Tres generaciones de Pahlaví corean el eslogan de la revuelta contra el régimen de Irán. Nunca en su vida, Farah Diba, tercera y última esposa de Mohammad Reza, llevó un pañuelo en la cabeza, excepto para entrar en una mezquita. Hasta la caída de su marido en 1979, fue la primera en apoyar leyes que favorecieran la emancipación de la mujer: derecho al voto, autorización para divorciarse, acceso a funciones reservadas hasta entonces a los hombres… Cuarenta y tres años de exilio no han mermado su alma persa y, desde su residencia habitual en París, manifiesta su admiración por el coraje de las mujeres de su país y les promete: “Un día, Irán, el verdadero, renacerá”. Y es que, tras más de media vida fuera de su país, a Farah la siguen llamando “majestad”, aunque también es una influencer que cuenta con casi dos millones de seguidores.
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El escenario en el que se mueve nada tiene que ver con la exuberancia de los palacios persas: un piso parisino con boiserie oscura, salpicada de fotos de su marido y de su familia, de pinturas modernas y kadjars, de obras con su efigie, de alfombras persas e incluso trozos de macadán dorados y plateados de las calles de Teherán (las piedras que arrojaban a los basijis, los partidarios más extremistas de la República Islámica de Irán). Todo, salpicado por la típica tradición iraní. Una acogedora mesa baja cargada de cuencos con dulces, pistachos, frutos secos y chocolates da la bienvenida. Farah cumplirá ochenta y cuatro años el próximo 14 de octubre, pero aparenta diez menos. Muy alta y con ese porte que la ha caracterizado a lo largo de su vida, la emperatriz vive pendiente de las noticias procedentes de Irán y habla abiertamente de la situación de su país.
—Después de más de cuatro décadas, usted sigue siendo una figura emblemática para muchos iraníes.
—Necesitan que los anime. Y yo los necesito. Esta ola de cariño me reconforta. Mucha gente me llama, me envía correos electrónicos y cartas, como la de aquel taxista que me hizo llegar su sobre a través de un turista francés. Había anotado su número de teléfono y decidí llamarle, se puso tan contento… Muchas veces llamo con un nombre falso. En cuanto digo: “Hola”, reconocen mi voz. “¡Shahbanou!”. Los paro: “No diga mi nombre, le podría causar problemas…”. Dicen que no les importa.
—¿Cómo se mantiene informada de los acontecimientos de su país?
—Sigo redes iraníes. Hay radios en persa, como Radio Farda, una cadena americano-iraní que emite desde Praga y a la que se puede llamar desde Irán.
“La muerte de Mahsa Amini me partió el corazón. Admiro la valentía de las mujeres, niñas y niños nacidos después de la revolución islámica
—¿Siente la necesidad de saber continuamente qué es lo que sucede allí?
—Desde hace años, vivo pendiente de Irán desde por la mañana a la noche. En cuanto me levanto, enciendo Radio Farda. No hay un solo día que no busque noticias.
—Muchos observadores consideran que nunca las protestas fueron tan fuertes como ahora. ¿Es su percepción también?
—Estos jóvenes me impresionan. La muerte de Mahsa Amini me partió el corazón. Admiro la valentía de las mujeres, niñas y niños nacidos después de la revolución islámica. Su coraje permanece intacto a pesar de los peligros.
—¿Estos menores de treinta años la conocen? ¿Contactan con usted?
—Sí, eso es precisamente lo que me conmueve. Escucharon muchas cosas negativas sobre el reinado del “sha” y me mandan mensajes para que les cuente la historia y quieren que los llame por teléfono. Y cuando lo hago, ¡qué desbordamiento de emoción! Después de cuarenta y tres años de exilio, estos jóvenes reconfortan mi alma.
—¿Fueron sus padres quienes les hablaron de usted y de la vida en la época del “sha”?
—Sí, muchos de ellos conocen la historia gracias a sus progenitores, pero otros descubren la historia a partir de películas cuya existencia desconocía completamente: sobre el pasado, sobre los discursos del Rey, sobre nuestros viajes por Irán, sobre mí misma… ¿De qué archivos sale todo esto?
“Muchas veces llamo con un nombre falso a ciudadanos iraníes. En cuanto digo: ‘Hola’, reconocen mi voz: ‘¡Shahbanou!’. Los paro: ‘No diga mi nombre, le podría causar problemas…’”
—¿Qué esperan de usted estos jóvenes?
—Los animo y les doy esperanza. Les digo que Irán, el verdadero, el suyo, renacerá. Somos una nación que tiene detrás de ella cinco milenios de civilización. Hay que ver… Pasar de Ciro el Grande a Jomeini no lo hace cualquiera. Es increíble. ¿Cómo ha podido ocurrir?
—La salvación vendrá de las mujeres. Las mujeres iraníes siempre tuvieron temperamento, ¡se emanciparon incluso antes que las suizas!
—Sí, la liberación de la mujer fue efectiva en mil novecientos sesenta y tres. Tuvimos ministras, embajadoras y hasta jueces mujeres. Unos milenios atrás, también tuvimos Reinas. En Irán, un proverbio lo resume todo: “¡Si eres hombre, ven a Irán, y conviértete en mujer!”.
—¿Qué puede hacer usted para ayudar a Irán?
—No sé si me escuchan, pero me dirigí varias veces a los “pasdaran” (los guardianes de la revolución, que no son “ayatolas”). Les dije exactamente: “Como madre, pido a todas las fuerzas de seguridad, al ejército, a los “pasdaran”, a los “basijis”, a la Policía de paisano y, a todos, independientemente de sus opiniones, que dejen de derramar la sangre de sus jóvenes compatriotas”.
—Los “pasdaran”, que ganaron tanto dinero con este régimen, ¿la escucharán?
—Hay gente, entre ellos, que ya no quieren disparar contra la multitud.
—¿Algunos se pusieron en contacto con usted?
—Recibí, por ejemplo, un correo electrónico de un militar del sur de Irán que se mostraba cercano a nosotros. Entre los religiosos, hay “mulás” firmemente en contra de lo que está sucediendo. Afirman que Khamenei no es digno de ser el líder supremo, que es mediocre. La gente dice también que está agonizando, pero no tengo ninguna confirmación.
Muchas artistas se han cortado el pelo en solidaridad con las protestas generadas en Irán por la muerte de Mahsa Amini, de veintidós años, a manos de la policía por llevar “mal” puesto el velo
—¿Sabe si los hijos ricos de los gobernantes manifiestan su desacuerdo?
—Hay protestas cerca de los barrios ricos del norte de Teherán, pero no de sus privilegiados habitantes. Sin embargo, en esta ocasión, las protestas se han extendido por todo el país, no solo en las grandes ciudades. De eso estoy segura.
—¿Deberían endurecerse o eliminarse las sanciones?
—Eliminar las sanciones llenaría los bolsillos de los “ayatolas”, no de la población.
—Pero los inversores extranjeros podrían volver, crear puestos de trabajo…
—Sí, pero en beneficio de las empresas inversoras ¡y de los de la República Islámica! Lo que debe hacer Occidente es apoyar a los del levantamiento. Las Naciones Unidas reaccionaron; el mundo artístico y la prensa del mundo entero, también. Hay protestas por toda Europa, pero los iraníes casi no tienen Internet. El régimen lo bloqueó. Si se pudieran arreglar estas redes, la gente de dentro sabría que los de fuera estamos con ellos.
—Usted es musulmana. ¿No cree que los musulmanes de Occidente deberían oponerse firmemente a este régimen?
—Muchos países musulmanes están en contra de la República Islámica y su ley “sharía”. Eso es lo importante
—Pero los musulmanes franceses siguen siendo extrañamente silenciosos…
—Hay algunos, aquí como allí, que aceptan estas cosas. Siempre habrá fanáticos.
“Muchos de los jóvenes de Irán conocen mi historia gracias a sus progenitores, pero otros descubren la historia a partir de películas”
—¿Qué opinión le generan las chicas con velo en Francia?
—Creo que no saben lo que están haciendo. Disfrutan de un país libre, hacen y dicen lo que quieren… ¿y deciden ponerse eso?. Por eso yo les digo: “¡Si quieren eso, quédense en casa con su velo!”. No me refiero a la mezquita, donde una se cubre la cabeza. Aquí en París, me da vergüenza cuando, en la calle, tengo que esconder mi pelo con un pañuelo solo por el hecho de que enseñar mi pelo sea algo malo.
—En Irán, existe un abismo entre un gobierno retrogrado y religioso y los iraníes que se encuentran en todas partes, modernos, educados y que afirman su indiferencia hacia la religión.
—Sí, en cuarenta y tres años de poder, los “mulás” no consiguieron romper la libertad de pensamiento. A pesar de su propaganda, los verdaderos iraníes se sublevan. Me pone la piel de gallina.
—Cuesta imaginar que los hijos ricos de los represores estén de acuerdo con estos métodos. ¿Qué sabe sobre eso?
—A esos niños ricos de Teherán no les importa, me temo. Pero no todos están de acuerdo. La hija del expresidente Rafsanjani está en la cárcel por “incitación a los disturbios”. Tiene cincuenta y nueve años, no es la primera vez que critica el sistema. Hablé por videollamada con una de las sobrinas de Khamenei. Había compuesto un poema en mi favor. La encarcelaron. Hasta los religiosos critican…
—¿Cree que con los miles de millones de dólares que acumularon los “pasdaran” podrían hacerse con el poder?
—Este dinero proviene de las comisiones sobre todas las transacciones, del narcotráfico, de operaciones ilícitas. Pero sé que algunos no quieren derramar más sangre. Y están resentidos con sus padres por haber hecho la revolución.
“Hay protestas por toda Europa, pero los ciudadanos de Irán casi no tienen Internet. El régimen lo bloqueó. Si se pudieran arreglar estas redes, la gente de dentro sabría que los de fuera estamos con ellos”
—Y, por consiguiente, derrocado el régimen del “sha”…, ¿encuentra hoy “ancianos” que se arrepienten de sus actos?
—Sí. Me lo cuentan y me conmueve.
—¿Había ceguera en ese momento, en mil novecientos setenta y nueve?
—Los maoístas, comunistas y marxistas islámicos estaban seguros de ganar. Muchos fueron eliminados. Alá era más fuerte.
—¿Respondió esta victoria a algún tipo de necesidad mística?
—Puede ser. Recuerdo a un profesor de universidad que afirmó haber visto la cara de Khomeini en la luna. ¡Un intelectual, no un mendigo! ¡Puro delirio!
—A los iraníes les gustan a la vez la poesía mística y la investigación intelectual y científica.
—Sí, pero también hay poetas lúcidos. En la época de la revolución, un poeta escribió a los religiosos unas palabras que decían: “Tú me criticas porque bebo la sangre de la vid, mientras que tú bebes sangre humana.” ¡El poeta y erudito Khayam lo escribió hace novecientos años!
—En Irán, ¿quién quiere el regreso de los Pahlaví?
—Hay monárquicos. Pero por lo que mi hijo Reza lucha desde hace cuarenta años es la separación de los poderes, la integridad territorial de Irán, la emancipación de las mujeres, la democracia. Y lo repite: serán los iraníes quienes elegirán lo que quieren.