el calzoncillo en cambio, lograba que los VHS se descuajeringaran de tanto rewind y tanto fast foward intentando captar la imagen precisa de la pernera del short que permitía ver “algo más” que su ropa interior bajo el sol de Ischia y la mirada atenta de Matt Damon en El talento de Mr. Ripley . ¿Por el medio? Muchas cosas, pero ambos eslabones nos sitúan efectivamente ante dos trabajos que marcan… marcan dos hitos de su carrera de un actor que, como las croquetas, la pizza o las palomitas también merece su Día Mundial porque es igual de apetecible. No en vano, con estas dos interpretaciones -que nos olvidamos- consiguió dos candidaturas a dos de los premios más importantes de la industria, los Oscars y los Grammy (en realidad, ha conseguido un total de cinco, dos y tres, respectivamente). Si cantara, es obvio que tendría la trinidad con el Emmy.
Pero, a ver, que en la carrera de Jude Law no solamente está el díscolo y malcriado Dickie Greenleaf y el arzobispo de Nueva York devenido en sucesor de San Pedro Lenny Belardo, hay mucho, mucho más. Joyas como Medianoche en el jardín del bien y del mal, Camino a la perdición, Closer o Anna Karenina . Fenómenos de taquilla como Enemigos a las puertas, The holiday o Cold Mountain. O megaproducciones como Inteligencia Artificial o las sagas de Harry Potter y Sherlock Holmes . Sin embargo, es probable que su azarosísima vida sentimental y algunos de sus personajes -en especial los dibujados por la Highsmith y Sorrentino, pero, también, el chapero trasnochado del título de Clint Eastwood- consiguieron que, pese a ser uno de los actores más prolíficos de Hollywood y una máquina de hacer dinero para los estudios, su nombre esté más asociado con la prensa sensacionalista y los rankings de bellezas de todos los tiempos que a otra cosa.
De los rankings ni hablamos porque… ya lo hizo Sorrentino. Repetimos, es Dios en la Tierra. Fin. De la prensa amarilla… Es que Jude es mucho Jude. O que tiene mucho amor que repartir. O que, aunque la Unesco no lo haya reconocido todavía, es Patrimonio de la Humanidad y todos necesitamos una visita en sus monumentos… Lo cierto es que el actor ha protagonizado algunos de los escándalos matrimoniales más Hollywood Babylone de las últimas décadas cuando parecía que, en cuanto ‘líos de faldas’ de la colina del 90210, ya estábamos curados de espantos.
Quizás sería el de Sienna Miller el más espectacular de todos y el que lo convirtió en leyenda (sexual o whatever). También porque Sienna estaba en plena efervescencia y, aunque ella nunca ha dejado de ser iconazo de estilo, hay que recordar que hasta que no llegó el año pasado Anatomía de un escándalo donde interpreta a una Primera Dama británica con la misma cornamenta que la madre de Bambi, no ha levantado cabeza. Ni siquiera ungida por September issue, Mario Testino y (a regañadientes) Ann Wintour. Porque su noviazgo -con tres intentonas de matrimonio- con Jude debió de dejarla más que tocada. Y no sería porque Jude no llegó a su vida como ese cántaro que siempre va a la fuente… Es decir, el muchacho, ya, entonces, cardaba muuuucha lana. Pero recapitulemos.
Jude estaba casado. Con la actriz Sadie Frost a quien conoció durante el rodaje de Shopping. Su historia duró siete años y fruto de aquel matrimonio fueron sus tres -primeros- hijos: Rafferty, Iris y Rudy. Finalmente se separaron en 2003, después de que la pequeña Iris, de tan solo dos años, ingiriera una pastilla de éxtasis por la que tuvo que ser sometida a un lavado gástrico… El escándalo terminó por dinamitar una relación. Porque ya iba a pique, claro. Porque en esas, Law ya había conocido a Miller. La chispa se había encendido en el set de Alfie. Ambos estaban en la cresta de la ola pero las turbulencias en la pareja eran tan intrincadas como un aterrizaje en el aeropuerto de Katmandú sorteando picos en el Himalaya. Daba igual. Eran la pareja más cool del Planeta. Y sí, pasara lo que pasara, se iban a casar… Y si no hubiera sido por Daisy Wright, se casan. Pero Daisy, a sazón niñera de Jude, fue. Decidió que iba a contar que, a ella, el protagonista de Sky Captain le había hecho ver la Luna, las estrellas y todos los planetas y galaxias del Universo mientras juraba engagement eterno a Sienna. Se convería así en el detonante de una ruptura apoteósica y, por supuesto, en la envidia de las niñeras around the word.. Hastas que llegó Rebecca Loos y conoció bíblicamente a David Beckham, pero ésa es otra historia. Sienna cae en la peor de las depresiones y Jude se consuela ese mismo año, o sea, en 2009, en los brazos de la modelo Samantha Burke. Brazos… Y algo más porque tuvieron una hija, Sophie. Para cuando nace la niña, Burke y Law ya no están juntos.
Y sin perder el tiempo, (¿menos es posible?) Jude siguió aumentando la familia. En 2015 se convertía en padre por quinta vez. Ahora, con la cantante Catherine Harding a la que, ese mismo año, como ya se pueden imaginar, dejaba por su psicóloga, Philippa Coan . Por ahora, Philippa se ha confirmado como la definitiva. Llevan ocho años juntos. En el baremos espacio temporal de Jude Law, una eternidad. De hecho, ella le ha hecho volver a pasar por la vicaría convirtiéndose en su segunda esposa en 2019. En secreto. Y también muy discretamente, le ha vuelto a convertir en padre. Desde 2020, Jude es padre de seis niños y, asegura, por fin, que es un hombre asentado, estable y feliz. De 50 años.
“Tengo mucha suerte de estar con alguien de quien estoy locamente enamorado -confesaba hace unos meses en el Daily Mail-. Soy afortunado de estar con alguien con quien me estoy divirtiendo más que nunca en mi vida”. Y eso, para el que sus padres llamaron Jude en honor, no del traidor del amor de Cristo, sino del protagonista del mítico tema de The Beatles que hacía de las canciones tristes algo divertido, no cabe duda de que debe de ser muchísimo.