Su sonrisa ilumina hasta la habitación más oscura y sus ganas de comerse el mundo acaban irremediablemente contagiándote. Ha vuelto a nacer y eso se nota en cada palabra que sale de su boca y en la ilusión con la que te habla de su familia, de su profesión y de su vida. El 5 de mayo de 2020 después de 99 días de confinamiento, el jinete de doma clásica Juan Matute, de 25 años, regresaba a los entrenamientos, sin embargo, nada más subirse al caballo sintió un mareo y tan solo le dio tiempo a gritar: “¡Mi cabeza!”. Sufrió un derrame cerebral que a punto estuvo de costarle la vida y que le llevó a pasar 25 días en coma. Al lado, sin separarse ni un solo momento de su lado, su madre y su padre, Juan, también jinete profesional encargado de representar a España en doma clásica en 3 Juegos Olímpicos y 6 veces Campeón de España.
Ahora recuperado por completo, este superviviente, con mayúsculas, Campeón de Europa juvenil en 2015, bronce europeo sub 25 en 2017 y finalista de la Copa del Mundo en 2022, ha participado estos días en la Madrid Horse Week , donde hemos tenido la oportunidad de charlar con él un ratito e inundarnos de su optimismo y positividad, dos ‘bienes’ algo escasos en los tiempos que corren.
-Han pasado dos años y medio de aquel fatídico capítulo en tu vida, ¿qué recuerdas de ese día?
-Lo que me parece más fuerte de todo lo que sucedió es que, al principio, cuando desperté después de 25 días en coma, mis padres me preguntaban cosas para ver qué parte de la memoria había sido afectada tras el derrame y la verdad es que me acordaba de todo, salvo que había ganado el campeonato del mundo de doma clásica en el Sicab de 2019. Y entonces cada vez que me lo decían lloraban. Del día del accidente recuerdo que estaba entrenando como habitualmente después de abrir las instalaciones tras el confinamiento y que de repente empecé a marearme y veía todo oscuro. Avisé a mi padre, que afortunadamente estaba a pie de pista, me bajé del caballo y recuerdo verle dando vueltas alrededor de mí y que a continuación dije: “¡Mi cabeza!” y caí inconsciente. No recuerdo absolutamente nada más, tan sólo que la semana previa había tenido dolores de cabeza muy fuertes y cuando me levantaba bruscamente me mareaba y veía todo oscuro durante unos segundos.
-Así que pasaste de un confinamiento encerrado en casa a 25 días en la cama de un hospital.
-Sí, recuerdo estar en la UCI y veía a los médicos y a las enfermeras pasar por delante de mí y yo pensaba que estaba en algún tipo de vuelo o de viaje, no sabía ni dónde estaba. Me tenían que recordar a diario lo que me había sucedido.
-¿Te ha quedado algún tipo de secuelas?
-Ninguna. Al principio no podía mover la parte derecha del cuerpo, e incluso me cuesta reconocerme en esa etapa de mi vida cuando veo fotos o vídeos, pero hoy en día aún me flipa decir que no tengo absolutamente ninguna secuela.
-¿A día de hoy se sabe qué pudo provocarlo?
-Sí, una malformación arteriovenosa que tenía en el cerebro. El doctor argentino Claudio Rodriguez fue el encargado de operarme y de salvarme la vida.
-¿Vives con miedo a que pueda pasarte de nuevo?
-Es un capítulo completamente cerrado de mi vida y en la de mi familia. Se ha quedado como un mero recuerdo y me ha servido para valorar aún más a la sanidad pública, que muchos de nosotros no apreciamos.
-Tras este accidente, ¿ha cambiado tu escala de valores?
-Sí, porque se aprecian mucho más las cosas diminutas, los gestos y los detalles de la gente que te rodea.
-Llegaron a decirte que pertenecías al 1% de las personas que logran salir de esto, ¿cómo se asimila una noticia así?
-De hecho del primer hospital al que me trasladaron me desahuciaron completamente, ya que para ellos no tenía ninguna probabilidad de supervivencia hasta que este doctor, anteriormente mencionado junto a Estela Veganzones, mi ángel de la guarda, acabaron operándome.
-¿Cuál ha sido tu principal motivación para seguir adelante y no venirte abajo?
-La familia ha sido mi pilar fundamental e inquebrantable en mi vida. Sin mi familia no estaría aquí ni sería la persona que soy, sobre todo por mis padres.
-Tus padres, sin lugar a dudas, serían los que peor lo pasaron y sin embargo los que más disimularan para tirar de ti hacia adelante, ¿no?
-La motivación de la recuperación que tuve que hacer el primer año fue muy dura. Quise tirar la toalla muchas veces e incluso estuve apunto de abandonar la rehabilitación en varias ocasiones ya que no veía que fuera avanzando. Me deprimía continuamente, pero al final fui capaz de tirar hacia adelante gracias a esa red de amor que tenía alrededor. Mis padres siempre estaban ahí, pero también me animaban todos los mensajes que recibía tanto de conocidos como extraños y eso me inyectaba mucha motivación.
-Y desde el accidente, ¿cuánto tiempo pasó hasta que te volviste a subir a un caballo?
-Tardé sólo tres meses y eso es algo que aún me sigue alucinando ya que después de estar en el hospital había perdido toda la masa muscular.
-Tu padre, además de ser tu padre, es tu entrenador, ¿cómo os lleváis?
-Es mucho más difícil de lo que cualquiera se pueda imaginar. Tenemos muchos roces, broncas y conflictos a diario, pero me encanta porque somos como uña y carne y entre nosotros no hay rencor. Siempre que entramos por la puerta de casa hacemos las paces y al día siguiente se comienza de nuevo y ese es el principal motivo por el que seguimos juntos y por el que tenemos tantos éxitos.
-De hecho tu padre ha participado en tres JJOO, que se dice pronto…
-Sí, y además fue el primer jinete español en participar en la categoría de doma clásica. Es mi héroe.
-¿Te veremos a ti en los JJOO de París 2024?
-Me quedé como primer reserva a las puertas de los de Tokio, el seleccionador nacional creo que no tuvo la suficiente vista y más después de haber superado tan rápido todo lo que me pasó. Pero en mi familia no somos rencorosos y lo hecho, hecho está, y si no fue en esta ocasión pues será en la siguiente. El día que comunicaron que no iba a participar fue un chasco, pero al día siguiente me levanté a comerme el mundo de nuevo.
-¿Cuál es tu mayor sueño?
-Sin lugar a dudas, heredar el escudo olímpico de mi padre y optar a ganar una medalla.
-¿A quién admira alguien como tú?
-Admiro muchísimo a mi padre como profesional y como persona. Y en el mundo del deporte mi mayor referente es el jinete sueco Patrik Kittel, tiene los conocimientos y un gran motor, que es un caballo espectacular. Pero ídolos no tengo, porque no idolatro a nadie, pero referencias muchas.
-Cuando no estás entrenando ni dentro de este mundo de los caballos, ¿qué te gusta hacer?
-Me encanta viajar, conocer sitios nuevos, diferentes gastronomías. Me gusta mucho disfrutar de la compañía de mis amigos, brindar y estar de celebración porque la vida es una fiesta. En su día además estudié una carrera. Empecé en Estados Unidos, y después en España estuve estudiando tecnología y empresa y después relaciones internacionales, pero llegó la pandemia y luego mi accidente y me centré por completo en los caballos dejando los estudios en una pausa, ya que la carrera siempre fue un plan B. Lo que yo quiero es ser jinete profesional y dedicarme a la compra-venta de caballos.