Desgraciadamente, Maximiliano de Habsburgo sabe muy bien los problemas que acarrean las adiciones. El empresario, también archiduque de Austria y príncipe de Hungría y Bohemia, no solo conoció este oscuro mundo en el Madrid de los años ochenta, cuando vino a aprender castellano. En esa época, Maximiliano también sufrió la pérdida de su hermana mayor, Elisabeth, con solo veinticuatro años, por culpa de la drogas.
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Este doloroso episodio familiar le animó a crear la Fundación Recal, en 2001. Este organismo, con sede en Majadahonda (Madrid), se dedica al cuidado y reinserción social de enfermos de alcoholismo y drogodependencia. A esta fundación van destinados los “cerca de setenta y cinco mil euros” que se recaudaron en la última cena benéfica que organizó Maximiliano, el pasado día 12, en Madrid. A la cita acudió su hermana Sofía de Habsburgo —uno de los rostros más emblemáticos de la época dorada de Marbella—, así como el matrimonio formado por Juan Abelló y Ana Gamazo Hohenlohe, Simoneta Gómez-Acebo, Cayetano Martínez de Irujo y Jaime de Marichalar.
“Mi hermana Elisabeth era muy extravertida, divertida y muy inteligente. Desafortunadamente, las drogas tuvieron más fuerza”
—La pérdida de su hermana es lo que le llevó a crear esta fundación hace más de veinte años.
—Sí, perdí a mi hermana, en los años ochenta, por las drogas. Por aquella época, no había posibilidad, ni tratamientos, ni centros como el nuestro donde se pudieran recuperar los enfermos.
—Su hermana Elisabeth vivió la movida madrileña, que se llevó a mucha gente por delante.
—También la viví muy de cerca yo y tuve mis problemitas. Por eso, conozco muy bien este mundo. Todo esto me motivó a empezar con esta fundación. Pero el problema de mi hermana llegó cuando se casó y se mudó a Australia.
—¿Qué lección ha aprendido de ella?
—Es difícil expresarlo… Lo que me ha enseñado no ocurrió con ella: hay que buscar ayuda profesional cuando se padece este problema.
—¿Qué recuerdos tiene de Elisabeth?
—Era muy extravertida, muy divertida y muy inteligente. Cuando vivimos en Francia, hizo uno de los mejores exámenes universitarios de todo el país. Tenía mucho talento. Pero, desafortunadamente, las drogas tuvieron más fuerza.
—Ahora está muy implicado en combatirlas.
—Es un mundo que ya he vivido muy de cerca y no tengo ninguna vergüenza en admitirlo. Al haber vivido dentro de este mundo, soy la persona adecuada para ayudar. Entiendo el sufrimiento y sé por lo que pasan estas personas.
—En su caso, ¿qué le ayudó a salir del pozo?
—En la fundación tenemos el programa de los doce pasos, que son los pasos por los que pasa el adicto para salir. El primero es admitir que uno tiene un problema, que es el más difícil. Luego, se hace un inventario de la vida, del mal que uno ha hecho, de los defectos del carácter, cómo afrontar las tentaciones… El último paso, una vez superado el problema, es ayudar a otros que todavía lo padecen. Esto es lo que estoy haciendo ahora con la fundación y lo que hacen los que se recuperan. Es lo bonito de este programa, porque no solo se enfoca en ponerse bien uno mismo, sino también en ayudar a otros.
“También viví muy de cerca la movida madrileña y tuve mis problemitas. Al haber vivido dentro de este mundo, soy la persona adecuada para ayudar”
—Usted tiene tres hijos y sabe mejor que nadie los peligros a los que están expuestos los jóvenes. ¿El miedo es mayor cuando uno es padre?
—El miedo no es buen acompañante en este tema. Hay que tener prudencia, informar mucho y hablar abiertamente de los peligros con los hijos. También ponerse en contacto con personas que han sufrido esta enfermedad: llevo a mis hijos a jugar al fútbol con los pacientes de la fundación o a hacer algún servicio. Es la mejor armadura para no ser atacado. Aun así, nunca se sabe. Al ser humano le gusta probar cosas. No hay ningún remedio para ello.
—Cayetano Martínez de Irujo también es patrono de la fundación. ¿Cómo surgió su amistad?
—Es amigo mío desde que llegué a Madrid, con dieciocho o diecinueve años. Está muy entregado a nuestro proyecto. Él también vivió este problema muy de cerca y ahora acude a todos los patronatos y eventos que hacemos.
—Supongo que aplaudirá la valentía de Cayetano por haber contado sus experiencias…
—Es una persona con un extraordinario coraje. Es increíble y lo admiro mucho. Eso ayuda a quitar mucho el estigma y a que la gente no tenga miedo de hablar de esto.
‘El corazón’ de su hermana Sofía
—Antes recordaba a su hermana mayor. ¿Qué destacaría de su hermana Sofía?
—Lo primero, su enorme corazón. Me ha ayudado con todo en la vida y le debo muchísimo. Luego, su talento artístico: pinta y dibuja muy bien y diseña bolsos, que son preciosos.
—Acaba de fallecer la Reina Isabel II, que era prima de su madre y también ayudó económicamente a su fundación.
—Sí. Por su ochenta cumpleaños, mi madre pidió que nadie le hiciera regalos, sino donaciones para la Fundación Recal. A las dos semanas, nos llegó un telegrama de Buckingham Palace comunicando una transferencia de la Reina.
Sobre la Reina Isabel II, prima de su madre, el aristócrata recuerda la ayuda que le brindó: “Hizo una donación a la fundación. Era una persona con mucho sentido del humor, con un humor muy inglés”
—Si no es indiscreción, ¿cuál era la cantidad?
—Eso no lo puedo decir (ríe).
—¿Qué recuerdos tiene de Isabel II?
—Era una persona con mucho sentido del humor, con un humor muy inglés. La última vez que la vi fue hace tres años y, a su edad, tenía una mente tan clara… Me impresionó muchísimo. También, estando muy enferma, como se vio en las fotos, se levantó para el juramento de la primera ministra de Inglaterra. Eso me parece increíble.
—Entiendo que también conoce a Carlos III.
—Es increíblemente culto y muy abierto a la gente de su reino. Eso es muy positivo.