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Dulceida se confiesa en ¡HOLA!: su parón en redes, su separación de Alba Paul y sus planes (postergados) de ser madre

La ‘influencer’ nos da las claves del documental ‘Dulceida al desnudo’, cuatro episodios en los que relata cómo se desbarata su vida tras su separación


2 de noviembre de 2022 - 19:51 CET

La primera imagen de la serie es ella grabándose un vídeo para redes. Lo que ha hecho durante 12 años. Todos los días, ininterrumpidamente. Pero esta ocasión es distinta. Ojos llorosos, nariz enrojecida, nervios y algo que para ella es casi inconcebible: no puede sonreír. Ese plano lo hace llorando. Y casi sin poder articular su discurso.  Dulceida  es, por unos segundos, Aida Domènech y comunica a sus fans, -perdón a sus más de tres millones de seguidores-, que se marcha de las redes sociales por tristeza. Porque su matrimonio con Alba se ha roto y es incapaz de seguir haciendo como si no pasara nada.

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Dulceida© @dulceida
Dulceida es una de las pioneras en creadoras de contenido en nuestro país.

Esa lucha entre la persona y el personaje, aunque en su caso ambas se confunden, es el leit motive de Dulceida al desnudo, la serie de Amazon Prime en la que la chica de Montgat batalla por no ser devorada por la influencer, la empresaria, la pionera en creadoras de contenido. Es decir, la joven que acaba de separarse del amor de su vida, que ve que sus sueños por ser madre se alargan en el tiempo, que ha perdido a su abuela por el Covid o que tiene una infección en la vagina… Esas cosas que le pasan a cualquiera pero que parece que una top de la felicidad en Instagram no puede sufrir. Sin embargo, Aida sufre, más de lo que muchos piensan o pensamos. Por un lado, que su vida es susceptible de convertirse en noticia, la soledad de la cumbre, los amigos que no lo son porque la quieren por el interés, los haters… Por otro, que su vida también es su trabajo y lo que era el hobby de una niña, hoy es el negocio de una mujer que se hace adulta. Hablamos con la influencer en una entrevista en exclusiva.

© Prime Video

- En ¡HOLA! hemos podido ver tres capítulos de tu serie y hemos podido observar una constante: la difícil dualidad entre Dulceida y Aida. Sobre todo, lo que Dulceida le impide hacer a Aida… No sé si Aida ha logrado coger las riendas del personaje…

- No creo que me devore, pero sí que es verdad que he vivido un tiempo complicado. El peor año de mi vida (risas) Y en este tiempo, he tenido esa lucha. Porque, como a todos nos ocurre, por muy mal que estés, tienes que ir a trabajar. No te apetece y tienes esa obligación. Y estuve mucho tiempo así. Era como que a Aida no le apetecía pero Dulceida lo tenía que hacer. Estuve en esa guerra.

- Es verdad que no por estar triste puedes dejar de trabajar, pero en mi caso, yo sí me puedo permitir ser un borde, ir hecho un cuadro, pero, ¿tú? Tú no, ¿no?

- Claro. Yo no puedo ponerme delante de una cámara y estar fatal, ¿sabes? Y cuando yo me fui de redes sociales, estaba fatal… Sentía que no podía. Porque a mí no me gusta nada mentir y sentía que estaba engañando a la gente. Sentía que les ponía a mis seguidores una sonrisa todos los días cuando, en realidad, no me apetecía. Perdón, no tenía fuerzas. Por eso, dije: “Me doy un descanso de redes sociales”. Muy merecido después de 12 años todos los días contándolo todo… Y me fue genial.

- ¿Te desintoxicaste un poquito?

- Muchísimo. De hecho, me eliminé instagram del teléfono y por whatsapp contestaba lo mínimo. Paré todo el trabajo… Y lo cierto es que me fue superbien. Desde entonces, siempre lo digo: “Si algún día me vuelvo a ver mal, es lo primero que voy a volver a hacer”. Hasta tonterías como “Chicos, estoy en Madrid” o “Chicos, vuelvo a Barcelona”, que lo hago siempre, dejé de hacerlo y, claro, nadie sabía dónde estaba. Porque cuando escribes eso, siempre hay alguien que te dice: “Amor, pues vamos a quedar”. Así, evitaba ese momento y decía: “Uf, puedo estar tranquila”.

© @dulceida

- También hay momentos en que desaparecer está bien…

- Sí.

- Muchas veces, cuando tienes una vida social muy ajetreada, no te da tiempo a parar y decir: ‘¿Qué estoy haciendo?’ ‘¿Qué hago con mi vida?’

- Justo ahí es cuando tenía más que nunca la lucha de Aida contra Dulceida. Porque decía: “N- o puedo estar bien”. Y la gente me escribía o me comentaba en cualquier evento: “Te noto distinta”, “Te encuentro triste”... Y eso no me gusta. No me gusta nada. Recuerdo que me fui de viaje y, de ese viaje, no tengo ni una foto. ¡Yo, que soy la loca de las fotos!

- En otro capítulo te lo dice tu psicóloga: “No te permites no ser feliz”, “tienes que permitirte sufrir”, y tú le contestas: “No me gusta esa persona que sufre”

- Porque soy una persona que odia las discusiones. Odia estar triste. Odia los dramas. Y era un momento en que me había tocado… Y si no aceptas la tristeza, es muy difícil que superes el momento. Pero yo era: “No la quiero, no la quiero, no la quiero”. Solo cuando la abracé, cuando lloré, me di cuenta de que empezaba a superarlo. He aprendido a eso, a aceptar que puede ser una persona que sufre y que está triste, pero también estoy segura de que si me vuelve a venir una época mala, me volverá a pasar lo mismo… Pero es que desde siempre he sido así con los problemas. Nos los quiero. Los tenemos que pasar porque ahí van a estar. Quizás se deba a que siempre he sido muy feliz… Obviamente, me han pasado cosas como a todos, pero siempre he sido muy feliz. Quizás, por eso, no concibo el no serlo. No soporto cuando me dicen: “Tía, te veo apagada”. No lo soporto. Porque a mí es lo que más me encanta de mi carácter, lo que más me gusta, no el ser la más divertida por ser la más, sino intentar estar todo el rato arriba. Por los demás, ¿sabes? Por ejemplo, si hacemos una cena en casa, yo soy de las de “Oye, venga chicas, vamos a jugar a tal o a cual”, en plan mandona (risas) Pero durante este tiempo, no podía. No me apetecía y yo me lamentaba: “Pero, ¿por qué estoy así si es lo que más me gusta de mí?”

© GTres
Dulceida, a la derecha, junto a su expareja, Alba Paul.

- Hay un momento en un viaje a Cantabria que haces con tus amigos, que no sé quién te dice: “Aida, te estás haciendo mayor”

- (risas) Estás madurando me dice…

- Es que no nos damos cuenta pero hacerse mayor es enfrentarse a cosas malas o que no nos gustan…

- Total. Y en ese sentido, tengo una niña interior muy mandona también que no me deja (risas)

- De ahí que tú te encuentres tan bien en las redes sociales, que cuando empezaste eras una cría y era para ti…

- Un hobby

- Que te divertía

- Muchísimo. Pero, por suerte, me sigue divirtiendo y encantando. Es mi trabajo y es lo que más me gusta, pero te he de confesar que este año perdí un poco las ganas… Ni los proyectos nuevos me ilusionaban.

- ¡No me digas!

- Me salió una película -que estoy rodando ahora- y ni eso. Y yo decía: Pero, Aida, que has estudiado interpretación, que era el sueño de toda tu vida, y ¿te da igual?” Pues, sí me daba igual. Era sí. Pero ya pasó…

“No concebía que yo no pudiera ser feliz”, nos confiesa la influencer

- Eso te iba a decir, ahora, ¿cómo estás?

- Ahora estoy feliz. Con la película. Con todo. Todo me vuelve a hacer ilusión. Desde una colaboración en un post a una campaña. Como siempre me había pasado. Hoy me preguntaban: “¿Estás nerviosa?”. Y yo respondía: “Estoy más nerviosa que en mi vida. Siento que el corazón se me sale”.

- ¿Pero si estas cosas las llevas haciendo desde hace mil años?

- Pero yo siempre me pongo nerviosa. Y hoy más que nunca porque voy a ver el primer capítulo de la serie de mi vida delante de mil personas. Y yo voy a estar sentada con ellas. Va a ser un ‘tierra trágame’ todo el rato.

- ¿Y cómo estás del corazón? La serie comienza con tu ruptura con Alba. Ya ha pasado un año y medio…

- Estoy tranquila. Bien. No tengo ganas de…

- ¿Pareja?

- No. Estoy centrada en mí.

© @dulceida
Dulceida, en su pasada fiesta de cumpleaños.

- Estás en calma

- Sí, ésa es la palabra.

- Me imagino que el proceso es bajar a los infiernos y luego, subir

- Eso es y ahora, lógicamente, tengo mis bajones de vez en cuando porque fue mucho tiempo, además se me juntó con lo de mi abuela…

- Tu abuela murió en pandemia, ¿no?

- En realidad fue el verano de 2021, pero sí, murió de Covid, pero no en la primera oleada… Aún así, solo se pudieron despedir de ella mi madre y mi tía… Pero, fíjate, que la echo muchísimo de menos pero, cuando pienso en ella, no me produce tristeza. Cuando la recuerdo, la recuerdo feliz. La recuerdo sonriendo. A veces, cuando me pongo triste, me pongo a llorar por ella, pero lo hago desde la calma porque sé que ella se fue bien, se fue cotenta. Se quedó dormidita al final… Pero tuvo una vida plena y feliz.

- Sin embargo, la ruptura de Alba te arrastró muchísimo a un pozo muy oscuro

- Sí.

- ¿Tenías una dependencia emocional?

- Dependencia… Y el amor que nos tenemos, que llevábamos siete años juntas y yo me imaginaba toda mi vida con Alba. Siendo madre…

- Ser madre para ti es una constante

- Pero, de repente, la vida te da un empujón y te dice: no va a ser así. Nada de lo que habías previsto lo va a ser. Y empiezas a pensar en el futuro… Lo comentaba con amigos: “Si esto te pasa con 25 años, no es tan grave, pero ahora, pfff me pongo una presión encima…” Como de “Y ahora, ¿qué?”

© @dulceida

- Es que estábais casadas, tenías un planteamiento de futuro. 

- Y no. Fue un cambio drástico.

- ¿Piensas mucho en el futuro?

- Demasiado, pero profesionalmente, no. Ahí estoy tranquila.

- Ahora las cosas van súper rapido y, en tu mundo, más.

- Aparte que yo he vivido cosas en mi casa que me podrían hacerme replantear las cosas, porque sé que un día estás arriba y, al siguiente, abajo, pero no me preocupa tanto el futuro porque me veo muy capaz y me veo muy válida. Tengo una empresa. Pero, personalmente, sí me preocupa el futuro.

- Pero Aida, eres muy joven. 

- Pero de tenerlo todo con Alba y no pensar en eso, a tenerlo que pensar…

- ¿Y qué es lo que piensas?

- En: ¿Qué pasará ahora?

- ¿No voy a poder ser madre? Puedes serlo cuando quieras

- (risas) Es que yo quería ser madre con 28 o 29 y ya tendría dos niños.

- Pero los planes no siempre se cumplen…

- Ya. Hay que dejarse llevar. Ya lo sé… Sigo trabajando en eso en terapia. Y, poco a poco, lo voy interiorizando. Pero un día me da un lapsus y todo mal (risas) pero estoy mucho más tranquila también con ese tema.

- Y el trabajo te ayuda a no pensar, ¿no?

- Al principio, sobre todo. Ahora, no. Estaba solo ‘trabajo, trabajo y trabajo’ para aparcar los problemas, ¿sabes? Porque yo puedo ser muy extrovertida, pero los problemas gordos, los de verdad, tiendo a ocultarlos. A guardarlos. Si no los dices en voz alta…

- No existen

- Eso lo he aprendido. A gestionar las emociones y… a ser un poco mejor.

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