Íñigo Onieva está dispuesto a todo por recuperar el amor de Tamara Falcó. Arrepentido de haber engañado a su prometida, el ingeniero no ceja en su empeño de reconquistarla y, para ello, ha dado un giro de ciento ochenta grados a su vida.
Tras su mediático acto de contrición de hace tres fines de semana, cuando reapareció ante la opinión pública para entonar el ‘mea culpa’ y pedir perdón de nuevo a la marquesa de Griñón, Íñigo da nuevos pasos para conseguir la ansiada reconciliación con la hija de Isabel Preysler.
El caso es que, como informamos en nuestro último número, se ha mudado a otro piso, en el centro de Madrid, lleva ahora una vida de lo más tranquila. De hecho, tras el almuerzo, el pasado domingo, el ingeniero acudió a la iglesia de San Pascual, donde, sentado en uno de los bancos de las últimas filas, escuchó la Misa de las seis y media de la tarde.
“Hasta se confesó”
Tamara ya desveló, tras su ruptura, que había logrado que su expareja conociera desde dentro su convicción católica. “Habíamos conseguido que él empezara a ir a Misa. Hasta se confesó”, contó la hija de Isabel Preysler.
La marquesa permanece ajena a todos los intentos de reconquista por parte de Íñigo. Es más, ha cortado todo tipo de contacto con él y hasta ha cambiado de número de teléfono. Tras su peregrinación a Lourdes, reapareció, el pasado miércoles, como decíamos, en la colegiata de San Isidro. Allí, en el discurso que pronunció como pregón, expresó cómo sus creencias la han ayudado a encontrar la paz y a convertirse en la mujer que es actualmente.