Al lado de su numerosa familia, formada junto a su marido, Aritz Seminario, Estefanía Unzu, más conocida en las redes sociales como Verdeliss, parece haber encontrado la máxima felicidad. Una dicha que comparte con su exitosa vida profesional como influencer —con más de millón y medio de seguidores— y como empresaria de su propia marca de cosmética natural, Green Cornerss. Sin embargo, Estefanía es, sobre todo, madre. Así la llaman sus ocho hijos —Aimar, de diecisiete años; Irati, de doce; Laia, de once; Julen, de ocho; las mellizas Eider y Anne, de seis; Miren, de tres, y Deva, de diez meses—, que, al igual que todos los niños españoles, han vivido con ilusión y nervios la mágica noche de los Reyes Magos en su formidable casa, ubicada a las afueras de Pamplona: “Nuestro 5 de enero es un día lleno de actividad donde los preparativos comienzan nada más levantarnos. Desayunamos juntos el roscón, por la tarde acudimos a la cabalgata de Reyes en el pueblo donde yo viví mi infancia y, ya por la noche, nos juntamos buena parte de la familia en casa de mis padres. Cuando regresamos a la nuestra, ya tardísimo, es cuando empiezan a aflorar los nervios mientras colocamos los zapatos en los que Sus Majestades nos han dejado los regalos”, nos dice Verdeliss, que participó en GH VIP 6 .
“Las amistades se eligen y la familia te toca, pero creo que mis hijos se elegirían como amigos. Son superdiferentes entre sí, pero compatibles”
—¿Qué tradición de cuando eras niña repites con tu familia?
—Lo que llamamos el movimiento circular de los juguetes. En mi casa, siempre se reservaba una fecha durante las vacaciones navideñas para hacer limpieza. “Si no hay espacio, no pueden entrar juguetes nuevos”, nos advertía nuestra madre. La misión consiste en seleccionar los que menos se utilizan y llevarlos a una asociación. Es una oportunidad maravillosa para que nuestros hijos sean conscientes de lo privilegiados que son y también de lo bonita y necesaria que es la generosidad.
—¿Cómo los definirías? ¿Qué cualidades dirías que tienen cada uno de ellos?
—Aimar es un pedazo de pan, muy bonachón. Disfruta enseñando, se nota que es el hermano mayor. Irati es, quizá, más introvertida, pero es muy amiga de sus amigas, sensata y trabajadora. Laia es la niña dicharachera por excelencia, siempre está sonriendo. Julen es un niño muy empático, inteligente y ordenado. Su habitación no tiene ni un rincón desordenado. Eider es muy sociable, determinada y muy ingeniosa. Anne es como un osito amoroso, quizá, la más caprichosa, pero con un corazón enorme. Miren es la jefa, como la llamamos en casa. Como nació prematura, todos nos volcamos en cuidarla por su fragilidad. Lleva un poco la batuta con sus hermanos, pero le perdonamos todo porque es muy divertida. —Hace una pausa y añade—: Y Deva es… ¡la bebé de la casa! Es adorable y muy risueña, aunque también un poco trastillo. Tienes que andar con mil ojos para que no suba las escaleras o destroce los dibujos de sus hermanos.
Una familia sana
—Para ti deben ser importantes estos momentos en los que miras a tu marido, miras a tus hijos y miras el hogar que has construido. Hace quince años, ¿pensabas que tendrías una familia así de numerosa?
—Si me preguntas si la deseaba, te diría que sí. Si me preguntas si la auguraba, te respondo con un rotundo no. Permitirte hoy en día una familia tan numerosa en términos económicos y de conciliación es prácticamente una utopía. Cuando Aritz y yo recibimos a nuestro primer hijo, éramos muy jóvenes y sobrevivíamos con una mano delante y otra detrás. Él trabajaba como becario en un despacho y yo, como camarera en un restaurante. Nos daba lo justo para vivir muy limitadamente y pagar nuestro alquiler en Madrid. Visualizar en aquellos momentos el mantener a tantos hijos solo entraba en nuestro sueño idealizado. Ahora, nuestra casa no conoce el silencio y es un lugar perturbado por la actividad frenética de pequeñas personitas que la llenan de amor. Tanta actividad es, por momentos, agotadora, pero se compensa con la felicidad que nos aporta. Cada uno de nuestros hijos es lo más bonito que nos ha dado la vida y hemos podido multiplicarlo por ocho.
“Aunque nuestro día a día es caótico, procuramos mantener las emociones bajo un halo de paz y calma. Podemos estar superados como padres, pero intentamos no perder los nervios”
—¿Cómo definirías a tu familia?
—Como una familia sana. Aunque nuestro día a día es caótico, procuramos mantener las emociones bajo un halo de paz y calma. Podemos estar superados como padres, pero procuramos no perder los nervios y no levantarles la voz. A fin de cuentas, los hijos son el reflejo de aquello que ‘maman’.
—Me pregunto cómo es posible que, con tantos hijos, todo funcione de maravilla.
—Cuando vamos a una reunión o a una celebración, la gente se sorprende y nos pregunta cómo hacemos para que apenas se les note. Y mi respuesta siempre es la misma: no se trata de la educación que les inculcamos, simplemente fluye. Mis hijos se visten solos desde bien pequeñitos, no necesitan que alguien esté pendiente de ellos para que acaben su plato y suelen ser ordenados.
—¿Qué es lo que más te sorprende de ellos?
—Que se caen bien. Las amistades se eligen y la familia te toca, pero creo que mis hijos se elegirían como amigos. Son superdiferentes entre sí, pero compatibles.
—Seguro que tienen sus discusiones, ¿cuáles son los principales motivos de ellas?
—Claro. Como en toda relación, hay personas que chocan o que congenian más con unas que con otras. Irati y Laia están, por ejemplo, en la edad de pelear por espacio en el armario o por la hora a la que se apaga la luz para dormir.
“Perdí muchas amistades”
—¿Tendrías más hijos?
—Esa es la pregunta del millón y siempre contesto lo mismo: cuando llegue el momento, os haremos partícipes.
—¿Sientes que has renunciado a algo por la maternidad?
—¡A muchas cosas! En su momento, perdí muchas amistades porque me quedé embarazada con diecinueve años y mi etapa vital no coincidía con la de mis amigas. Ellas salían de fiesta mientras que mi objetivo prioritario era la maternidad. También está la renuncia al desarrollo profesional. A mí me habría gustado hacer una carrera universitaria, pero, criando a nuestros hijos sin ayuda, era inviable. Al final pude estudiar Auxiliar de Enfermería a distancia y la espinita se me quedó algo menos clavada. Pero no me arrepiento de nada.
—¿Quiénes se parecen más a ti en el físico y la personalidad?
—Físicamente, Julen es como un clonecito mío, pero con la piel morena. Y en cuanto a la personalidad, yo diría que Laia. Me identifico con ella cuando la veo pintar y hacer manualidades. Es muy imaginativa y las dos somos despistadas. Olvidamos cada dos por tres dónde dejamos las cosas y se nos cruzan las palabras. Terminamos creando escenas un tanto cómicas, pero nos reímos con ellas.
“Desde fuera, quizá, se piense que llevamos unas rutinas muy espartanas, pero nada más lejos de la realidad. Somos muy relajados con los horarios”
—Cambiando de tema. Dime cuál es tu truco para llegar a todo y organizarte. ¿Tienes en casa algún tipo de ayuda o eres el tipo de madre que está en todos los detalles?
—¡Uf! ¡Ojalá pudiera llegar a todo! Mi agenda está llena de planes que incumplo la mitad y me saboteo mogollón pensando que podría hacerlo mucho mejor. Y cada año voy a peor. Eso sí, Aritz y yo intentamos ser la clase de padres que están pendientes de todos los detalles. Si hemos de delegar por falta de tiempo, no será en el cuidado de nuestros hijos, sino en las tareas que nos quitan de estar presentes con ellos. Tenemos contratada a una chica que es un sol y viene un par de veces por semana a hacer la casa. Aunque no nos hemos despedido de los quehaceres, que son un continuo con tanto tránsito, algo nos desahoga.
—¿Cómo es un día normal en casa de los Seminario Unzu?
—Desde fuera, quizá, se piense que llevamos unas rutinas espartanas, pero nada más lejos de la realidad. Somos muy relajados con los horarios. No bañamos a los peques antes de ir a dormir, porque descubrimos que se traducía en muchas prisas y nervios. Lo hacemos unas veces recién levantados y otras, por la tarde. También somos muy relajados con la plancha y solo planchamos los vestidos y los trajes. Lo demás se cuelga bien recién sacado de la secadora y apañado.
La destreza del padre
—¿Y qué pasa con la cocina?
—Preparamos recetas básicas y en cantidades industriales. Mi mood suele ser de tuppers. Congelo y así resuelvo la papeleta cuando voy apurada de tiempo.
—¿Tienes que ser una auténtica ‘administrativa’?
—Pues en ese tema estoy pez total, porque el que lleva la contabilidad es Aritz. A día de hoy, sería incapaz de decirte los números de nuestra cuenta. Pero sí, es cierto que procuro ser ahorradora.
—Con tanto trabajo, ¿queda algo de tiempo para los padres?
—Escasea tanto que, cuando nos damos el gusto, lo disfrutamos más. Este año nos hemos escapado de viaje de aniversario de boda a Sevilla y lo hemos disfrutado como dos recién enamorados.
—¿Qué tal es Aritz como padre?
—Es el mejor padre que te puedas imaginar. Cuando nos estrenamos con Aimar, le daba apuro bañarlo por si se le resbalaba y ahora tiene destreza para peinar a una, enjuagar a otra y vestir a la siguiente al mismo tiempo. Además, es muy divertido y cuando está con sus hijos saca su mejor versión. No tiene reparos en tirarse al suelo para hacer el caballito y siempre está inventando chistes y juegos. Y por la noche me derrite de amor porque nunca falla a su cita de leerles un libro antes de dormir.
—¿Discutís mucho por los hijos?
—Somos polos opuestos en prácticamente todo: en gustos musicales, culinarios, hobbies… Pero, cuando se trata de criar a los chicos, estamos en el mismo barco y remamos en el mismo sentido.
—¿Cuál es vuestro plan preferido con ellos?
—Las escapadas para respirar aire limpio, juegos en el exterior y senderismo. De hecho, tenemos un merenderito, al que hemos bautizado con el nombre de ‘El rincón verde’. Cada vez que el cuerpo nos pide tiempo en familia y desconexión, lo visitamos.
—¿Y cuándo sacas tiempo para ti?
—Antes apenas lo hacía, si te soy sincera. Ahora, sin embargo, soy muy exigente con el autocuidado. Suelo correr una hora al día y, cuando estoy más desahogada de trabajo, entreno con una coach personal que es muy buena amiga mía.