Isabel Preysler vive sus navidades más tristes. Hace tan sólo una semana, en una entrevista exclusiva concedida a ¡HOLA!, nos desvelaba que su relación con Mario Vargas Llosa había terminado.
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Tras ocho años de amor, ella y el escritor habían tomado la difícil decisión de separar sus caminos. Y, aunque doloroso -todo el mundo quiere un final feliz para su historia-, estaba convencida de que era lo mejor para ambos y que no había marcha atrás.
Consciente de que la noticia de su separación desencadenaría un terremoto mediático, Isabel avanzó en nuestras páginas: “no quiero dar ninguna declaración más y agradezco a los amigos y medios de comunicación que nos ayuden en esta situación”. Un silencio que mantiene.
Un motivo para sonreír de nuevo
En medio de la tormenta, sin embargo, ha encontrado un nuevo motivo para sonreír -tal y como mostramos en el nuevo número de esta semana-: el bautizo de su nieto Mateo , el hijo pequeño de su hija, Ana Boyer y su marido, Fernando Verdasco.
Su casa, situada en el exclusivo barrio de Puerta de Hierro de Madrid, ha vuelto a convertirse, así, en un refugio, y, sobre todo, en el punto de encuentro de su familia.
Una vez más, en plena tempestad, puso su mejor cara y su elegancia de siempre para conseguir que reinara la alegría y la armonía en su hogar. Todavía no se conocía su ruptura con el premio Nobel, pero en la familia se hacía evidente que las cosas entre ellos no iban bien. La ausencia de Mario era muy notable -de hecho, tampoco asistió con ella a la boda de su amiga y estilista Cristina Reyes-.
Tampoco nadie sabía -el bautizo se celebró el pasado 26 de diciembre- que estas fiestas les deparaban otra sorpresa: la reconciliación de Tamara e Íñigo . La marquesa de Griñón y el empresario se han dado una nueva oportunidad -para su círculo, un ‘milagro navideño’-, y retoman su noviazgo con más determinación que nunca.
Una abuela entregada, divertida y juguetona
Isabel inicia, por tanto, una nueva etapa de su vida, con un único deseo: disfrutar de los suyos, estar tranquila y ser feliz. Y no cabe duda de que sus nietos son su mejor ‘medicina’ .
Según nos cuenta Ana Boyer, su madre es una abuela entregada, divertida y juguetona, a la que sus hijos llaman ‘Lala’. No quieren separarse de su lado. Especialmente Miguel, que está loco de amor por ella y no la deja en ningún momento.