No cabe duda de que Carlos Fitz-James Stuart ha tenido una infancia de novela. Siendo el mayor de los seis hijos que tuvo Cayetana de Alba con Luis Martínez de Irujo, creció entre los fascinantes palacios de su familia y rodeado de históricas personalidades. Su nacimiento tuvo lugar en Liria, a pesar de que el palacio madrileño quedara prácticamente destruido por los bombardeos de la Guerra Civil. Las reformas de sus doscientas estancias –un total de 3.500 metros cuadrados– concluyeron en junio de 1956, cuando Carlos todavía no había cumplido los siete años.
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El actual duque de Alba también recibió sus primeros años de educación en Liria, donde fue instruido por nannies inglesas e institutrices de gran rectitud –ya el bachillerato lo estudió en el Colegio de Los Rosales–. Por otro lado, el aristócrata se crió en otras propiedades de la familia, como el palacio de Arbaizenea, en San Sebastian; el de Monterrey, en Salamanca; o Las Dueñas, en Sevilla, donde recuerda que pasaba las festividades de Semana Santa. Además, disfrutó de vacaciones en Saint-Moritz (Suiza), en una época en la que los viajes sólo estaban al alcance de unos pocos.
A pesar de todo ello y de la gran dedicación de sus padres para cuidar su vasto patrimonio, Carlos pudo tener una infancia muy familiar junto a sus cinco hermanos. “Cuando éramos pequeños, nos encantaba estar al lado de nuestro padre y jugar con él”, tal y como cuenta a ¡HOLA! con motivo de la publicación de las memorias de su progenitor, Luis Martínez de Irujo. “Era muy divertido cuando nos contaba cosas”, nos continúa diciendo.
También guarda bonitas memorias junto a su abuelo Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, padre de doña Cayetana y XVII duque de Alba, a pesar de que su fallecimiento tuvo lugar cuando Carlos tenía casi cinco años. “A mi abuelo, le llamaba “gran papá””, nos revela el aristócrata. De hecho, ese cariñoso nombre ahora lo escucha gracia a la pequeña Rosario, la hija de los duques de Huéscar, Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo. “Para mi nieta, soy “gran pa’”, nos apostilla. Otros de las vivencias más emotivas que conserva Carlos Fitz-James Stuart de su familia se produjeron durante las festividades de invierno. “Me encanta la Navidad porque me llena de buenos recuerdos”, nos confiesa el actual duque de Alba. “Yo era muy trasto y me escondía por los sitios. Me divertía mosquear. Eso es de un gamberro, eh”, nos dice antes de esbozar una sonrisa. “Siempre soy muy feliz en Navidad”, nos afirma.
Aun así, Carlos supo aprender de sus progenitores el esfuerzo por aprender y volcarse en sus estudios. “Recuerdo lo mucho que me imponía mi padre cuando leía mis malas notas”, nos cuenta el aristócrata. “Mi madre siempre me inculcó el amor por la Casa, por el arte y por el deporte. Decía que estas eran las mayores satisfacciones que da la vida. Yo también he intentado inculcar eso mismo a mis hijos”, nos explica el actual duque de Alba, quien está viviendo un gran momento personal a sus setenta y cuatro años recién cumplidos. Su felicidad se verá multiplicada en enero, que es cuando nacerá su segunda nieta.