Hace once años, en una fiesta de cumpleaños de un amigo común, Javier conoció a Patricia y supo que algún día se casaría con ella. Durante sus nueve años de noviazgo, Patricia Rato , madre de tres hijos de su matrimonio con Juan Antonio Ruiz, “Espartaco”, dejó que el tiempo curara las heridas, que sus niños se hicieran mayores, que la vida le fuera mostrando el mejor camino para conseguir su felicidad y la de todos los que la rodean. Y Javier Moro esperó pacientemente, respetuoso y delicado, el tiempo que hizo falta hasta que todo encajó.
El 7 de septiembre de 2022, en una pequeña iglesia del pueblo de Gamonoso, en Ciudad Real, solo acompañados por sus hijos y padrinos, Patricia y Javier se casaron ante Dios, en una ceremonia íntima y conmovedora que no olvidarán jamás.
Desde el ramo de novia hasta los detalles de las mesas y la decoración del altar fueron preparados por los novios con toda su ilusión
Al día siguiente, se vistieron de novios, ella con un vestido de gasa en color gris perla, de Tot-Hom, y él con el clásico chaqué, y celebraron con sus familiares y amigos más cercanos la felicidad de este sacramento, que es el más bonito de todos: el compromiso de quererse siempre, hacerse felices, compartir la vida, que es un regalo.
En la finca ‘El Rosalejo’, propiedad de Javier, los invitados tomaron asiento en unas pacas de paja, ante un altar que se asomaba al valle y a los campos, ideado y construido por el novio con toda su ilusión. Javier, acompañado por su hermana y madrina, Leles Moro Peralta, elegantísima, con su vestido de seda azul y verde, esperaba a la novia en el altar junto a los sacerdotes que oficiaron la Misa de acción de gracias y renovación de votos: el párroco de Gamonoso y el jesuita Ramón Fresneda.
Patricia llegó del brazo de su padrino, su tío Luis Alberto Salazar Simpson, quien la entregó al novio ante el altar.
Fue una ceremonia muy emotiva para todos. Son muchos los años y los recuerdos en torno a esta pareja, que por fin veía su sueño hecho realidad. Sus cinco hijos (tres de Patricia y dos de Javier) formaban piña alrededor de los recién casados. Una familia numerosa y unida.
La música no paró. El baile comenzó durante el almuerzo y continuó hasta la noche. Ahora empieza la nueva vida de Patricia y Javier, que estrenan casa en Madrid
Después de la ceremonia religiosa, comenzó la fiesta. La música sonó durante todo el día y el baile no paró. No faltaron los detalles emocionantes, como la mesa de firmas con las fotografías de los padres y otros seres queridos de los novios que ya fallecieron o los adornos de las mesas, que, entre los alcornoques y madroños de la finca, junto con calas blancas que representaban a Asturias, llevaban el nombre y un retrato a lápiz de cada de uno de sus hijos. Y entre todo ello, los recuerdos vividos con ellos. Cuadernos manuscritos suyos de su infancia, recuerdos de los viajes con ellos, libros, ositos, Harry Potter… Y en la mesa principal, recuerdos de la infancia de los novios y de sus padres.
Se bailó entre plato y plato de la comida, canciones que son ya himnos de familia, y un genial baile de todas las primas y sobrinas Moro puso a todos a bailar desde la sobremesa hasta la noche.