Como aquella mítica canción de Mina: Un año de amor. Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia han logrado franquear, contra viento y marea, todos los muros que se superponían para que triunfara el amor. Su amor. Doce meses después de que se les fotografiara de tapadillo y por primera vez, comiendo en un restaurante de Biarritz, aunque un poco menos desde que saltara el escándalo de su relación, la que parecía una pareja en el cable de un funambulista mantiene el equilibrio con una destreza casi increíble. Atrás —parece— quedó el abismo: la separación de facto con la infanta Cristina, el matrimonio de la joven de Vitoria con el diseñador automovilístico Manuel Ruiz, las presiones familiares por ambas partes o su complicado futuro laboral.
La pareja, que arrastraba rumores de distanciamiento desde este verano, cuando se les vio juntos por última vez, demuestra que no, que lo suyo sigue y sigue mejor. Como podemos ver en esta exclusiva de ¡HOLA!, Iñaki y Ainhoa no solo no se esconden, sino que, además, festejan estar juntos. Cierto es que se muestran prudentes a la hora de dedicarse gestos de cariño o caricias o, incluso, algún beso, ya que prefieren caminar separados, pero de lo que sí queda constancia es de la buena sintonía y la complicidad que respira la relación, con risas y miradas que denotan que se trata de una pareja sólida.
La pareja ha vivido un año crucial. El 2022 dio un giro radical a sus vidas. De la clandestinidad de su amor a tener una relación a la vista de todos, como cualquier otro par de enamorados.
Estas instantáneas fueron captadas en un momento muy especial para ambos. Sobre todo, para Ainhoa, que se vio sorprendida por un regalo inesperado del ex duque de Palma, ya que el pasado domingo ella cumplió cuarenta y cuatro años. Urdangarin quiso celebrarlo por adelantado, quién sabe si por hacer de este —¿segundo?— cumpleaños juntos algo completamente distinto. No en vano, porque ya no tienen por qué esconderse. La pareja, que comparte un piso en Vitoria, aunque ambos conviven con sus respectivos padres , disfrutó de un plan íntimo y romántico. Y no. No optaron por nada exótico o en extremo sofisticado, sino que prefirieron quedarse en la misma ciudad donde ambos nacieron y donde, valga la redundancia, también nació su amor: Vitoria. Eso sí, con la garantía del parador de la capital vasca y la confianza en la buena gastronomía de la zona.
Urdangarin y Armentia, que ya no se esconden, tras separarse de sus parejas, comparten un piso en la capital vitoriana, aunque siguen viviendo con sus familias