Han pasado cinco décadas de su fallecimiento, pero los británicos todavía recuerdan la fatídica historia de Guillermo de Gloucester , el joven y apuesto príncipe -hermano del actual Duque de Gloucester- que vivió un amor prohibido, y un cuento de hadas que acabó en tragedia.
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Primogénito del Príncipe Enrique y Lady Alice -Duques de Gloucester-, pronto se convirtió en una auténtica joya de la corona británica. Alto, atlético y con una cautivadora mirada celeste, Guillermo atraía todas las miradas allá por donde iba. Tanto que se ganó el apelativo de ‘príncipe playboy’ e incluso hay quien se refería a él como el ‘James Bond’ de la monarquía británica.
Un príncipe rebelde y una joya para la corona británica
Su sangre no podía ser más azul. Era nieto, sobrino y primo de Reyes -su abuelo era el rey Jorge V, sus tíos Eduardo VIII y Jorge VI; y su prima, la reina Isabel II-, estaba llamado a ser el próximo y flamante Duque de Gloucester, y nada más llegar al mundo -el 18 de diciembre de 1941-, pasó a ocupar el cuarto puesto en la línea de sucesión al trono.
Su papel, por tanto, no podía estar más claro. Como miembro de la Familia Real, quedaba al servicio de Su Majestad. Sabía bien cuál era su deber. La corona siempre era -y continúa siendo- lo primero, pero él, como recordarían sus profesores tiempo después, ante todo, ansiaba ser tratado como el resto.
Su gran pasión era el deporte y, en especial, la aviación: fue el príncipe más joven en lograr una licencia de piloto.
Tras pasar por las aulas del prestigioso colegio Eton -en el que también estudiaron los príncipes Guillermo y Harry-, estudió Historia en Magdalene College, Cambridge, y un posgrado en la Universidad de California, sentando de este modo las bases para conseguir lo que realmente deseaba: una carrera diplomática.
En 1965 empezó a trabajar para la oficina de la Commonwealth, iniciando, así, su periplo por el mundo. Poco podía imaginar entonces que al otro lado del globo encontraría al gran amor de su vida.
El príncipe encuentra a su Cenicienta
En 1968, Guillermo había sido enviado a una nueva misión diplomática en Tokio (Japón), hasta donde voló pilotando él mismo el avión. Y, en una fiesta en la ciudad, se encontró con ella.
Su nombre era Zsuzsi Starkloff, una bellísima modelo y exazafata de vuelo que había aterrizado en el país nipón tras su divorcio de un piloto americano.
El flechazo fue instantáneo. El royal británico quedó prendado de aquella ‘Cenicienta’ húngara a la que no dudó en invitar a bailar. Al día siguiente, Zsuzsi no dudó en escribir una carta a su ‘querido príncipe encantador’ invitándole a asistir a una nueva fiesta. Comenzaba, así, un romance que haría temblar, de nuevo, a la monarquía británica.
La comparación inevitable con Eduardo VIII, el rey que renunció al trono por amor
Guillermo estaba loco de amor, y así se lo hizo saber a sus padres. Buckingham, sin embargo, no recibió la noticia con mucha alegría. Grabada a fuego, en la memoria, estaba la abdicación de Eduardo VIII, el rey que renunció al trono por amor a una divorciada americana - Wallis Simpson - 35 años antes, dejando así la corona a su hermano Jorge VI.
Los paralelismos entre la historia del príncipe Guillermo y Eduardo eran casi inevitables, con una notable diferencia: el primero no estaba llamado a ser rey. Aun así, su caso era igual de escandoloso para la Familia Real. Como su tío, se había enamorado de una mujer que se había divorciado en dos ocasiones , no tenía sangre azul y, además, en el caso de Zsuzsi había que sumar una hija del matrimonio anterior.
Por mucho que no fuese a convertirse en Soberano de Reino Unido, su historia se tornó en un asunto de Estado, y hasta se habló de que la Princesa Margarita -hermana de Isabel II- fue enviada a Tokio con la misión de detener aquel noviazgo y evitar, de este modo, que los tiempos amargos del pasado volvieran a repetirse.
Dos años después de que sus caminos se cruzasen en aquella fiesta, Guillermo tomó una importante y valiente decisión: luchar por su amor contra viento y marea, y no sólo eso, sino que quería pasar por el altar.
Un cuento de hadas fallido
En 1970, la salud del padre de Guillermo comenzó a deteriorarse, y Guillermo regresó al Reino Unido. Allí aguardó el esperado reencuentro con su amada. Zsuzsi, tan ajena a la vida entre palacios y castillos, viajó hasta allí para conocer a la familia de su pareja.
Pero los esfuerzos fueron en vano, y el amor, en esta ocasión, no pudo con todo. La presión sobre el príncipe era máxima. No podía casarse con ella sin el permiso de su prima, la Reina Isabel , ya que, de acuerdo al Royal Marriages Act de 1772, al ser miembro de la Familia Real, tenía que pedirle permiso al monarca y, sin su beneplácito, no podía dar el ‘sí, quiero’.
Finalmente, pararon sus planes de boda y Zsuzsi emprende el camino de vuelta.
La tragedia final
Aunque miles de kilómetros los separaban, la pareja siguió manteniendo el contacto vía telefónica y por correspondencia.
Guillermo permaneció en Inglaterra, volando sobre las nubes y surcando el cielo con sus aviones. Intentaba no perderse las competiciones de aviación más importantes, y el 28 de agosto de 1972, se sumó a la Goodyear Air Race.
En plena carrera, perdió el control de su avioneta, que terminó estrellándose contra un árbol cerca de Wolverhampton. Él y su compañero, Vyrell Mitchell, murieron en el acto.
El dos de septiembre, Lady Alice daba el último adiós a su hijo en la Capilla de San Jorge, arropada por la Reina Isabel, el Duque de Edimburgo y la princesa Margarita. Zsuzsi, el gran amor de su vida, no acudió al entierro.