Era la primera vez que se veían las caras en mucho tiempo. Al menos, a ojos de todos. La infanta Cristina , acompañada de su hermana, la infanta Elena, y de dos de sus hijos, Pablo y Miguel , acudía a la catedral de Jaca, el pasado domingo, a dar el último adiós al exdirector y gerente de la estación de esquí de Candanchú Eduardo Roldán, a quien le unía una estrecha amistad con la Familia Real.
No coincidiría con su hermano, el Rey Felipe VI, que, por motivos de agenda, decidió viajar hasta la capital aragonesa un día antes para dar el pésame a la viuda de Roldán, pero sí, sin embargo, con el que fue su marido, Iñaki Urdangarín . Por fin, las cámaras lograban cumplir una misión que parecía imposible: fotografiarlos juntos en un acto público (hasta ahora siempre había sido en encuentros privados). Aunque, eso sí, siempre en la distancia.
Tanto física como emocional, puesto que la expareja no solo estuvo separada varios metros durante y después del funeral, sino también cuando mediaron palabra, en lo que podría calificarse como un frío encuentro. De hecho, mientras que las infantas y los chicos se mantuvieron unidos, Iñaki Urdangarín estuvo solo y cabizbajo. Y, hasta en un momento, se le saltaron las lágrimas.