Benedicto XVI ha fallecido hoy, sábado 31 de diciembre a las 9.34 horas, a los 95 años en el monasterio vaticano del Mater Ecclesiae, donde residía desde que, en febrero de 2013, renunciase a su cargo como jefe de la Iglesia católica, según ha informado el Vaticano. Joseph Ratzinger ha muerto acompañado de su secretario personal y las personas del servicio doméstico de su casa, pero antes de su fallecimiento expresó su deseo de que su funeral fuese lo más sencillo posible, según ha explicado el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni. Su cuerpo será velado en la basílica de San Pedro desde el 2 de enero y el funeral se celebrará el día 5 en la plaza de San Pedro, presidido por el Papa Francisco.
Aunque su estado de salud era delicado desde hacía tiempo, fue poco antes de Nochebuena cuando empeoró al comenzar a sufrir problemas respiratorios. Aun así, sacó fuerzas para celebrar la Navidad acudiendo a misa. Tres días después, esos problemas respiratorios se agravaban, lo que llevó al Papa Francisco a pedir, en la audiencia semanal de los miércoles, rezar por él.
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Pido "una oración especial" por él, "que está muy enfermo", decía a los fieles. "Pidamos a Dios que lo consuele y lo sostenga en su testimonio de amor a la Iglesia hasta el final". Fue entonces cuando saltaron todas las alarmas sobre el estado de salud de Benedicto XVI, cuya debilidad confirmaba horas después, Matteo Bruni, director de la oficina de prensa de la Santa Sede: "en las últimas horas se ha verificado un agravamiento" en su estado de salud "debido a su avanzada edad".
Tal era la situación que el secretario personal del Papa emérito, el arzobispo Georg Gänswein, cancelaba sus vacaciones navideñas en Alemania y regresaba de inmediato al Vaticano. Tras verlo, comunicaba que se encontraba "estable dentro de la extrema gravedad". Controlado las 24 horas del día por un equipo médico, se decidió que pasase las últimas horas de vida con la mayor tranquilidad posible, en su residencia, en lugar de trasladarlo a un hospital.
Benedicto XVI, el Papa que hizo historia
Joseph Ratzinger era Benedicto XVI desde abril de 2005, cuando fue elegido Papa tras la muerte de Juan Pablo II. Menos de una década después, en febrero de 2013, y a los 86 años de edad, anunciaba su renuncia como Sumo Pontífice por no encontrarse con la fuerza física y mental suficiente para dirigir la Iglesia. En su momento, fue una decisión no exenta de cierta controversia, puesto que ningún otro Papa había optado por algo así en la historia reciente.
Había que remontarse más de 700 años atrás para encontrar otro precedente. En 1294 Celestino V renunció al papado tras darse cuenta de que no tenía los conocimientos suficientes para la responsabilidad que implicaba el papado. Así, al menos, justificó por escrito su decisión, en la que argüía, además, otras dos razones: enfermedad y el deseo de volver a su vida de ermitaño.
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Algunos medios citan a un pontífice posterior, a Gregorio XII, que presentó su renuncia en 1415, pero esta fue fruto de pugnas internas en el seno de la Iglesia relacionadas con el conocido como Cisma de Occidente. Aunque fuera voluntaria, no tiene nada que ver con la decisión íntima y personal de Celestino V y de Benedicto XVI.
Ratzinger, tras retirarse, se dedicaba plenamente a la vida contemplativa y de oración y sentaba un claro precedente. El Papa Francisco ya decía el pasado mes de julio que no descartaba renunciar: "La puerta está abierta, es una de las opciones normales, pero hasta hoy no he llamado a esa puerta", comentaba con los periodistas que lo acompañaban en el vuelo de regreso al Vaticano tras un viaje a Canadá. "Eso no significa que pasado mañana no empiece a pensar en ello".