Mariló Montero está a punto de debutar en Todo es mentira, el programa de Cuatro para la sobremesa. A partir del próximo martes, 18 de octubre, la periodista será la encargada de sustituir a Marta Flich durante su baja por maternidad, un reto que afronta con gran ilusión tras su paso por Canal Sur. Además, lo hace 'vacunada' de cualquier crítica que pudiera recibir por sus palabras. "Tengo un microchip dentro de la piel que es un antivirus ante todo. Yo pasé ya las críticas lapidarias. He llorado mucho, lo pasé muy mal, he ido al psicólogo, al psiquiatra... pero ahora estoy perfecta. Si me dicen que va a venir una avalancha, a mí me da igual, no me voy a callar mis opiniones", ha dicho en una entrevista concedida a Aimar Bretos en la Ser.
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La periodista navarra, de 57 años, ha asegurado que se encuentra en un buen momento personal y profesional. "No tengo ningún problema que no pueda solventar de manera relativamente fácil. Tengo muy buena salud, hago lo que quiero hacer cuando lo quiero hacer y me sale bien", ha declarado tras confesar que suele ser muy crítica con su hijo Alberto, que se dedica al mundo de la comunicación.
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Pero si echa la vista atrás, también recuerda momentos muy duros durante sus más de tres décadas como periodista. El instante "más amargo", sin duda, fue en 2007, cuando presentaba el debate Mejor lo hablamos en Canal Sur. Era un programa en directo que empezaba a las 22:00 horas y a las 21:00 horas el teléfono sonó para darle una triste noticia: uno de sus cuatro hermanos, Jose Ignacio, había fallecido en un accidente de tráfico con tan solo 47 años. Tras el shock inicial, Mariló decidió seguir adelante con su trabajo sin decir nada a nadie, salvo a su entonces marido, Carlos Herrera. "Le dije que mi hermano había muerto en un accidente de trabajo, pero que no se lo quería decir a nadie porque si lo hacía no iba a poder hacer el programa, y era el programa número 100", ha recordado.
"Me metí en el cuarto de baño del camerino, lloré, me rompí, me destrocé, se me quita el maquillaje, me vuelvo a maquillar y fui al plató", ha explicado. Sin embargo, "Carlos no me respetó en aquel momento porque llamó a un íntimo amigo nuestro que iba a participar en el debate y cuando le vi llegar ya sabía que alguien había hablado con él y eso me debilitó". Según ha contado, la directora del programa se dio cuenta de que algo no iba bien y se interesó por ella. "Entonces yo pensé que ya lo sabían todos y que había que sacar una tarta con 100 velas y claro, yo no estaba bien, pero tenía que aguantar", ha proseguido. Pero finalmente, "me dijeron que no había tarta y que despidiera el programa". Fue entonces cuando puso rumbo a Estella, su ciudad natal, para reencontrarse con su familia. "No recuerdo cómo salí de ese plató, ni cómo llegué a casa, ni cómo llegué a Estella. Y estaba mi hermano que lo enterramos en Herce".
La pérdida de sus padres
El padre de Mariló, Manuel Montero López, también falleció en un accidente de tráfico en el año 2000 y su madre, María del Carmen Abárzuza, murió de ELA en 1993. Desafortunadamente, la periodista ha tenido una relación con la muerte muy injusta. Pese a ello, ha sabido hacer una lectura positiva. "Esa relación con la muerte nos viene bien trabajarla. Yo creo que la he trabajado tanto que cuando me vienen a contar que se ha muerto la madre o el padre de alguien, excepto los hijos que son otro terreno completamente distinto, lo veo con serenidad, igual hasta excesiva", ha reflexionado.
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La presentadora no pierde la empatía y trata de que la persona afectada pase su proceso y se tome su tiempo para recomponerse, "pero que lo madure rápidamente". "Yo creo que el dolor te ayuda a crecer lo justo. Como te excedas en consumir dolor, te mete el diente y acaba contigo. Es capaz de meterte en una cama, en una depresión para los restos. Y no. Al dolor hay que tenerle cogida la vista de frente y abrazar a la alegría permanentemente", ha aconsejado.