Tiene solo 26 años, pero Miguel Herrán ya sabe lo que es el éxito internacional y tener a su favor tanto a la crítica como al público. En primavera de 2017 hubo un acontecimiento que marcó un antes y un después en su vida: el estreno de La casa de papel. El actor malagueño interpreta a Río, uno de los personajes principales de esta conocida banda de atracadores que ha batido récords al ser la serie más vista de todo el mundo. Sin embargo, antes de grabar las cinco temporadas de esta ficción de Netflix creada por Álex Pina, el intérprete malagueño ya había logrado triunfar como actor, una profesión a la que llegó por casualidad y en la que no deja de encadenar proyectos.
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El debut de Miguel ante las cámaras bien podría servir como guion de una película. La oportunidad de ser actor llegó en una etapa en la que no tenía claro hacia dónde encaminar su futuro. Él mismo se recuerda como "un chaval sin ilusiones y sin ganas de estudiar" hasta que una noche, en un bar de copas, conoció a Daniel Guzmán y le ofreció ser el protagonista de su ópera prima. Aceptó la propuesta y se puso a las órdenes del también actor en A cambio de nada, montaje en el que se sitúa su primer punto de inflexión. Este largometraje le permitió empezar a formar parte de una industria a la que llegó con la mejor carta de presentación posible, el Goya a mejor actor revelación en 2016.
Con el premio más prestigioso de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Herrán pasó de ser una promesa a una estrella consagrada. Una transición meteórica de la que han formado parte títulos como Élite, Hasta el cielo, 1898. Los últimos de Filipinas o Los Farad, serie que está pendiente de estreno. Gracias a estas experiencias, que ha compaginado con los estudios, ha podido seguir creciendo, viviendo diferentes vidas gracias a sus personajes y también conociendo a compañeros que se han convertido en amigos. Además, en la interpetación conoció a Sandra Escacena y su romance se confirmó en 2019.
No todas las experiencias laborales han sido fáciles para Miguel. Modelo 77 , de Alberto Rodríguez y estrenada este mismo año, requería una transformación física que derivó en un problema. El actor reconoce en Esquire que se obsesionó con no comer y hacer mucho ejercicio, pero que cuando se miraba al espejo no se sentía satisfecho. Durante el rodaje, recuerda, llegó a comer solo un pistacho y sentir que era demasiado. La situación derivó en una depresión que ha logrado superar ya que el director se dio cuenta de los problemas y le llevó al hospital.
La historia que tiene pendiente de contar
El actor, un apasionado de las motos, es consciente de lo mucho que ha logrado y quiere mantener esta bonita etapa que está viviendo. Aunque se centra en el presente, también piensa en el futuro. Entre esos planes con los que fantasea está escribir y llevar a la gran pantalla la vida de su madre, su referente y gran apoyo. "Mi madre se ocupó de mí sin pareja y teniendo en contra a mucha gente que la señalaba con el dedo y que pensaba que una madre soltera de más de treinta era alguien a quien se podía humillar. Y luego fui yo y se las hice pasar canutas y siguió tirando del carro", decía en La Vanguardia. De su padre se sinceró en una ocasión con sus seguidores asegurando que jamás estuvo, que no sabe cómo es y que no le odia ni le guarda rencor.