La trayectoria de Javier Castillo , al que conocemos todos como Poty, es digna de cualquier guion hollywoodiense donde la vida del protagonista, a base de esfuerzo, golpes de suerte y casualidades, acaba dando giros inesperados y alcanzando cosas inimaginables…. Y en su caso, muchos giros ha dado y no solo junto a la barra de ballet, porque, ¿quién le iba decir a un militar de Torrelavega (Cantabria) del grupo especial de los paracaidistas, que acabaría siendo uno de los miembros del Ballet Nacional, coreógrafo de Olivia Newton-John , presentador de un late night en Estados Unidos o que iba a hacer historia en el mundo de la Gimnasia Rítmica.
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Dio el salto a la fama en televisión, en formatos como Operación Triunfo y Mira Quién Baila, conquistando a la audiencia con su trabajo, su cercanía y su divertida manera de ser, pero antes de eso, le han pasado cosas que no todo el mundo conoce y después, anécdotas increíbles en su conquista del sueño americano. Por algo le pusieron el apodo de “El quitapenas” nada más nacer, su familia atravesaba el duro duelo de la muerte de un hijo.
Aunque no puede evitar sentir cierto pudo o vergüenza porque no le gusta hacer alardes de su carrera, nos ha contado cómo empezó todo y cómo vivió su etapa en Estados Unidos y nos ha fascinado cada paso que ha dado en el camino. Un camino de muchas horas de ensayo, el que ha contado con el apoyo de su familia y con las mejores copilotos de su vida, su mujer, Isabel Navarro, y su hija, Martina, a la que nos presentó la semana pasada en páginas de ¡HOLA!, al cumplir dieciocho años.
—Poty, ¿cómo empezó tu carrera como bailarín. ¿Cómo un chico de Torrelavega termina convirtiéndose en una celebridad de la televisión en Estados Unidos?
—Es que me han pasado cosas que es increíble. Me han pasado cosas que ni soñándolas. Yo vivía en Cantabria y comenzó todo estando en la mili. Me fui con diecisiete años como voluntario a un cuerpo especial, a los Paracaidistas, porque siempre he sido muy aventurero, y recuerdo que a la hora del paseo salíamos a una cabina, donde se formaba una cola enorme con todos los militares llamando a casa. Un día, me dice mi madre: “Han venido dos chicos alemanes a Torrelavega y han montado una escuela de ballet”. Y yo, tapándome la boca para que no me escucharan, contesté: “Apúntame, mamá”. En casa nadie se ha dedicado al baile profesional, aunque mi hermana cantaba muy bien, mis padres bailaban todos los bailes de salón, mi padre claqué... En definitiva, hemos sido un poco “titiriteros”, pero mi madre sabía que yo era el “titiritero” por excelencia.
“Me auguraron un futuro nada prometedor porque tenía veinte años cuando empecé a bailar... Pero terminé la carrera de Ballet Clásico, que son siete años, en dos”
—Y te apuntaste.
—Me auguraron un futuro nada prometedor porque tenía veinte años, pero yo quería bailar. A los seis meses, me llevaron al conservatorio a Madrid para empezar la carrera. Era impensable que con esa edad fuera a hacer la carrera de Ballet Clásico, que son siete años de conservatorio, pero fíjate las ganas que yo tenía ¡que la hice en dos años! Entré al Ballet Nacional, vino Maya Plisétskaya, la famosa bailarina rusa a dirigir la compañía nacional, e hizo un casting multitudinario, nos presentamos ciento once bailarines, de esos eligió a diez y uno de esos era yo. Cambió mi vida. Por el camino me hice cuatro lesiones, me rompí los pies cuatro veces, y una de ellas me tuve que someter a una operación.
—Pero la fama empieza a raíz de la Gimnasia Rítmica y de la televisión.
—Estaba bailando en Finlandia cuando me llamaron Emilia Boneva, que era la seleccionadora nacional de Gimnasia Rítmica, era un mito, era “la búlgara”, y me convocaron para una reunión en Madrid. Entonces, me dicen: ‘¿Tú podrías montar un tango?’ Y les dije: ‘El tango es lo mío’... Yo no había bailado un tango en mi vida. La única referencia de tango que tenía eran discos de Carlos Gardel que tenían mis padres en casa. Me propusieron hacer la coreografía para el Campeonato del Mundo y España va y queda por primera vez en la historia campeona del mundo de la Gimnasia Rítmica. Después de eso, se puso en contacto conmigo Antena 3 televisión y me dieron el puesto de Director de coreografía y puesta en escena musical. Era la primera vez que tenía tarjetas de visita (dice riendo). Y ahí empieza mi periplo, en la época dorada de la televisión, que había muchas galas, hice todas las galas y eso me dio la oportunidad de trabajar con gente que ni soñandolo, he trabajado con Will Smith, con Donna Summer, con Gloria Gaynor, con Cher… Y con los grandes españoles, con todos: Rocío Jurado, Miguel Bosé… No te puedes ni imaginar. Estuve once años en la cadena y eso me enriqueció al máximo.
—Luego hiciste Operación Triunfo y se te empezó a conocer más como persona.
—Operación Triunfo fue un regalo. Pero antes de esto, hubo un programa mítico que me fascinó que era Parodia Nacional. Lo presentaba Constantino Romero, que fue testigo de mi boda. Aprendí tanto, con Josep María Mainat y Toni Cruz. Ahí metieron por primera vez una cámara en la sala de ensayos y veíamos que aquello subía la audiencia. Entonces, se hizo también en Operación Triunfo. Eso me dio una popularidad salvaje, pero muy bien traída.
“He trabajado con Will Smith, con Donna Summer, con Gloria Gaynor, con Cher… Y con los grandes españoles, con todos: Rocío Jurado, Miguel Bosé...”
—Y das el salto al otro lado del charco.
—Hice en España once ediciones de ¡Mira Quién Baila! y me llamaron de Endemol para contratarme para irme a Estados Unidos a hacer la versión americana del programa. Me fui y caí de pie. Todo un éxito con la prensa, unos datos de audiencia gigantes y me llama una empresa para una reunión y me dicen que la casa Nestlé tiene dos grandes apuestas, una va a ser con George Clooney, y yo, de broma, seguí diciendo: “Y la otra yo”. ¡Y fue así! Clooney hacía Nespresso y yo era imagen de Nescafé Clásico en América. También me nombraron como uno de los cincuenta rostros más bellos de la revista People, que premian a las personas no por el físico, sino por su influencia y repercusión.
—Regresaste años más tarde y sigues sin parar, pero aquí. ¿Cuáles son sus planes inmediatos?
—Ahora estoy haciendo un programa que presento para Antena 3 Internacional, se llama Show Businnes TV. Aparte de muchas cosas, voy a dirigir el musical de la vida de Tino Casal, este es un proyecto que está ya muy avanzado. Pero, además, soy embajador marca Ejército de España y me voy al Líbano, a la base Miguel Cervantes, que tienen unas tropas destacadas allí, y voy a dar una charla y apoyarlos. También estoy escribiendo un libro sobre mi vida.
—Y tu madre, ¿qué te decía cuando ibas logrando todas estas cosas?
—Yo con mi madre tengo una relación muy especial, somos una familia muy unida, independientemente de que yo sea el “titiritero”. Mi madre me cuenta una historia turbulenta de la familia y es que el día que yo nací falleció un hermano mío, que tenía nueve años, de meningitis. ¡Qué crueldad la vida! Mi madre no pudo ir al entierro de mi hermano porque me estaba pariendo a mí y en esa época, los partos eran en casa. Mi madre dice que por la ventana veía cómo se marchaba el coche fúnebre con mi hermano y que no le pudo llorar porque venía otro. Cuenta que la comadrona, cuando me trajo al mundo, le dijo a mi madre: “Aquí tienes al quitapenas de la casa”. Y este título es lo único que tengo claro del libro que estoy escribiendo, se va a llamar “El quitapenas”. Y eso me marcó, fui un quitapenas. Mi madre está muy contenta porque por mi profesión le he dado muchas alegrías y le gusta que la gente le diga: “He visto a tu hijo en televisión. Qué agradable es tu hijo”.