Llega su gran noche y detrás de los esperados minutos televisivos de Cristina Pedroche frente al reloj de la Puerta del Sol hay muchos meses de trabajo, no solo empleados en la sorpresa de su vestido, sino también en su preparación psicológica porque todo lo que hace, siempre es analizado al detalle. Desde hace semanas, ya se habla de ella y los anuncios de las campanadas han recibido todo tipo de críticas, pero la experiencia es un grado y en los trece años que lleva en televisión ha aprendido a sobrellevar todos los comentarios y a seguir adelante, aunque reconoce que este proceso no ha sido fácil.
El año pasado, tras su histórico dato de audiencia en las campanadas, tuvo que estar dos semanas alejada de todo porque no se encontraba bien. “Tuve que tomarme unos días de desconexión encerrada en mi casa porque me dio, no depresión, pero casi. Cuando al cuerpo le estás todo el rato metiendo adrenalina, se pone en alerta y estás a tope, te responde a todo, pero cuando bajas, es cuando tu cuerpo te dice ‘espera, tienes que descansar’”.
Además, ahora hay que sumarle las noticias sobre su embarazo, por lo que la expectación es aún mayor y tiene muy claro que este año será el mejor de todos. No tiene duda. Detrás de su aplomo y de su preparación para enfrentarse a las críticas -tanto buenas como malas porque las buenas también hay que saber encajarlas para mantener los pies en la tierra-, hay una persona muy importante, que confiesa que cambió su vida desde el día que la conoció y que, además, le ha enseñado la que hoy es una de sus grandes pasiones: el yoga. Con la presentadora hemos hablado de salud mental y de cómo se prepara, no solo de cara a Nochevieja, sino también durante todo el año.
—Llevas ya trece años en televisión, echando la vista atrás, ¿cómo te ves? ¿Qué hay de la Cristina que empezó en televisión en comparación con la Cristina que eres ahora?
—Lo que veo es que soy la misma currante, cuando me dan un proyecto creo en él a muerte y me lo curro a morir. Creo en la perfección y creo que con trabajo se llega a ella. Eso es lo que queda, la ilusión, las ganas. Lo que veo que sí que ha cambiado es que antes lo quería todo ya, era muy ansiosa. Creo también que intentaba gustar a todo el mundo y, muchas veces, no me ponía a mí en primer lugar. Te hablo tanto profesional como personalmente, hablo de relaciones, de amistades que anteponía a mí y eso no puede ser.
-¿Has aprendido entonces a quererte?
-Es que, si tú no estás bien y no te cuidas, ¿cómo vas a cuidar al resto? Es imposible. Aunque solo sea por eso, hay que estar bien. Tú te tienes que querer a ti primero para luego poder querer a los demás, te tienes que gustar. No hay nadie con el que vayas a pasar más tiempo que contigo misma. Yo invierto mucho tiempo en gustarme y caerme bien y en meditar y pensar por qué he hecho algo por qué he reaccionado de esta manera… Me planteo mucho las cosas que a priori no me gustan para intentar cambiarlo y eso, al final, hace seas mejor persona.
—En tu caso, tiene mucho mérito la fortaleza que has ido adquiriendo porque se te ha criticado absolutamente por todo.
—Creo que levanto muchas pasiones y muchos odios, pero también la edad me está haciendo darme cuenta de que tengo que priorizar más la gente que sí me conoce, la gente que sí que está, que me apoya… El que viene un día y te dice ‘estás gorda’, ‘estás delgada’, ‘tienes cuerpo de hombre’… esas tonterías son tan absurdas. Es verdad que hacen mucho ruido y a la prensa le gusta sacar ese tipo de cosas porque vivimos en una sociedad en la que parece que cuenta más el titular que la noticia, pero yo voy por la calle y noto que lo que me dan es maravilloso. Es cariño, es apoyo, son sonrisas y al final me quedo con eso, me llena el alma.
—Alguna vez has dicho ‘hoy no puedo más, no miro más el móvil porque me hace daño’.
—¡Muchas veces! Sobre todo, cuando acabo las campanadas. Es verdad que no siempre tengo esta fortaleza con la que me estás escuchando hablar ahora, también somos mujeres y las hormonas no siempre las tenemos igual, hay veces que me cuesta una vida levantarme de la cama y hay otras que no necesito ni que suene el despertador, que me levanto a comerme el mundo. Lo bueno es que no importa cuántas veces me caiga o cuantas veces me encuentre con obstáculos, sino cómo los supero y cómo me enfrento a ellos.
—¿Has recurrido a ayuda profesional?
—De momento no. Sí que he hablado bastante con mi profesora de yoga, Maite, que ahora es mi mejor amiga. Cada vez que tengo un problema, ella es una persona tan sensible y es una tía muy lista. Yo no he necesitado psicólogo a día de hoy porque la tengo a ella. Dabiz, por ejemplo, lleva tiempo con una psicóloga que me parece maravillosa y siempre he pensado que a lo mejor un día hago una sesión con ella, pero al final, “mi yogi” -como llamo a Maite- ya me conoce tanto que no necesito ponerla en antecedentes.
-Ella se ha ido fuera, ¿verdad?
-Sí, está en Texas (Estados Unidos), ahora las sesiones las hacemos online y a deshoras. Maite me ayuda muchísimo y la quiero mucho. Me cambió la vida el día que la conocí y a partir de ese momento, empecé a ser mucho más tranquila, mucho más paciente y a ver la vida como lo que es, que es una cosa muy corta que hay que disfrutarla y vivirla al máximo.