Beatriz Zimmermann, madre de Anna y Olivia, las niñas de Tenerife asesinadas y arrojadas posteriormente al mar a manos de su padre, quería que el homenaje a sus hijas fuera algo lleno de luz. Por eso acudía este martes vestida de blanco y con una sonrisa al acto de presentación de una escultura en honor a ellas en las inmediaciones del Parque de La Gesta, en Santa Cruz de Tenerife. Aun así, no pudo contener las lágrimas en el momento en el que la tela se apartó para mostrar por primera vez las figuras esculpidas de las pequeñas.
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Fue un acto de lo más emotivo al que acudió con Elsa, la bebé que tuvo justo en el primer aniversario de la muerte de las niñas. Elsa es fruto de la relación con su actual pareja, el hombre de nacionalidad holandesa al que Tomás Gimeno, padre de Anna y Olivia, habría agredido en alguna ocasión movido por los celos, desencadenantes del atroz crimen que cometería contra sus propias hijas.
Durante su discurso ante los presentes en tan emotivo homenaje, Zimmerman ha expresado públicamente su agradecimiento a todas las personas que estuvieron implicadas, de un modo u otro, en la búsqueda de Anna y Olivia. Manifestando gran entereza, ha descrito el hallazgo de la mayor de las niñas, Olivia, como "un milagro" que permitió saber qué es lo que había ocurrido con ellas y que que tuvo lugar el 10 de junio, precisamente el día de Santa Olivia, tal y como ha recordado.
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La angustiosa búsqueda de las pequeñas duró un mes y medio, tiempo de máxima incertidumbre en el que trabajaron sin descanso todos los medios técnicos y humanos posibles para encontrar alguna pista sobre su paradero. Beatriz siempre pensó que estaría vivas y se barajó la posibilidad de que Tomás Gimeno hubiera huido con ellas a Sudamérica. Por eso, el hallazgo de Olivia en el fondo del mar causó una gran conmoción en toda España y ella, su madre, quedó rota de dolor.
"Ellas son ahora dos ángeles que han venido enseñando una gran lección a costa de su vida", dijo unos pocos días después. Su objetivo a partir de entonces es que su muerte no fuera en vano. Pedía entonces que "las leyes se pongan más duras protegiendo a los niños" y que el desgarrador final que tuvieron “trascienda en amor para los niños en forma de protección, educación y respeto”.
La escultura inaugurada este martes busca precisamente eso, que no se olvide a las pequeñas y que se tenga en cuenta la existencia de la violencia vicaria para erradicarla. La obra, del escultor vasco afincado en la isla Julio Nieto y promovida por la Fundación Diario de Avisos, las muestra jugando y corriendo alegres, mirándose la una a la otra y cogidas de la mano. Beatriz Zimmermann ha colaborado con Nieto al entregarle dos vestidos de sus hijas, que son los que llevan las figuras y que les confiere mayor realismo. Anna y Olivia, sin duda, permanecerán en la memoria colectiva por muchos años.