Recién terminado el rodaje de Montecristo, con William Levy, y estrenada la película Asombrosa Elisa, Silvia Abascal suma la llegada el día 28 de ¡García!, la nueva apuesta por la ficción española de HBO Max, que convierte el célebre cómic en una fantasía pulp de superhéroes salidos de la España franquista. La serie, que cuenta en su reparto con Francisco Ortiz, Veki Velilla, Emilio Gutiérrez Caba, entre otros, llega a la plataforma precedida del aplauso unánime del público que pudo ver sus dos primeros capítulos en Sitges, y de la crítica, con todas las papeletas de convertirse en el nuevo éxito de la temporada. Camino de celebrar treinta años de profesión -desde los catorce que comenzó en Un, dos, tres - hablamos con la actriz de su papel de La capitana, breve en pantalla pero muy presente en la trama, de su carrera, de la maternidad y de su volver a empezar, hace once años.
—¿Quién es la Capitana, Silvia?
—La Capitana es el principal exponente ahora mismo en el panorama actual. La serie se desarrolla en el pasado, hace seis décadas, y en el presente. Ella se mueve en el presente y es la candidata a la presidencia del Gobierno en un momento de mucho conflicto político… Es corrupta, que también esto es actual y muy vigente. La inspiración está, desafortunadamente, por todas partes.
—Ha sido fácil inspirarte, entonces.
—Me dieron dos referencias políticas, una de cara a lo físico, me refiero a la expresión, al tono… bueno ese tipo de perfiles que no sabes si son muy inocentes, muy inteligentes, pero sí que tuve de aquí y de allá para picar.
“Fue un proceso muy complejo porque es reaprender desde cero, pero, afortunada y asombrosamente, pude vivirlo con muchísimo aprendizaje y humildad”, dice del ictus que sufrió hace once años
—¿Qué tenía ¡García! para que quisieras entrar en el proyecto?
—Me pareció algo muy diferente. Primero por venir del cómic, pero es verdad que, a medida que iba leyendo, me parecía una producción muy ambiciosa, un reto grande en cuanto a lo visual, a lo narrativo…Yo me preguntaba “¿Y esto cómo lo van a hacer?”. De cara a la ficción española en la televisión me parecía que era un proyecto mayúsculo. Y luego está Eugenio, que es un director con quien no había trabajado, pero tenía muchas ganas por lo que había escuchado de él. Yo tengo muy poquito, pero el personaje dentro de la trama es vital. Lo puedo contar porque se ve en el primer capítulo, a ella la secuestran y se moviliza todo el país...Así que son diferentes ingredientes: es trabajo y estaba rodeada de un buen equipo artístico y técnico, así que dije: ¡pues vamos!
—Está siendo una temporada de estrenos para ti. ¿No paras de trabajar o se ha juntado todo?
—Bueno, se ha juntado todo. Pero es verdad que, por suerte, estoy trabajando. Están siendo unos meses muy intensos. Ahora ya termino con esta promoción, que por cierto, parece que no es trabajo, pero es tremendo. Prefiero hacer tres funciones al día que estar de promoción, de verdad. Acabamos de estrenar Asombrosa Elisa, hemos estado en Sitges y estoy muy agradecida por las valoraciones que he recibido, porque es un personaje muy complejo, muy delicado, muy oscuro, muy incómodo para el espectador…vengo con mucho agradecimiento de Sitges.
—Te mueves por televisión, por teatro, por cine, llevas toda la vida trabajando.
—Casi treinta años, sí.
“Dentro de lo que me puedo permitir, sea por motivos prácticos, económicos, sea por conciliación…, valoro y digo: ‘¡Este proyecto me reta!’”
—Ahora mismo ¿en qué punto de tu carrera te encuentras?
—Hay uno que se ha mantenido siempre y es que yo no soy una actriz impaciente. Termino una cosa y no necesito enlazar un proyecto con otro. Tampoco soy una actriz a la que le lleguen cinco guiones semanales o mensuales, pero hay trabajo siempre. Hay ofertas y dentro de lo que me puedo permitir, sea por motivos prácticos, económicos, sea por conciliación, por muchos factores… pues valoro y digo: ¡este me reta!
Estoy ahora mismo en un momento que necesito que las cosas me pongan artísticamente, que en el color o matiz que sea, me rete. Me interesan las buenas historias, los buenos equipos y la diversidad.
—Ahora que eres madre ¿piensas más en qué proyectos te involucras? No solo por lo que te rete, sino por la conciliación, que no es tan fácil.
—Absolutamente. Yo de hecho ahora hago teatro si es temporada en Madrid, pero no me puedo permitir una gira. Bueno, sería una opción…pero no me compensa. En el sentido profesional, personal, en todo. Primero es mi hija y luego lo demás se organiza en base a eso.
—Cuando comenzaste tu carrera con Chicho Ibáñez Serrador tenías catorce años ¿Qué recuerdas de aquellos momentos?
—Pues me recuerdo muy profesional, muy seria y muy inconsciente al mismo tiempo, porque sabía que quería ser actriz, pero no conocía nada y este señor tan serio, con el puro, con la bufanda blanca…se ponía muy serio, me regañaba, pero no me imponía.
Recuerdo las cosas que hacía con catorce años mi personaje, que era la niña de el Exorcista, tiraba cosas al público y tenías una oportunidad, eso caía desde el techo y no se podía repetir. Tenía a lo mejor catorce páginas hablando, ahora estaría que no veas y si tuviera a Chicho delante me impondría mucho…-ríe-. Mantengo el amor por el oficio y cuanto más lo conozco, cuanto más años, que como decíamos antes son veintinueve…mayor es mi respeto por él y lo que me interesa, que es la esencia y no toda esta parte dorada, exterior que es lo que llega y más en estos momentos tan de redes. Pero de la esencia del oficio soy una enamorada.
“Sé de sobra que, si te vas mañana, no te llevas ni aplausos ni premios ni ninguna posesión. Lo que pasa por mi mente es el amor en diferentes formas: la familia, los amigos, la pareja, los hijos…”
—Hablando de las redes ¿las usas?
—Tengo Instagram solamente y lo utilizo sobre todo para cosas de trabajo y para poner voz a causas que siento que necesitan voz, pero esto diario de “estate al tanto de lo feliz que soy todo el rato” ni me interesa, ni me lo creo.
—Eres un todoterreno en tu profesión, ¿también consideras que lo eres en la vida?
—No lo sé -ríe-. Bueno, yo me siento pudiendo, y muy por encima de mi profesión, y mira que la amo y la disfruto, está mi ser, están las personas, está la vida, el hecho de vivir. No se vive para trabajar, yo por lo menos y eso respetando muchísimo mi oficio, pero no me va la vida tampoco en ello. Sé de sobra que, si te vas mañana, no te llevas ni aplausos ni premios ni ninguna posesión. Lo que pasa por mi mente es el amor compartido con las personas en la forma que sea, de tus amigos, de familiares, de tus parejas, hijos…
—Hace poco decías que has aprendido que en esta vida has vuelto a la casilla de salida, de alguna manera, has vuelto a empezar, ¿te costó asumir ese proceso?
—Nunca lo he dicho así, pero me imagino que es una de las cosas que uno las expresa y luego cómo se dicen...No, fue un proceso muy complejo, porque es reaprender desde cero, pero, afortunada y asombrosamente, pude vivirlo desde un lugar muy sereno, muy positivo, con muchísimo aprendizaje, con humildad, y no ponerte a pensar en lo que antes podías o hacías, sino que toca empezar otra vez. Ya está.
—Han pasado once años desde que sufriste el ictus, ¿cómo te encuentras?
—Una experiencia como esa la llevas consigo y no hay una recuperación completa, pero, bueno, pasó; siento, además, que el mayor trabajo de concienciación que pude hacer fue escribir un libro sobre ello. Tuvo impacto no solo en mí sino a nivel público y he recibido mucho cariño y mucho agradecimiento por el libro.
—Hablábamos de que, aunque adoras tu profesión, no vives para trabajar…¿Dónde encuentras los pequeños momentos de felicidad?
—Soy amante de la naturaleza, de la música, del comer. El one to one, me refiero estar con un amigo. No soy de pandas ni de grandes grupos ni soy excesivamente social, pero disfruto mucho de la conversación y lo más para mí son las relaciones, me refiero… el amor, esta cosa que no sé definir, lo que siento por mi hija, no sé, a todos los niveles, familiar, pareja…yo siento que lo vital pasa por ahí.
—¿En qué te ha cambiado la maternidad?
—Pues me ha cambiado a nivel de no saber definirlo -ríe-. Cuando intento definirla a ella o el amor que siento por ella me siento una absurda. Fíjate que he amado y me han amado durante el camino, pero nunca he sentido esta dimensión de amor ni de responsabilidad. No sé, ahí no tengo límites. Ahí me siento una infinita, por y para ella.