Marta, su mujer, se lo dice, que siempre está con lo mismo. Con que tiene 70 años. Pero a Chelo García Cortés no le da miedo la edad. No poder mantener la cabeza despejada y el interés y la curiosidad por las cosas, eso sí y, por ahora, todo en perfecto orden de revista (sic). Lo que pasa es que es cierto que setenta años dan para mucho. Y los ha vivido muy intensamente. Sin dejarse nada por hacer. Perdón, sí, pilotar un avión. Lo dejará para otra vida. . A lo que dedicó ésta fue a escribir algunas de las portadas más destacadas de la historia del periodismo del corazón.
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Tras décadas escribiendo algunas de las portadas más destacadas, ella se ha convertido también en un personaje. Le espanta la idea y reconocerse como tal, pero, desde que comenzó a entrar en el salón y los comedores de los telespectadores, la vida de Chelo García Cortés es relevante. Interesa. Sus éxitos, sus fracasos, su pasado, sus problemas económicos, sus noches de amor, sus caídas, sus carencias… Le ofrecieron contar sus Memorias y confiesa que, al poner su vida en negro sobre blanco, ha sufrido una catarsis. La segunda de su vida. La primera fue cuando se vio sola en Supervivientes. Sí, sola. Estaba junto a su gran amiga Isabel Pantoja en la isla, pero se dio cuenta de que la cantante ocupa un lugar muy pequeño en su vida. Y allí, bajo las estrellas, perdonó a su madre, que se suicidó cuando contaba tan solo con once años. La segunda ha sido con el libro. Repasando las fotos que lo ilustrarían y que le obligaron a enfrentarse a recuerdos que pensaba superados. Descubrir que podía amar a las mujeres nunca fue un problema. Y que la epifanía fuera con Bárbara Rey, un regalo.
—Chelo, me he leído tus memorias y…
—¿Qué valor!
—¿Por qué dices eso? No, por Dios. Ha sido un placer.
—Muchas gracias.
—Cuando uno escribe sus memorias…
—Yo no las he escrito, ¿eh?
—¿Cómo? ¿Las has contado?
—Eso es. A Alba Serrano. Ella lo ha escrito. Porque cuando Plaza&Janés me pide las memorias, yo les digo que, bueno, que vale, pero que yo no hablo de mí. Yo puedo escribir ¿De los demás? Lo que quieras, pero, ¿de mí?... Y mucho menos, escribir. No puedo. Me es imposible. Y tampoco quería hablar de mi relación con los personajes… Lo hago, sí, pero lo poquito que hablo, son cosas bonitas y nada más.
—Cuando uno cuenta su vida en primera persona imagino que…
—Es una catarsis.
—Esa era mi pregunta.
—Alba Serrano y yo empezamos a trabajar el 4 de diciembre de 2021, un día después de mi cumpleaños… Y terminabamos hace un mes y medio. Ella venía a verme. Le contaba mi vida y ella grababa… Y eso ha sido… ufff. Hemos tenido que parar muchas veces porque… No podía. Ha sido una catarsis.
—Porque te has dado cuenta de muchas cosas, imagino.
—Ha sido horrible. Que nadie me ha puesto una pistola, ¿eh? Y, en televisión, he hablado de mi vida y también de la muerte de mi madre, pero, ¿Sabes lo que más me ha hecho crujir ahora? Que cuando tienes delante de ti a alguien con una grabadora y le estás contando tu vida, a veces, no podía más, me partía en dos... Porque para mí un libro es muy importante. Como una revista. Yo sigo comprando las revistas en papel. Porque reivindico mancharte las manos con el papel y con la tinta. Soy incapaz de leer ¡HOLA! en internet. No puedo. Yo quiero tocar el papel… Y saber que mi vida se iba a convertir en papel, en algo tangible… Ha sido una catarsis. Porque yo he sufrido dos catarsis en mi vida: cuando me fui a Supervivientes en 2019, que tuve tiempo para pensar y recapacitar… Y ahora, que ha sido horrible.
La periodista asegura que su trabajo en televisión ha tenido la culpa de que haya perdido amistades de toda una vida
—Porque has rescatado recuerdos que tenías escondidos, ¿no?
—Además, tú te crees que son recuerdos superados y no son superados. No los superas, de hecho. ¿Cómo superas el suicidio de una madre? Es algo horrible que no se supera jamás. Y yo, cuando era joven, creí que sí. Yo iba de fuerte por la vida… Y era una coraza. Y con este libro me he dado cuenta. Pero si me preguntas qué ha sido lo más difícil de abordar en este libro, eso ha sido elegir las fotos.
—Son preciosas, Chelo
—Me las tuvieron que pedir varias veces de la editorial porque yo, yo no podía enfrentarme. Marta me lo decía: “Chelo, tienes que hacerlo”. Pero yo no podía. Era superior a mis fuerzas.
—Lo dices en varias ocasiones, llevas fatal haberte convertido en personaje…
—No, no lo llevo bien. Yo he estado toda mi vida al otro lado. Hasta que empiezo en televisión. Y te voy a decir que eso no lo entendí hasta que no lo he vivido en mi piel.
—Cuando uno cuenta su vida, enfrentarse a los recuerdos no debe de ser fácil.
—Ha sido horrible. Yo he sufrido dos catarsis en mi vida: cuando me fui a Supervivientes , en dos mil diecinueve, que tuve tiempo para pensar y recapacitar… Y ahora, que ha sido horrible.
—Porque has rescatado recuerdos que tenías escondidos, ¿no?
—Crees que son recuerdos superados y no son superados. ¿Cómo superas el suicidio de una madre? Es algo que no se supera jamás. Y yo, cuando era joven, creí que sí. Yo iba de fuerte por la vida… Y era una coraza.
—Cuentas en el libro que cuando logras perdonar a tu madre es en Supervivientes.
—Hasta entonces, yo no la eché de menos, quizá, porque no me paré a pensarlo y porque tuve la suerte de tener el padre que tenía. Pero en la isla, pasándolas canutas, con lo mínimo de lo mínimo, me doy cuenta de que yo, a los once años, me había convertido en alguien muy duro, porque mi vida fue mi huida hacia adelante ante dos preguntas: ¿por qué lo hiciste?, ¿qué te había hecho yo?. Lo que te puedo decir es que hasta entonces, yo no la eché de menos, quizás porque no me paré a pensarlo, y porque tuve la suerte de tener el padre que tenía.
La periodista asegura que su trabajo en televisión ha tenido la culpa de que haya perdido amistades de toda una vida
—Que era un padre de aúpa, por cierto.
—(Risas) Sí, sí, porque era de una generación de personas con unas ideas, con unas convicciones… Sin embargo, mi padre, una de las cosas más importantes para mí en mi vida, fue que aceptó mi vida cuando yo tenía 27 años, cuando me di cuenta de que podía tener una relación con una mujer. Pero, retomando con mi madre y Supervivientes, allí, en la Isla, me pasó una cosa. Tantas horas sola, tantas horas en silencio, con carencias, sin comida… Con lo mínimo de lo mínimo, que estaba yo en los huesos… Aquello me sirvió para perdonarla porque me di cuenta de yo a los 11 años me había convertido en alguien muy duro. Fue mi huida hacia adelante ante la pregunta ¿por qué lo hiciste? ¿qué te había hecho yo? Y yo, yo no la había hecho nada. Porque ahora podemos hablar de esto. Podemos hablar de salud mental.
—Me ha llamado la atención lo poco que hablas de Isabel Pantoja, con quien compartiste edición y una gran amistad.
—Te voy a ser sincera: mi mención es mínima porque, aunque yo sigo queriendo mucho a Isabel Pantoja, me he dado cuenta también de que si bien la familia te elige, a los amigos los eliges tú. Isabel, que era mi amiga, ahora es una persona que a mí me ha hecho daño. Ella dirá que se lo he hecho yo… Pero yo lo siento así. Entonces, no quiero que un día me diga: “Me has utilizado para hablar de tu vida y vender libros”. Y no. No es así porque “ya no eres la persona más importante de mi vida, Isabel”. Pero me duele. Me duele mucho. He visto que la editorial ha seleccionado una foto de ella conmigo en Cantora… A mí, la amistad con Isabel me duele porque yo le he dado mucho. Más que ella a mí. Creí que la reconciliación de las dos se había hecho en Supervivientes y, luego, me di cuenta de que no, y yo te prometo que… Mira, si ha tenido todos esos problemas con su hijo, cómo no los va a tener conmigo… Pero me duele. Por eso no hablo de ella. Ahora ocupa una parte muy pequeña de mi vida. Me duele mucho porque yo creo que me he comportado siempre muy bien con ella y no quiero escribir sobre ella porque tampoco me hablo con ella. Te lo digo así, francamente: no nos hablamos y no, mi vida es tan larga y tan plena que no la tengo que utilizar para nada.
—Abramos ese melón, Chelo. Has entrevistado a gente importantísima, sin embargo, cuando llegaste a Sálvame parecía que tenías que demostrar…
—Quién soy y lo que sé hacer…
—Exacto. ¿Eso tú cómo lo encajaste?
—Mal. Y he perdido a mucha gente en el camino. A gente que quiero mucho. A gente que no ha entendido que esté donde estoy. Y yo estoy donde estoy porque quiero estar. A Isabel… Y a otra Isabel. Isabel Gemio. Ella no ha entendido que yo esté en Sálvame y “chica, yo a lo mejor no he entendido otras muchas cosas tuyas y no te las echo en cara”. Al final, quienes se han quedado a mi lado han sido Sofía Mazagatos, que es como mi hermana pequeña; Bárbara porque es Bárbara; Eugenia Martínez de Irujo, Borja y Blanca…
—A ellos sí les dedicas mucho espacio y tiempo
—¡Claro! Si te parece… Borja me convirtió en su madrina de boda… A ellos les tengo un cariño muy especial… Les he mandado invitación para la presentación del libro pero no sé vendrán. Tampoco se lo tendré en cuenta. Ya sé lo que me van a decir por todos lados “¿No van a acompañarte? ¿No van a estar contigo?” Es que da igual que vengan. Da igual. Hay momentos que he pasado con Blanca y Borja que no voy a olvidar nunca.
—Porque la amistad con el famoso no se entiende bien, Chelo. De hecho, ahora tú también eres famosa. Tú puedes protagonizar horas de tu programa.
—Mira, yo, la primera vez que vi que los que estábamos en Sálvame podíamos ser también portada de una revista, dije: “Esto ha cambiado”. Yo hacía portadas con los personajes y, con Sálvame, ahora, somos nosotros también personajes de portada. Porque hemos querido, lógicamente, y porque me he dejado, pero también soy libre de decir “ya no lo quiero hacer más”. Eso de que “cuando entras, ya no sales” no es cierto. Puedes entrar y salir cuando quieras. Pero el mundo del corazón ha cambiado a como era entonces. Ya no tiene nada que ver.
“Mi vida es tan larga y tan plena que no tengo que utilizar a Isabel Pantoja para nada”, asegura la periodista
—Me parece muy bonita la reivindicación que haces de José Manuel Parada, como profesional y como hombre.
—Es que fue mi pareja. Y lo reivindico porque le tengo mucho respeto. Como periodista siempre ha sido excelente. Como hombre, fue un señor. He vivido con él y hemos sido muy felices. También tuvimos nuestros problemas, nos hemos ido haciendo mayores… De hecho, ahora mismo, estamos un poquito distanciados, pero yo fui muy feliz como mujer a su lado.
—Sexualmente satisfecha, recalcas.
—Totalmente satisfecha. Después de él, fue cuando descubrí mi bisexualidad. Y todo fue normal, sin dolor de estómago, sin dolor de cabeza… Y con Bárbara, un regalo. Y tuve la suerte de que, cuando se lo cuento a mi padre, obtengo el amor más inmenso por su parte.
—Reivindicas algo tan moderno como que tú te enamoras de las personas.
—Es que es así. ¿Sabes qué fue lo primero que hice cuando llegué a ¡HOLA!? Le dije al director que vivía con una mujer.
—Pero porque, a ti, ¿te había supuesto algún problema antes?
—Quería decirlo porque quería que las cosas quedaran muy claras. Yo tenía mucho respeto a Eduardo Sánchez. Para mí, fue uno de los días más felices de mi vida cuando Javier Osborne me llama por teléfono y me dice que quieren verme en ¡HOLA!. Para mí, confesárselo a él fue como decírselo a mi padre. Y su respuesta fue la misma que obtuve de él, comprensión absoluta. Por eso también te confieso que dejar de escribir, para mí, ha sido una de las cosas más duras que he vivido.
—Pero ¿habías sentido algún ataque por tu orientación sexual?
—Por supuesto. En televisión. Cuando, cada vez que se hablaba de alguien, se me preguntaba: “¿A ti te gusta esa mujer?, ¿has tenido algo con fulanita?”. Y yo decía: “Pero ¿por qué?”
—Hoy, te has convertido en un icono LGTBI. ¿Te sientes extraña en ese papel?
—Me produce orgullo. Es la primera vez en la vida que me gustaría tener diez años menos, porque sé que podría ayudar más y querría tener más tiempo para hacerlo.
—Decías antes que echabas de menos escribir. Imagino que no lo haces por tus problemas económicos y que tampoco habrías hecho muchas otras cosas si no fuera por Hacienda.
—No hubiera ido a Supervivientes. Ni Marta habría ido a un plató. Para nada porque no le gusta. Ella fue al plató a ayudarme porque yo lo que gano se lo lleva todo Hacienda. Si escribiera para ¡HOLA!, se me llevarían el 100% de mis ingresos. Por eso no escribo. Porque no puedo. Porque no quiero. Y estoy solucionado la situación. Estoy pagando y tengo la nómina embargada. De la televisión, el 70/30. Por eso, la primera condición que puse para escribir este libro fue no hablar de Hacienda porque el día que me ponga arde Troya. Así que, sí, es cierto, sin problemas económicos, Marta jamás habría ido a la tele. Y ya no se ha vuelto a sentar más. Lo hizo en un Deluxe y no la trataron bien. Lo sé. Lo ha pasado mal y no tenemos por qué hacerlo más.
—Porque a ella le gusta aún menos que a ti ser personaje, entiendo.
—Ella fue a ayudarme. Por amor. Y nunca más se ha vuelto a sentar.
—Si tuvieras la oportunidad de reescribir tus Memorias, ¿qué te gustaría contar que te hubiera dado tiempo a conseguir o solucionar?
—Poderte decir por fin que las amigas que perdí vuelven a estar a mi lado. No son muchas y las dos se llaman Isabel.
—Tu caída en Sálvame, que podría haber sido algo anecdótico en una vida tan repleta de cosas como la tuya, sin embargo, ocupa todo un capítulo en tu libro. Te ha afectado muchísimo, ¿no?
—La rotura del radio me ha trastocado muchísimo, pero porque, además, en diez días, a Marta le pasó algo muy parecido. Yo le decía: “Marta, nos ha caído un cable en la cabeza”. Para mí, fue la primera vez en mi vida que me rompía un hueso y diez días después, ¿Marta se cae en casa y se rompe un pie? Ha sido muy duro para las dos. ¿Sabes cuando dices eso de ‘Dios mío, qué nos está pasando’? Porque yo no creo que cosas raras, pero no era normal. He sufrido lo indecible. Te digo que necesitaba volver al trabajo, no por un tema económico, sino para que mi cabeza funcionara. Y ahora, a consecuencia de mi caída, tengo la cadera fastidiada… Estoy en rehabilitación… Y Marta… Marta también se ha partido.