Era el año 1989. En su avión privado y pilotado por él mismo, el entonces príncipe de Gales, hoy Carlos III de Inglaterra, aterrizaba en Lugano para visitar ‘Villa Favorita’. Un tesoro arquitectónico a orillas del lago de Lugano, con ocho edificios en los más de treinta y cinco mil metros cuadrados por los que se extendía, a lo largo y alto del monte Bré. Hasta su traslado a España, en 1992, el museo de la histórica residencia del siglo XVII, que el padre del barón Thyssen compró en 1932, fue sede y baluarte de la impresionante colección Thyssen.
La pinacoteca llegó a albergar más de ochocientas obras de arte y la propiedad fue testigo mudo de reuniones, grandes exposiciones, fabulosas fiestas… y visitas de personalidades de todos los ámbitos —realeza, política, cultura, arte— y llegados de todas partes del mundo. El aterrizaje del hijo de Isabel II (en un aeropuerto que fue ampliado por el propio barón para que pudieran operar aeronaves más grandes sin tener que ir a Milán, una extensión que heredó Carmen Cervera) no tenía como objetivo solamente una visita de cortesía.
Era el momento en que Inglaterra aín luchaba por quedarse con la colección Thyssen. En conversación telefónica, la baronesa Thyssen nos cuenta cómo fue ese primer encuentro con Carlos de Inglaterra, con el que ha coincidido, además, en otras dos ocasiones. Tita también recuerda el día que conoció a Isabell II, una figura por la que sentía gran respeto y admiración.
“Le dimos las gracias, pero le dijimos que no era posible, aunque le prestamos el retrato de Enrique VIII, de Holbein, que estuvo expuesto más de seis meses en Windsor”
—¿Cómo recuerdas aquel día en el que conociste a Carlos de Inglaterra?
—Llegó a Lugano pilotando su propio avión. Venía acompañado solo de otro señor y recorrimos el museo de ‘Villa Favorita’. Quería convencernos para que la colección fuera a Inglaterra. Le dijimos que era imposible, en aquel entonces ya estaba casi terminada de firmar con España, pero sí le prestamos el cuadro de Enrique VIII, de Holbein, muy importante para Inglaterra, ya que es el único para el que el Rey posó personalmente, y estuvo más de seis meses en Windsor. Esa obra la compró el padre de Heini a Lord Spencer, el padre de Diana de Gales, y hoy en día está, claro, en el museo Thyssen.
—¿Llegó y se fue en el día? ¿Qué sensación te transmitió?
—Se quedó todo el día y se marchó al atardecer. Es un hombre muy educado, amable y encantador, muy simpático, y el almuerzo fue muy ameno. Firmó en el libro de visitas, que tengo en Madrid.
—¿Y has vuelto a coincidir con él?
—Sí, coincidimos otras dos veces, siempre muy atento, una de ellas con la princesa Diana. Fuimos a una cena en Londres en la que solo éramos ocho personas y estaba allí con Lady Di, cuando todavía estaban casados.
“Me pareció un hombre muy agradable y encantador. Luego coincidimos dos veces más con él, una de ellas junto a la princesa Diana”
—¿Tuviste ocasión de conocer a Isabel II?
—Sí, hace años, en un evento de la RAF. Siempre la he admirado muchísimo. Nacimos casi el mismo día de abril, ella el veintiuno y yo el veintitrés.
—Con quien también tuviste relación fue a su hermana, la princesa Margarita.
—Sí, la conocimos en Inglaterra y vino a Lugano, pasó unos días en casa con nosotros. Era encantadora y yo la tenía muy aprecio.
—Claro, vosotros pasabais mucho tiempo en Inglaterra.
—Vivíamos en Inglaterra, entre Daylesford y Londres. El cincuenta y seis de Chester Square era nuestra casa en Londres. Y estuvimos también con Margaret Thatcher cenando en Downing Street.
—¿Fue cuando Margaret Thatcher quiso que la colección se quedara allí?
—Sí, exactamente. Heini y yo estuvimos en negociaciones con la señora Thatcher y, como no llegaron a ninguna parte, en sus memorias dio a entender claramente que yo fui la culpable de que la colección Thyssen-Bornemizsa no hubiera ido a su país.