Desde que era un niño, soñó con convertirse algún día en uno de los mágicos elfos de las novelas de J. R. R. Tolkien, a los que vio por primera vez en la primera película de El señor de los anillos, aunque, por el color de su piel, le recomendaron que abandonara esa idea porque era algo completamente imposible...pero en la vida de Ismael Cruz Córdova no hay imposibles y, sobre todo, no entiende el significado de lo que es rendirse, ya que siempre ha luchado por alcanzar sus metas. Entre ellas estaba ir a la universidad, donde entró con el objetivo de ser pediatra, pero todo cambió cuando entró en un club de teatro y descubrió que la interpretación era lo suyo.
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Ahora, a sus treinta y cinco años, el actor puertorriqueño ha hecho historia con su papel de Arondir, al convertirse en el primer afrolatino en interpretar a un elfo, nada más y nada menos que en la serie más cara que se ha rodado hasta la fecha: El señor de los anillos: Los anillos de poder, emitida en Amazon Prime Video. No es la primera vez que trabaja en series de éxito -ha estado en The Undoing, Mandalorian y Barrio Sésamo-, pero con este importante papel ha cumplido su sueño y ha alcanzado la fama mundial. Ahora, Ismael se sienta con ¡HOLA! para contarnos su historia.
—En tus redes confesabas que siempre soñaste con ser un elfo, pero la gente decía que “era imposible”.
— Sí. Crecí en las montañas de Puerto Rico, en un ambiente bastante pobre y difícil, de tener que vivir en casas con suelos de tierra y trabajar cuando era niño. Mi madre era adolescente y sus circunstancias hicieron que quisiera estudiar. Precisamente, cuando estaba estudiando, salió El señor de los anillos: La comunidad del anillo y ahorré para comprar el DVD y un reproductor de DVD para toda mi familia. Vi la película y fue...creo que es un clásico y no hace falta que diga lo especial que es y la repercusión que tuvo. Todo lo que había pasado en mi vida hizo que conectara con los elfos. Aunque era pobre, crecí en medio de la naturaleza, rodeado de montañas y arroyos. Y podría decir que mi mejor amigo era un árbol de mango al que me gustaba ir cuando salía del colegio. Pude jugar como si estuviera en Rivendel, ¿sabes? Así que me dije: “Un día seré un elfo”. Me pareció ridículo en ese momento, porque la verdad es que no había elfos a los que me pareciera. Así que tuve que aparcar ese sueño, pero siempre se mantuvo vivo en mí, como una pequeña llama. Terminé el colegio, tuve tres trabajos y entré en la Universidad de Nueva York. E incluso después de llegar hasta ahí, pasé muchas dificultades, pero siempre mantuve el deseo de interpretar a este personaje fantástico. Luego llegó 2019 y, de repente, tuve una audición para El señor de los anillos. Al principio no sabía que era para ser elfo y, cuando me lo dijeron el día antes, sentí que se cerraba el círculo… Me metí en el papel y aquí estoy, hablando con ¡HOLA! de mi viaje como elfo.
“Crecí en las montañas de Puerto Rico, en un ambiente bastante pobre y difícil”, nos dice el actor, que se ha convertido en el primer elfo afrolatino
—Es increíble que hayas hecho realidad tu sueño. Pero, al ser la primera persona de color que ha interpretado a un elfo en un proyecto de Tolkien, sé que ha habido cierto rechazo, me refiero a racismo. ¿Ha sido desalentador para ti, te ha dado igual o quizá te ha motivado más?
—Estoy feliz de que lo llames como es, creo que es importante llamarlo por su nombre, es racismo y es flagrante. Y, aunque tengo espíritu de guerrero, he de reconocer que duele… A veces duele y te agobia. Sin embargo, los obstáculos por los que ya he pasado en mi vida palían esto. Como he hecho con cada situación de mi vida, cojo esa energía, la reconstituyo y sigo adelante con ella para crear el tipo de vida que merezco y que inspire a otros como yo. Siempre digo, ‘si puedes verlo, puedes imaginarlo, y si puedes imaginarlo, puedes crearlo’. Entonces, estar aquí con este papel es una oportunidad para que la gente como yo se vea a sí misma, se imagine a sí misma, siga adelante y construya la vida que quiera.
—Hagamos un viaje al pasado. Sé que eras nadador en la escuela secundaria, querías ser pediatra y luego entraste en un club de teatro. Llévame a aquel instante que lo cambió todo.
—Siempre he querido tener una vida mejor y ser parte de ese mundo en el que los pobres no tenemos cabida. Porque esto va más allá de la raza, también tiene que ver con la clase social. Cuando eres pobre, el mundo está dividido entre lo que puedes tener y lo que el resto puede tener. Así que vi la natación como mi boleto para cambiar. Quería ingresar de alguna manera a la universidad, descubrí la natación y destaqué. Quería ser pediatra porque era un puesto de mucha influencia y también porque la única persona con la que tenía una relación cercana que tuviera una profesión era mi pediatra, Rafael Pérez. Era una persona increíble y quería ser como él. Así que obtuve una increíble beca en la escuela, saqué las mejores notas en los exámenes, fui campeón nacional de natación...Y, de repente, (risas) llega la feria de clubes. No sabía qué era eso, porque, en la escuela pública nunca lo había visto. El club de teatro tenía la mesa más pequeña, estaba en la zona más sucia, con el pasillo más oscuro y me absorbió como un agujero negro. En la primera reunión te dan un pequeño monólogo que tienes que recitar delante de todos y eso cambió mi vida para siempre. Sentí que por primera vez la gente escuchaba lo que tenía que decir. Así que, ese fue el momento en el que pensé “¡bingo!” (risas). Aquí es donde podré tener más impacto, donde podré difundir y encontrar mi voz y crear algo que me permita ayudar a personas como yo.
— ¿Cómo reaccionaron tus padres cuando les dijiste que querías actuar?
— ¿Has escuchado, cuando los DJ están pinchando con vinilos y los paran? (risas). Mi madre no terminó la escuela secundaria y tuvo a mi hermano a los quince años. Y mi padre tampoco pudo terminar el bachillerato. Crecí en la pobreza mientras mis padres crecieron en la miseria. Entonces, tener un hijo que puede y tiene todo listo para llevar una vida diferente… evidentemente, me dijeron: “¿Qué diablos estás haciendo?” y me llevaron a un psiquiatra o un psicólogo, no me acuerdo. Y le decían: “Dile a este niño que está loco”. Y el psiquiatra me decía: ‘Escucha, estás loco’ (risas). Pero me parezco mucho a mi personaje en El señor de los anillos: Los anillos del poder, porque él es un guerrero y yo soy también, en gran medida. Con todas las situaciones difíciles que he atravesado en mi vida, sabía que podía soportar cualquier cosa, porque he sacrificado muchas cosas por mi sueño. Así que sacrifiqué todo y he sido muy afortunado porque mi viaje definitivamente haya resultado de esta manera.
—¿Cómo te definirías?
—Bueno, además de ser excepcional (bromea), soy un luchador, amante de la vida y alguien que quiere superarse a sí mismo. Me preocupo por ser la mejor versión de mí y sé que siempre tengo que sumar, nunca restar. Pero también entiendo que soy humano y que tengo muchos defectos y que habrá muchas dificultades y pruebas por el camino. Me esfuerzo por tener empatía y sentirme libre de prejuicios. Soy un luchador. Soy un buen hijo y me gustaría pensar en mí como alguien que quiere construir una comunidad que dé a las personas un sentido de pertenencia y que se vean reflejados en todo lo que hago.
—¿Cuáles son tus próximos proyectos?
—Tuve la suerte de trabajar en la nueva serie de Guillermo del Toro, que creo que sale este mes de octubre en Netflix. Me quito el sombrero ante este hombre, es uno de mis héroes. También tengo una película llamada Finestkind, con Paramount, donde trabajo con Ben Foster, Jenny Ortega, Tommy Lee Jones y Toby Wallace y que creo que saldrá este año. Tengo esos dos proyectos maravillosos y un cortometraje en el que trabajaré basado en la vida de Pedro Albizu Campos.