Don Luis Buñuel, el genio de Calanda, nacionalizado mexicano desde 1948, se encontró por primera vez con Silvia Pinal en un prestigioso hotel de Madrid. El encargado de presentarlos fue el actor Francisco Rabal. “Es una vanidad muy grande lo que voy a decir —reveló años después la Pinal—, pero yo escogí a Luis Buñuel, no él a mí. Cuando conocí su obra, me encantó, me enamoré de su cine, de su humor negro, de su manera de ser y supe que no descansaría hasta ser dirigida por él… ¡Y lo logré!”. En aquella primera cita, Silvia Pinal, que llegó junto a su esposo, Gustavo Alatriste, le propuso la realización de Viridiana.
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El cineasta aragonés —ya en la cumbre de la fama con películas como El perro andaluz , La edad de oro y Los olvidados — se mostró reticente al principio. Es más, le preguntó a la estrella mexicana que si tenía algún productor interesado en el proyecto.
“—Tengo, don Luis. Aquí, mi marido.
—Y este señor ¿a qué se dedica?
—Pues es “mueblero”, fabrica muebles.
—¿Y por qué querría un fabricante de muebles producirme una película a mí, que no soy comercial y no doy dinero?
—Porque me ama, don Luis”.
Así comenzó esta historia de una bonita amistad, durante la que rodaron juntos dos películas más (El ángel exterminador y Simón del desierto) y que concluyó con la muerte del director, el 29 de julio de 1983. Poco antes de ese día, Silvia Pinal lo fue a visitar y Luis Buñuel no la reconoció, aunque balbuceó: “¿Qué tal, Viridiana? ¿Cómo está?”. “Para mí —recordó años después la actriz— fue muy fuerte ver que ya no me reconocía, pero sentí divino que me dijera Viridiana”.
Silvia Pinal, la salvadora
La historia de esta película parece propia de una trama de espías: Silvia Pinal fue la bella “contrabandista” que logró salvar la única copia de la película. Desde el rodaje, tanto Buñuel como su equipo eran conscientes de que la cinta, por su temática, sufriría una férrea censura: la historia de la enfermiza relación de un señor con su sobrina novicia no contó con el beneplácito ni del Vaticano ni del gobierno de Franco. En 1961, una copia de la película llegó a París de manera clandestina y logró presentarse en el Festival de Cannes. Viridiana ganó en esa edición la prestigiosa Palma de Oro, como recordó Michelle Salas (bisnieta de Silvia Pinal), en 2021, sesenta años después del triunfo de su abuela, en la Costa Azul. Sin embargo, los implacables censores, a pesar del galardón, decidieron quemar la cinta y borrarla de la faz de la Tierra. Dadas las circunstancias, Silvia Pinal —según contó Michelle Salas— se cosió los negativos a la costura de un abrigo y con ellos escondidos voló a México.
Según la versión que compartió Michelle Salas en Cannes, durante un fastuoso homenaje con motivo de los 50 años del rodaje, aquella copia “la escondieron (enterraron en casa de unos amigos para ser exacta) por muchos años”. “Hoy —escribió Michelle— tenemos la oportunidad de poder tener esta obra maestra viva gracias a ella. Una mujer entrañable, valiente, y que admiro y respeto con todo mi corazón”. Circula otra versión que dice que Silvia Pinal se guardó los negativos en su maleta y que cuando en la aduana, rodeada de personas pidiéndole autógrafos, le preguntaron sobre ellos, respondió en una interpretación memorable: “Películas personales caseras”.
El otro lado de la moneda
A pesar de todo el relumbrón de Viridiana, y de la gran experiencia que vivió Silvia Pinal gracias a su relación profesional con Luis Buñuel (“Conocerlo ha sido lo mejor que he tenido”), este nombre ha tenido funestos ecos en el matriarcado Pinal. El 17 de enero de 1963, Silvia Pinal y Gustavo Alatriste tuvieron una hija a quien no dudaron en llamar Viridiana. Luis Buñuel fue su padrino. Sin embargo, la vida de Viridiana se truncó el 25 de octubre de 1982, cuando la joven (actriz, como su madre) murió a los diecinueve años tras sufrir un devastador accidente automovilístico.
Su bisnieta, Michelle Salas, relató cómo la actriz se cosió los negativos de ‘Viridiana’ a su abrigo para traer una copia de la polémica película a México
Silvia Pinal, rota del dolor, jamás volvió a ser la misma. Como tampoco lo fue Sylvia Pasquel, cuando, cinco años más tarde, se enfrentó al mismo dolor que su madre: la pérdida de una hija, a quien había llamado Viridiana en memoria de su hermana. Este nuevo golpe en el seno de la dinastía Pinal sucedió en octubre de 1987. En este caso, la pequeña, de tres años, se ahogó en la alberca familiar. No obstante, Silvia Pinal jamás perdió el cariño por la película ni por Luis Buñuel, el genio de ojos profundos que, con una mirada certera, le indicaba cómo interpretar y seducir a las cámaras: “Él cambió mi vida”, reveló en la presentación en 2017 de su autobiografía, “Esta soy yo”. Y sí, la cambió de todas las maneras posibles.