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Nada más llamar a la puerta de su nueva casa de Madrid, Lidia Torrent nos abre emocionada con su bebé en brazos. Es la viva imagen de la felicidad y es increíble lo rápido que se ha recuperado del embarazo. Han pasado nueve días desde que dio a luz y tiene una figura impresionante, como siempre. Tras ella, sale a saludarnos su pareja, Jaime Astrain, quien tampoco puede evitar estar todo el rato mirando ensimismado a su pequeña Elsa.
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Los dos reconocen que aún les cuesta creer que el pasado 17 de octubre llegara al mundo su pequeña, que midió 52 centímetros, pesó 3,330 kilos y les ha cambiado la vida mucho más de lo que esperaban. Pero no solo a ellos, también a sus respectivas familias, ya que los han convertido en abuelos y tíos por primera vez. Sin poder quitarle los ojos de encima y mientras todo el equipo de esta sesión de fotos se derrite mirando a la pequeña, Lidia y Jaime nos cuentan cómo fue su llegada, cómo lo están viviendo y cómo serán sus vidas a partir de ahora, con su nuevo título de padres.
“Cuando me quedé embarazada, me enamoré otra vez de Jaime, y, después de haber tenido a Elsa, me volví a enamorar de él, porque con la peque está involucrado al cien por cien”
—¿Cómo estáis viviendo estos días?
—Con mucha emoción y aún un poco como incrédulos, pero superfelices. No podemos dejar de mirarla… Es muy difícil expresar lo que se siente y darle forma, es como una mezcla de incredulidad y amor desmedido. Te juro que cada día la miro y se me saltan las lágrimas porque me siento absolutamente plena y agradecida por tenerla.
—¿Elsa se hizo de rogar o fue “puntual”?
—Llegamos a la semana cuarenta y realmente se hizo de rogar porque estuve casi cuarenta y ocho horas con contracciones previas. Me venían cada diez, veinte, treinta y cuarenta minutos, durante el día y durante la noche. Estuvimos un día y medio Jaime y yo… Cuando me venían de noche, necesitaba pararme, sentarme y respirar. Algunas eran muy dolorosas y otras, no tanto. Sí que se me hizo larga esa previa. Pero ya cuando ingresamos fue superrápido y muy bien. Al final, tengo un buen recuerdo de lo que es el parto.
—¿Qué sentiste al cogerla por primera vez?
—No hay palabras. Recuerdo que Jaime y yo nos echamos a llorar y le dije: “No me lo puedo creer”. Yo la miraba y pensaba: “Es que es mi hija”. Es algo puramente carnal, pero el cerebro tiene también que hacer el ejercicio de entender que es tuya y, al final, es superespecial. Me acuerdo de que cada vez que hacía fuerza tenía los ojos cerrados y, cuando ya iba a salir, me dijo la ginecóloga: “Ábrelos”, y la vi salir y, después, Jaime cortó el cordón umbilical y fue increíble.
“Cuando la vi por primera vez, me puse a llorar. No creía que se podía querer a alguien así. Es lo más bonito que me ha pasado en la vida”, confiesa Jaime
—¿A quién le veis parecido? Aunque al principio cambian casi por días.
—Diría que se parece bastante a Jaime. De hecho, hemos recopilado fotos antiguas para hacer un poco de comparativa y es más Jaime que yo. A priori, tiene su nariz y su boquita, así que las papeletas están con que es más su padre.
—En vuestras familias estarán encantados.
—Les hemos hecho a todos tíos y abuelos por primera vez y eso siempre tiene algo un poco mágico. Están tan ilusionados y emocionados que les enviamos trescientas fotos y vídeos al día y no se cansan —y nosotros tampoco—. Verlos a todos tan involucrados con todo ha sido lo más emocionante.
—¿Cómo reaccionó tu madre cuando la vio por primera vez?
—Lloró y me miraba mucho a mí, porque impresiona ver que tu hija tiene una hija. Estaba como en shock viéndonos a Elsa y a mí juntas. Fue un momento tan tierno.
—¿Cómo llevas la lactancia?
—Los tres o cuatro primeros días sí que fue un poco odisea. Tenía heridas y, con la subida de la leche, casi tengo una mastitis, pero, pasado el cuarto día, las heridas cicatrizaron y, con cada toma, la peque me vaciaba bien el pecho. Hubo un momento en que le dije a Jaime: “No quiero sentir dolor físico”. Dormir poco no me importa tanto porque lo llevo bien, pero el dolor físico sí que me parecía un trámite que me iba a costar pasar y, afortunadamente, cuando todo se estabilizó, ha ido muy muy bien.
—Y las noches, ¿cómo las está pasando?
—Es que es muy buena. Incluso cuando quiere comer ni siquiera llora, gimotea. Es muy buena, duerme bien y come bien… En este sentido, tenemos, como dicen, un bebé trampa, porque es supertranquila y no llora. A veces lloro yo de lo buena que es, me da mucha ternura.
—Y físicamente, ¿cómo estás después del parto? A simple vista, impresionante, pero ¿cómo te sientes?
—Me encuentro muy bien. En estos días, evidentemente, no estoy pensando en la estética, ni siquiera lo hice durante el embarazo. De peso, cogí lo normal, doce kilos. Embarazada intentaba que lo que comiera le beneficiara a ella y ponía mucha conciencia en eso y, ahora, que ya está fuera y es por mí, como lo que me pide el cuerpo. Es verdad que estoy más flojita, pero me siento físicamente bien. Te diría que prácticamente recuperada, me siento con fuerza para todo.
—¿Has tenido “antojos postparto”?
—¡Me he hinchado a jamón! Y, de hecho, si puedo dar un consejo a quien quiera hacer un regalo a una mujer que acaba de ser madre, las flores están muy bien y son superbonitas, pero si regaláis jamón…
—Es el mejor regalo que se puede llevar a un hospital.
—Sí, te lo juro. Y mira que me encantan las flores, pero lo del jamón ha sido una bendición.
—Y todo esto con una mudanza que hicisteis un poco antes de que naciera. ¿Cómo lo has llevado todo?
—Bien. Antes de que naciera, sí que me entró un poco este síndrome del nido de que me apetecía que todo estuviera preparado, listo y en su sitio. Tenía hasta un poco de obsesión por colocar las mantas bien. Ahora, ya que está todo más o menos hecho y que la casa ya es hogar, lo llevamos muy bien.
—¿Cómo estás llevando compaginar tu vida con el bebé? Aunque han pasado muy pocos días.
—Ahora empezaré a encontrarme con ese escenario. Afortunadamente, tengo a mi madre aquí ahora y nos puede echar una mano si necesitamos hacer algo. Pero tengo claro que también quiero vivirla. Para mí la maternidad fue algo muy deseado y querido y será siempre una prioridad para mí. Aunque está claro que no quiero dejar de lado lo profesional porque también me hace sentir realizada y es importante en mi vida.
“A un hombre no se le exige que renuncie a su agenda para atender al bebé, pero a la mujer sí. Parece que, si no se dedica solo a la crianza, es una desalmada”, dice Lidia tras los comentarios recibidos
—De todas formas, la reincorporación a tu agenda laboral ya ha generado la publicación de algunas informaciones que parecen haberte molestado, al destacar que lo has hecho doce días después de dar a luz. Pero ya dejaste claro que fue un compromiso de solo dos horas.
—Me reitero en que veo más torpeza que mala intención. Simplemente, me dio por reflexionar sobre que el hombre, pese a la paternidad, sigue con su vida y quehaceres y a nadie le parece raro o mal. Eso no es noticia. Al hombre no se le exige que renuncie a su agenda para atender al bebé. Pero parece que, de alguna forma, la mujer sí debe poner en cuarentena todo para dedicarse solo a la crianza, porque, si no, es una desalmada
—¿Cómo has visto a Jaime a tu lado?
—Me ha acompañado de forma muy bonita. Cuando yo tenía las contracciones, podría haber estado dormido sin enterarse, pero en cada contracción se despertaba, me arropaba y para mí eso ha sido… —Llora—. Ha sido muy bonita la forma en la que me ha acompañado en todo el embarazo. Cuando me quedé embarazada me enamoré otra vez de él y después de haber tenido a Elsa me volví a enamorar, porque con la peque está involucrado al cien por cien.
Habla Jaime, el orgulloso papá
—¿Cómo has vivido tú el nacimiento de Elsa?
—Hasta el día en que nace, a nosotros no nos cambia nada, es todo maravilloso, todo el mundo anda felicitándote, entonces no eres consciente. Después, cuando ves a la niña, te cambia todo y lo que creías que ibas a sentir hacia una persona se multiplica por mil y es desmedido y maravilloso.
—¿Cómo fue el momento de tener a Elsa por primera vez?
—Me puse a llorar. No creía que se podía querer a alguien así. Es lo más bonito que me ha pasado en la vida y eso que he tenido la suerte de tener muchos momentos maravillosos, pero esto no se compara con ninguno.
—Y ahora, ¿eres de los padres que dicen: “Mi hija no tendrá novio nunca”?
—Sí —dice riendo—. Sobre todo porque en mi familia somos tres hermanos y somos muy bestias y muy borricos y ahora qué pasa, que aparece la niña y parece que es de cristal y estoy muy protector. El otro día vi un vídeo que se ha hecho viral en el que aparece un padre con una niña firmando un contrato de que hasta el dos mil cuarenta y nueve no tendrá novio y eso se lo voy a hacer seguro.
—Estás esperando a que pueda coger el lápiz.
—Correcto. Pero bueno, fuera de bromas, la niña hará lo que quiera y yo tendré que tragar… Pero espero que tenga novio con treinta años.
—Para tu familia es la primera nieta, estarán emocionadísimos.
—A mis padres se les cae la baba, es la primera nieta para ellos y ya tienen edad de ser abuelos. A mi padre, que está mayor y es una persona dependiente, le pongo retos. Ahora le he dicho que tiene que cuidar de mi hija, se lo meto en la cabeza para que él tenga una tarea diaria. Y a mis hermanos los he visto como nunca, creía que eran más fríos y los dos se han derretido. Ha sido para todos una bendición que nos ha unido más aún y eso que siempre hemos estado muy unidos.
—¿Cómo te ves como padre? ¿Crees que es mas fácil de lo que pensabas?
—Hasta ahora, Lidia era quien tenía el papel importante y solo podía acompañarla, y ahora hago todo lo que está en mi mano. Si a las tres de la mañana se tiene que levantar, yo me levanto. Me gusta no perderme nada, ni cuando come, ni cuando duerme, ni cuando hay que cambiarla. Yo fue el primero en cambiarle el pañal.
—¿Cómo compaginas tu trabajo con la niña? Porque estarás más cansado.
—Dormimos menos, pero no estoy cansado del todo. Ahora tenemos la ayuda de la madre de Lidia. Sigo yendo a trabajar al programa El chiringuito de jugones y haciendo mis cosas de redes sociales, de moda y de presentador.