Isabel está triste y no quiere dar ninguna declaración, pero por la profunda amistad que nos une, desde hace tantos años, tiene la amabilidad de responderme al teléfono con su voz de siempre: serena, pausada y firme. “Mario y yo hemos decidido poner fin a nuestra relación definitivamente —nos anuncia—. No quiero dar ninguna declaración más y agradezco a los amigos y medios de comunicación que nos ayuden en esta decisión”.
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Con estas palabras pone fin, sin vuelta atrás, a casi ocho años de amor con Mario Vargas Llosa, escritor, político, Premio Nobel de Literatura y su compañero de vida desde que, en febrero de 2015, saltara la noticia de su noviazgo. Al principio inseparables, enamorados como dos adolescentes, consiguieron que todo el mundo viviera su romance como si su felicidad fuera contagiosa, porque juntos eran fuertes y nada se les ponía por delante. Pero los años han pasado y la relación ha perdido, poco a poco, la ilusión del principio.
“No quiero dar ninguna declaración más y agradezco a los amigos y medios de comunicación que nos ayuden en esta decisión”
Durante sus primeros años de noviazgo, la pregunta era recurrente: “Isabel, ¿cuándo os casáis?”. Y ella siempre decía que estaban bien así, y la boda soñada nunca llegó a producirse. Su separación, por lo tanto, es sencilla. Simplemente, el cese de su convivencia y la intención de continuar cada uno por un camino diferente. A mediados de diciembre, tras una escena de celos infundados, Mario salió de la casa de Isabel, en la calle Miraflores, de Puerta de Hierro, y se instaló en su piso cerca de la Puerta del Sol, en el centro de Madrid, sin la menor explicación. Si su intención era volver a casa después de un tiempo, lo cierto es que eso no ha ocurrido.
La de diciembre no era la primera vez que Mario abandonaba la casa. Ya había sucedido en una ocasión antes por la misma causa, y que esta actitud sea recurrente es lo que ha convencido a Isabel de que no merece la pena seguir apostando por una relación sin futuro que a los dos les hace infelices. Isabel tiene una dignidad y una educación exquisita, que no sabe de faltas de cortesía. Ella quiere vivir una vida tranquila, sin sobresaltos, y disfrutar de sus nietos y de su libertad. Su casa, desde siempre, ha sido un hogar tranquilo y alegre; el refugio de sus hijos y ahora de sus nietos, donde se reúne la gran familia Preysler, que está repartida por el mundo, e Isabel no quería que esa armonía pudiera perderse.
A mediados de diciembre, tras una escena de celos infundados, Mario salió de la casa de Isabel, en Puerta de Hierro, y se instaló en su piso del centro de Madrid sin la menor explicación
Claro que duele. Claro que es triste. Cuando alguien encuentra el amor, espera que dure toda la vida. Que no se deteriore la convivencia, que no se pierdan la ilusión y la esperanza. Desafortunadamente, no ha sido así en el caso de Isabel y Mario. Su historia de amor ha terminado. Ha sido un amor de novela romántica, de muchos años de felicidad inmensa, pero sin final feliz. Estas han sido las primeras Navidades que han pasado separados después de casi ocho años juntos. Y con el nuevo año vendrá una vida nueva, con nuevas ilusiones. Vamos a echar de menos a la querida pareja que fueron.
Un amor irresistible
La chispa de este amor irresistible saltó durante un viaje organizado por Porcelanosa, para visitar al entonces príncipe Carlos de Inglaterra en el palacio de Buckingham. Era el mes de mayo de 2015. Mario estaba separado de su mujer, Patricia Llosa, con quien había celebrado, ese año, sus bodas de oro. Isabel, por su parte, había enviudado de su marido, Miguel Boyer, en septiembre del año anterior, después de casi tres décadas de matrimonio.
Tras sufrir un derrame cerebral, habían pasado dos años de mucho dolor debido a su enfermedad, durante los que Isabel estuvo plenamente dedicada al cuidado de su marido. En aquella entrevista, en Buckingham Palace, nos confió esta reflexión: “Perdí a mi marido en el momento del derrame cerebral. Fueron dos años y siete meses realmente duros. Reconozco que fue entonces cuando verdaderamente perdí a mi compañero de viaje”. El duelo, por lo tanto, había sido largo.
Isabel está triste, pero su voz sigue siendo serena. Su decisión es firme y no hay vuelta atrás
Entonces apareció Mario, un amigo al que conocía desde hacía muchos años, y se produjo entre ellos un auténtico flechazo que no pasó desapercibido a sus compañeros de viaje a Londres. En aquel reportaje, hay una imagen inolvidable en la que Mario mira a Isabel intensamente, con una sonrisa de galán de cine. La propia Isabel nos contaba entonces: “Vi por primera vez a Mario en San Luis, Misuri, cuando lo entrevisté en el año 1986 para ¡HOLA! A partir de entonces, Miguel y yo entablamos una buena amistad con Mario y su mujer, que se ha mantenido durante todos estos años”.
La pareja del año
Mediáticamente, las alarmas se dispararon con la portada de ¡HOLA!, la semana siguiente a la de la fiesta de Londres, que titulábamos así: “Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, fotografiados juntos en un almuerzo para dos en Madrid”. Siete días después, en otra portada, aparecían las imágenes que confirmaban su relación, al salir de un restaurante donde habían cenado los dos solos. Aquella era la primera vez que aparecían juntos en público, aunque ya había estallado la noticia de su romance y Mario se había visto obligado a aclarar que estaba separado, ya que esta circunstancia se había puesto en duda.
Al principio no fue fácil enfrentarse a los miedos de quienes los rodeaban, especialmente a los hijos de Mario, a quienes la noticia les afectó mucho. “Para la familia no ha sido fácil. La situación los tomó por sorpresa. No esperaban que surgiera algo como esto a estas alturas de mi vida. Así que ha habido que limar las cosas”, nos confesó Mario en la primera entrevista que nos concedieron los dos juntos, en Nueva York, en septiembre de 2016.
Isabel quiere vivir una vida tranquila, sin sobresaltos, disfrutar de sus nietos, de su libertad, sin la angustia del desamor y las discusiones
“Esto que nos sucedió a nosotros fue inesperado. No era algo que nos imagináramos que fuera a ocurrir, pero ocurrió. Estamos en una etapa muy bonita, muy feliz, dando los pasos que se van dando, cuando se han de dar”. “Este ha sido el año más feliz de mi vida”. No era para menos. Los primeros meses de su relación fueron muy intensos. Hubo viajes alrededor del mundo, de Nueva York a Moscú, de Perú a Colombia y a Filipinas para conocer a la familia de Isabel. También infinidad de cenas, óperas, corridas de toros, un romántico viaje a Buenos Aires y las cataratas de Iguazú, un crucero por los fiordos noruegos, otro por las islas griegas, Bali y el sudeste asiático.
La chispa saltó en mayo de 2015, durante un viaje organizado por Porcelanosa, en el palacio de Buckingham. Él estaba separado y ella era viuda
Isabel y Mario se habían convertido, sin duda, en la pareja del año. “El ritmo de viajes que llevamos es tremendo. El año pasado decíamos que habíamos pasado más tiempo en el aire que en tierra; lo decíamos en broma, pero yo creo que era casi verdad”, nos contaban Isabel en su día. Sus primeras vacaciones de verano juntos fueron como un viaje de novios: los descubrimos en su paradisíaco escondite de la isla de Mustique, donde Isabel solía acudir de vez en cuando, en una villa privada de ensueño, donde pasaron tres semanas: las dos primeras en pareja y la última con los hijos de Isabel. Mario era bien recibido en la familia. Ya vivía en la casa de Puerta de Hierro, como uno más del ‘clan Preysler’. “No vamos a cambiarnos de casa. Estamos felices. La convivencia está siendo maravillosa y ni se nos ha ocurrido marcharnos de esta casa”.
La boda soñada
Muy pronto comenzaron las especulaciones sobre una posible boda. Al principio, la situación legal de Mario se lo impedía, ya que todavía no había firmado el divorcio de su exmujer. El proceso fue largo y la firma llegó en noviembre de 2018. Pero tampoco entonces sucedió lo que todos esperábamos: que Mario e Isabel se convirtieran en marido y mujer. Ya para entonces, ambos estaban acostumbrados a la pregunta de rigor: “¿Para cuándo la boda?”, pero Isabel siempre respondía lo mismo: “Estamos maravillosamente bien como estamos. Somos muy felices así y, por el momento, y a estas alturas de la vida, no vemos la necesidad de cambiar nuestra situación. Mario me ha pedido que me case con él, pero aún no le he respondido. Nada está descartado en nuestro futuro. Todas las opciones son posibles”. Mientras tanto, la vida seguía.
“¿Casarnos? Estamos maravillosamente bien como estamos. Somos muy felices así y, por el momento, y a estas alturas de la vida, no vemos la necesidad de cambiar nuestra situación”
En diciembre de 2017 regresaron a Mustique, esta vez para asistir a la boda de Ana, hija de Isabel, con el tenista Fernando Verdasco. Y poco después llegaron los nietos: Isabel ya tenía a Alejandro y a Sofía, de su hija Chábeli, pero durante los últimos años han nacido los hijos de Enrique (tres preciosos pequeños, de su relación con la tenista Anna Kournikova) y los de Ana y Fernando (dos chicos, Miguel y Mateo). Mario Vargas Llosa, por su parte, continuó con su notable carrera como escritor, y muy frecuentemente Isabel lo acompañaba a sus eventos literarios por todo el mundo. “Estar con Mario me ha aportado muchísimo. Además de felicidad y amor, he aprendido muchas cosas, he conocido a gente interesantísima y me ha enseñado lugares maravillosos que nunca había visitado”.
Los últimos meses de su historia de amor
Fuentes cercanas a la pareja señalan que los últimos meses no han sido fáciles. Aunque daba la impresión de que la pareja que formaban Isabel, de setenta y un años, y Mario, de ochenta y seis, era irrompible, lo cierto es que, con el paso del tiempo, su convivencia se había vuelto complicada por sus diferentes trabajos. En una entrevista, hace algunos años, le preguntamos a Isabel quién de los dos era más celoso: “¡No hay ni comparación! Mario es muchísimo más celoso que yo”. Y así las cosas, la vida en Miraflores perdió la paz de la que siempre había disfrutado. Es cierto que de un tiempo a esta parte a la pareja se la ha visto menos veces en público.
Isabel sufrió, en septiembre de 2021, la pérdida de su madre, a la que estaba muy unida, lo que la sumió en una profunda tristeza. Aunque la alegría regresó a su vida con la boda de su querido sobrino Álvaro Castillejo, que le pidió ser su madrina. Desde entonces, hemos sabido de sus escapadas de verano juntos a Ibiza y Marbella, la asistencia a la Cátedra Mario Vargas Llosa a principios de noviembre y una última aparición de ambos, a mediados de diciembre, en una visita a Toledo.
Aunque daba la impresión de que la pareja que formaban Isabel, de setenta y un años, y Mario, de ochenta y seis, era irrompible, lo cierto es que, con el paso del tiempo, su convivencia se había vuelto complicada por sus diferentes trabajos
Como la atención mediática ha estado centrada en Tamara desde finales de septiembre, la tristeza de Isabel y la ausencia de Mario han pasado más desapercibidas. Tamara buscó refugio en casa de su madre tras la ruptura de su compromiso y su relación, y después llegaron Ana y Fernando para pasar la Navidad en familia. Mario vive desde hace algún tiempo en su casa del centro de Madrid, donde recibe con frecuencia la visita de sus hijos y sus nietos.
Allí pasa estos días de fiesta, acompañado por los suyos. Esta ha sido una Navidad de corazones rotos en casa de Isabel. Pero, animada por la alegría de sus nietos y por el regreso de la paz a su hogar, Isabel ha mantenido el ánimo y la serenidad, y aunque recuerda con nostalgia los momentos felices, descarta absolutamente que pueda haber una reconciliación en el futuro.