Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) es abogado y escritor de éxito que ha vendido más de 11 millones de ejemplares de sus obras desde la publicación en 2006 de La catedral del mar, todo un fenómeno editorial. Su última novela es Esclava de la libertad (Ed. Grijalbo, 2022), un desgarrador retrato de la esclavitud en la Cuba del siglo XIX y sus ecos en la sociedad actual. Un libro que temió no poder terminar por el cáncer que padece desde hace unos años.
- Ildefonso, lo primero que nos gustaría saber es cómo te encuentras. ¿La escritura de esta novela ha sido más que nunca una terapia, un pequeño bálsamo para aliviar o al menos olvidar un tanto la enfermedad?
Ahora estoy bien, aunque decir esto cuando uno combate contra el cáncer es una especie de osadía, es como retar al bicho que tienes dentro, pues se puede revolver en cualquier momento. Las últimas pruebas han dado un resultado positivo, pero esta es una lucha a muy largo plazo.
Esta novela ha sido una terapia, en efecto. Si hubiera tenido que seguir trabajando en mi despacho de abogados no lo hubiera podido hacer pero, dentro de esta desgracia, sí que podía escribir, aunque fuera un párrafo al día que luego borraba o cambiaba al día siguiente. Así que sí, ha sido como una especie de terapia y era lo que necesitaba.
Esclava de la libertad se desarrolla en dos tiempos y espacios diferentes: la Cuba española de la segunda mitad del siglo XIX y el Madrid del siglo XXI. Narras la esclavitud en la isla a través de Kaweka y la traes al presente por medio de Lita, ¿querías así incidir en que aquella época no es tan lejana y que debe ser recordada?
Ese era el objetivo principal. Si me hubiera planteado escribir una novela sobre la esclavitud exclusivamente no creo que la hubiese hecho, porque no me habría atraído lo suficiente esa visión, pero trasladar sus efectos, las secuelas, los condicionantes que están viviendo estas comunidades de afrodescendientes en el siglo XXI, incidir en esas situaciones, sí que me interesó mucho. La esclavitud es muy reciente, siempre digo que mi abuela vivió la esclavitud, estuvo en Cuba y fue coetánea como española a esa lacra social y humana, lo que me impacta bastante. Traer a Kaweka al presente, efectivamente, es una buena manera de decirlo.
La novela destaca por el relato duro y descarnado de la esclavitud: las mujeres que prefieren abortar a traer a otro esclavo a ese mundo de latigazos, los trabajos extenuantes, los suicidios, las violaciones y la vida miserable. ¿Elegiste a dos mujeres como protagonistas porque siempre se han silenciado más sus padecimientos a lo largo de la historia?
Tuve claro desde el principio el personaje de la esclava africana, de Kaweka, para reflejar esa terrible realidad. En la época en la que se desarrolla la novela, Gran Bretaña ya ha abolido la esclavitud y controla los mares. España, por su parte, ha prohibido también la trata, pero no la posesión en sus provincias de ultramar. Por eso, los esclavos que llegan a Cuba y Puerto Rico lo hacen a través del contrabando, lo que implica una subida de precios, y es entonces cuando muchos sacarócratas, los grandes terratenientes, recurren a sus propios criaderos de negros en sus posesiones, vástagos nacidos de mujeres esclavas que viven así en sus carnes ese plus de crueldad, pues el destino de sus hijos está marcado desde antes de nacer. Por eso tantas decidían abortar antes de traer otro esclavo al mundo.
En cuanto al personaje de Lita, podía haber sido hombre, pero decidí seguir también esa línea femenina en el presente.
Lita, la hija de Concepción, ya ha nacido en España, ha podido estudiar y formarse, pero no es ajena a las miradas curiosas por su color, las actitudes paternalistas, esa estigmatización que sigue presente en la sociedad actual, ese racismo y prejuicios soterrados. ¿Algún día esto se extinguirá o es imposible?
Es una pregunta francamente difícil. La inmigración está aumentando y hoy en día hay ideologías y tendencias que nos avergüenzan al sustentarse y defender conceptos racistas. Cabría pensar que vivimos un proceso involutivo, que estamos yendo al revés, pero hay que confiar en que el racismo se extinguirá algún día.
El sincretismo religioso inunda toda la narración. Yemayá monta a Kaweka y le recuerda sus orígenes e insufla fuerzas para seguir adelante. ¿Las creencias en sus dioses africanos eran la única ventana de libertad que tenían aquellos esclavos, aunque aceptaran también a los santos cristianos?
Los santos cristianos los aceptaban por obligación, empleándolos para ocultar y mezclar sus propios ritos con la aquiescencia del clero, que no le daba importancia al considerar a los esclavos deficientes mentales o seres muy primarios. Los bozales que llegaban de África llegaban con sus dioses, con su religión. Luego, esto dio pie a la santería y otras prácticas. He intentado apartarme del folklore, de ese carácter esotérico peyorativo con el que solemos ver la santería, el vudú y otras creencias africanas.
Los esclavos tenían cuatro vías o ventanas de libertad: una era el aborto para no alumbrar más esclavos; otra era la fuga, que siempre terminaba mal; otra era el suicidio directo; y, la cuarta, era la religión, uno de los mecanismos a través de los cuales ellos reclamaban sus principios, sus orígenes y tenían ese contacto con sus ancestros. Lo he tratado con el máximo respeto, como una religión ancestral tan respetable como la nuestra, con elementos místicos que pueden recordar incluso a nuestros santos.
"Dinero de sangre", claman Lita y los suyos contra el banco del marqués de Santadoma, recordando aquella expresión de “diamantes de sangre”… ¿Hay más marqueses de Santadoma de los que imaginamos o conocemos?
De los que conocemos, seguro. Hay libros y tratados que establecen la trazabilidad de aquellas fortunas y, por tanto, hay elementos para que cualquier persona pueda profundizar en ello. Respecto a Cuba, se sabe bien qué fortunas provienen del esclavismo y cuáles no, ya que hay muchas otras blancas, que se consiguieron a base de esfuerzo y trabajo.
No todo el dinero que vino de Cuba con los indianos proviene del esclavismo, por supuesto.
He apreciado dos guiños a personajes actuales: Pablo Iglesias, quien acude a manifestarse junto a Lita y su madre, aprovechando su causa; y otro hacia un mítico hostelero de La Latina. ¿Crítica al populismo en el caso del primero? ¿El reconocimiento de un barcelonés a los huevos de Lucio?
No es necesariamente Pablo Iglesias, pero sí un político populista actual. Tampoco es una crítica total, pero siempre sostengo que los políticos nos están robando nuestra capacidad de reacción como ciudadanos. El derecho a manifestarse es prerrogativa de los ciudadanos contra la política precisamente y, en el momento en que esas manifestaciones las encabezan los propios políticos, éstas pierden todo el sentido. Son los políticos manifestándose contra ellos mismos, cuando deberían estar trabajando en el parlamento para arreglar los problemas de la gente. Al final, nos quitan esa capacidad de crítica, de manifestación, para encabezarla, desarrollarla y dirigirla ellos, quedando el pueblo sin ese recurso. Nos dejan sin ese derecho al pataleo.
En el caso del segundo, es un reconocimiento a Lucio, por supuesto. Una persona muy querida por mí, por su hospitalidad, ricos platos y trabajo de tantas décadas.
¿Cómo escribe Ildefonso Falcones? ¿Has cambiado algo tus rutinas o maneras de enfrentarte al folio en blanco desde La catedral del mar? ¿O simplemente afrontas de igual manera cada libro, pero en un momento vital distinto?
Imagino que habré evolucionado con el paso del tiempo, pero no sabría decirte en qué sentido. Lo que sí es más evidente es que los recursos técnicos que tenemos ahora no son los que teníamos antes. Cuando escribí La catedral del mar recuerdo que tenía que consultar diccionarios de sinónimos, ahora lo tienes en el ordenador a un click.
A la hora de enfrentarte al folio en blanco, lo importante es llenarlo. Hay que escribir, aunque esté mal, ya lo romperás o corregirás al día siguiente, pero el folio en blanco no nos puede ganar nunca. Por supuesto, me reescribo y corrijo con frecuencia, es un proceso constante.
La novela tiene mucha fuerza y es muy visual, ¿esperas que sea llevada al cine o quizás adaptada a una serie de alguna plataforma como ocurrió con “La catedral del mar” y “Los herederos de la tierra”?
Estaría encantado, pero tienen que ser los productores quienes se interesen. Ya saben por experiencias anteriores que tengo la capacidad de no intervenir, la flexibilidad necesaria para que todos los artistas que intervienen en el proceso cinematográfico trabajen y creen su propia visión de esta historia que yo he plasmado en el papel.
¿Qué le pide Ildefonso Falcones a 2023?
Llegar al 2024.