En septiembre de 2010, después de siete meses de formación, el príncipe Guillermo conseguía sus alas como piloto de helicópteros de las Fuerzas de Búsqueda y Rescate de la RAF (Real Fuerza Aérea). Ahí empezó a pilotar helicópteros Sea King en la base de la RAF Valley, situada en el norte de Gales, con la que trabajó en varias misiones salvando vidas de militares y civiles. “Estoy realmente encantado por haber completado el curso de entrenamiento con mis compañeros. Ha sido muy duro, pero lo he disfrutado inmensamente. Soy absolutamente feliz volando y será un honor servir en las operaciones de las Fuerzas de Búsqueda y Rescate ayudando en misiones de vital emergencia”, contaba entonces.
Siete años más tarde, después de haber prestado servicio en muchos rescates y también haber prestado servicios como piloto de ambulancia aérea, dejaba de volar para dedicarse por completo a su faceta de príncipe, aunque siempre guardará con mucho cariño en su memoria los años que estuvo “en el aire”, en los que, con la RAF -donde trabajó tres años- llevó a cabo 156 operaciones y salvó a 149 personas. Ahora, la aeronave en la que voló durante tanto tiempo también se ha jubilado… pero no ha terminado en un desguace, le han dado una segunda vida.
Un empresario de Yorkshire (Inglaterra) rescató este helicóptero, que en su día estaba valorado en seis millones de euros, para acondicionarlo como un hotel en Pinewood Park y lo dotó de todo lujo de comodidades, para que los clientes puedan sentir lo que es estar dentro de un aparato de estas características, sin la necesidad de despegar. Perfectamente apto para todo aquel que sufra de vértigo.
Compró, además, otro de los aparatos que solían trabajar con el del actual príncipe de Gales para tener así dos originales espacios de glamping (camping de lujo) que tienen capacidad para que duerman cómodamente dos adultos y tres niños. El precio que piden por pasar dos noches allí es de 365 euros y cuenta con una cama doble, dos literas, un banco que se convierte en cama, tomas de corriente, hervidor de agua, nevera, calefacción y fuera una zona de terraza con mesas y sillas.
Una nueva y original vida para un espacio en el que Guillermo vivió momentos difíciles, de tensión y adrenalina, y también de mucha felicidad cuando las operaciones de rescate terminan bien.