Mariana Pita da Veiga Zaforteza estaba radiante con su vestido de novia. Un modelo que había confiado a Lorenzo Caprile. En su taller, el modista se encargó de crear para ella un diseño clásico, muy elegante, realizado en mikado de seda y con una gran cola (de cinco metros) en organza de seda natural, rematada con puntilla de encaje.
Pero el detalle más especial de su look nupcial (que completó con un sencillo ramo de rosas blancas) era, sin duda, su tiara. Una pieza (adornada con diamantes y coronada con otra de mayor talla), que perteneció a su bisabuela Clotilde de Olivar, baronesa de las Arenas. Ahora es su tía Clotilde Zaforteza quien guarda en su joyero este valioso accesorio, que encierra una curiosa conexión con la reina Isabel II.
La conexión ‘real’ con Isabel II
Su antepasado Juan José de Olivar y de Vidal fue el primer alcalde constitucional de Mahón, en 1820. En esta ciudad menorquina se alza una importante fortaleza militar, La Mola, que fue construida con el objetivo de defender la isla de los ataques del ejército británico, y que recibió el nombre de Isabel II, en honor a la monarca española.
Cuando en 1860 la reina Isabel II visitó La Mola, fue la familia de Mariana la que se encargó de recibir a la soberana (Juan José de Olivar había estado presente en su proclamación en calidad de primer diputado de nobleza de la Isla de Menorca), que les concedió el título nobiliario de la Baronía de las Arenas en 1844. En la boda de Mariana, la recordada Reina volvió a estar presente de una forma especial, puesto que su madre, María Dolores Zaforteza, llevó un anillo que Isabel II les había regalado y que ha ido pasando de generación en generación.
Del Duque de Calabria al Conde de Montalvo: los ilustres invitados
Acompañada por su padre, Ramón Pita da Veiga Montis, que lucía el uniforme de caballero de honor y devoción de la Orden de Malta, Mariana llegaba, en un Rolls-Royce Cloud 3, a la Iglesia de los Jerónimos del Real (Madrid) para dar el ‘sí, quiero’ a su prometido, Alfonso Yurrita Giner. Un escenario ‘real’, lleno de historia (allí se casaron, el 31 de mayo de 1906, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg), para una boda que unía al mundo de las finanzas, la milicia y la aristocracia.
Entre sus invitados, se encontraban don Pedro de Borbón-Dos Sicilias y Orléans, Duque de Calabria (que firmó como testigo de la novia); don Álvaro Zuleta de Reales, Duque de Linares; doña Teresa de Medinilla, Duquesa de San Pedro Galatino; don Cristóbal González de Aguilar, Marqués de Villa Alegre; don Javier Fitz-James Stuart, Conde de Montalvo; don Carlos de Salort, Conde de Torre Saura; don Álvaro Villacieros, Conde de Villacieros; y don José María de Olivar, Barón de Lluriach.
Del mundo militar, el General del Ejército y exJeme don Fulgencio Coll; el Almirante y ex Ajema don Joaquín Pita da Veiga; el Teniente General don Juan García y el Capitán de Corbeta don Joaquín Pita da Veiga. De la esfera empresarial, el vicepresidente de Caixabank, Tomás Muniesa; el CEO de Zurich, Vicente Cancio; el CEO de Sanitas, Iñaki Peralta; el Presidente de BUPA, Iñaki Ereño; el presidente de Banca Lazard Europa, Pedro Pasquín; el director comercial del BBVA, Francisco Rey; el CEO de Caser, Ignacio Eyres… Y personalidades de la política -como el vicepresidente de Castilla y León Juan García-Gallardo-, y la cultura -como el artista Augusto Ferrer-Dalmau-.
Cuando Mariana entró en el templo del brazo de su padre, el grupo Alborada interpretaba los acordes del Tollite Hostias et adorate de Saint-Saëns. Las primeras notas de una ceremonia en la que también sonó el himno nacional (después del ofertorio) y la Salve Marinera (en un guiño al vínculo de la novia con la Armada Española), y que fue oficiada por el jesuita don Jesús Rodríguez-Villaroel, el capellán de la Orden de Malta don Manuel Fanjul y el sacerdote del Opus Dei don Luis Poveda.
Convertidos en ‘marido y mujer’, bajo una mantilla goyesca del Cardenal Despuig, los novios recibieron la protección del Espíritu Santo. Y, tras el ‘sí, quiero’, se dirigieron, junto a sus invitados, al corazón de la capital.
En otro marco de excepción, el Hotel Palace, decorado para la ocasión por Alfabia Flores, celebraron, por todo lo alto, el enlace de Mariana y Alfonso. Una boda que unió tres mundos, el de la nobleza, las finanzas y la milicia.