El pasado 27 de agosto, Flora González hizo por fin realidad su sueño: celebrar su boda con su prometido, Carlos. Un año después de que la pareja decidiera aplazar su enlace a causa de la pandemia , la popular presentadora del tiempo de los Informativos de Mediaset, de treinta y siete años, y su novio, de treinta y ocho, relacionado con el mundo de las empresas, se dieron el ‘sí, quiero’ ante sus respectivas familias y sus amigos más íntimos, en total casi ciento setenta invitados, con quienes festejaron el día más especial de sus vidas en una ceremonia íntima y privada. El escenario para sellar su historia de amor fue ‘La Huertezuela’, una de las haciendas más bellas de Villafranca de Córdoba, a pies del paraíso natural de Sierra Morena y cercana a Andújar (Jaén), tierra natal de la periodista. Un lugar que, según nos contó la novia, fue elegido por el vínculo que tiene con esta tierra, por lo que para ella era muy especial casarse en él.
A las ocho y media de la tarde, la canción Big Big World, de Emilia, daba paso al momento más esperado por todos los presentes, la aparición de la novia junto a su padre, Andrés González. La presentadora sorprendió a los asistentes con un elegantísimo vestido de Yolancris , un traje de escote en ‘V’, espalda muy escotada y sensual y falda recta con abertura lateral. Bordado en tul con diseños especiales realizados en algodón off-white, guipur y encaje francés, el diseño se completó con una capa maravillosa. “Nos hizo especial ilusión que Flora apostara por esta pieza tan majestuosa. La verdad es que esta combinación potencia aún más su personalidad. Es un look sensual, elegante y sublime, que seguro que no va a dejar indiferente a nadie”, nos explicaban sus diseñadoras, las hermanas Yolanda y Cristina Pérez.
“A lo mejor, si estuviera con otra persona, no me habría casado, pero creo que mi chico es el amor de mi vida y el hombre más guapo y mágico del mundo”
Los zapatos eran unas sandalias con brillantitos en el tobillo, del diseñador portugués Luis Onofre. Elaborado por su amiga Lilian Urquieta, el ramo estaba formado por hojas de olivo y claveles blancos: “Para mí, que soy de Jaén, el olivo es muy especial y el clavel me recuerda a las primaveras y las romerías de mi tierra. Tanto uno como otro son la esencia de Andalucía”.
Una pulsera muy especial
Como complemento, la presentadora optó por unos pendientes de diamantes y aguamarina, de Eugenio Lumbreras, y una pulsera muy especial que le regaló su abuela paterna, Emilia, antes de morir, para que “la llevarse el día de mi boda”. Completó su look con su anillo de pedida, de Yanes, también de diamantes y aguamarina; la alianza de oro, de Durán Joyeros, y una tiara, obra también de Urquieta, que, además, se ocupó de elaborar el prendido que llevaban en las solapas de sus trajes el novio, su padre y Roberto, el padre de Carlos. Para el peinado, Flora se decantó por un recogido con coleta para la ceremonia y una melena ondulada para la celebración, obra de su también maquillador, Sandro Nonna para Guerlain. Por su parte, Carlos, que llegó del brazo de su madre, Loli, se veía elegantísimo, con un traje diseñado por Roberto Verino, mientras aguardaba la llegada de la novia a la ceremonia civil, que fue oficiada por Javier Sánchez-París, un amigo común, que fue quien los presentó, en 2004, y les dedicó unas sentidas palabras. Como testigos de la ceremonia ejercieron sus respectivos padres y como damas de honor, las hermanas de la novia, Nati y Andrea, vestidas, al igual que su madre, Francisca López, también por Yolancris.
“Ha habido muchos momentos preciosos, pero los más emotivos fueron cuando vi a Carlos esperándome emocionando y cuando sentí los nervios de mi padre llevándome del brazo”
Ya convertidos en marido y mujer, Flora y Carlos fueron felicitados por los invitados con una lluvia de pétalos blancos y se dio paso a una copa de bienvenida servida por el catering El Botijo, de Andújar, en el que se sirvieron brochetas de ave con mostaza y polvo de ibérico, dados de salmón con cebollita en vinagre, pulpo con parmentier de patata, ajoblanco con brochetita de uvas, tostas de berenjena con anchoa de Cantabria, chistorra en hojaldre, bocados de foie y membrillo, langostinos kataifi y jamón ibérico D. O. Los Pedroches Torbiscal.
A todo ritmo
Después del cóctel, todos pasaron a la cena, compuesta por paté de perdiz El Botijo con Aove y gamba blanca de Huelva, salmorejo cordobés con crujiente de jamón ibérico, sorbete de mandarina y capricho de bellota con infusión de Ramón Bilbao. De postre, una tarta de chocolate con frutas y crema de chocolate blanco, la favorita de los recién casados. Terminada la cena, comenzó el baile, que, como manda la tradición, abrieron los recién casados con una de las canciones favoritas del novio, Your Song, de Elton John, y continuaron con Gasolina, de Daddy Yankee, que “he bailado mucho con mis amigas y ya es nuestro himno”. Tras estos acordes, comenzó la fiesta, amenizada por el DJ Bailamelon, amigo de la presentadora desde la guardería, que, al igual que el día anterior, en la fiesta preboda, celebrada en La Casa del Lago, puso a bailar hasta bien entrada la madrugada a todos los invitados, que, al día siguiente, pudieron disfrutar de un divertido día de relax en el Aquasierra de Córdoba.
Habla la novia
—Flora, por fin tu boda se ha hecho realidad, ¿cómo te encuentras?
—Agotada, pero, al mismo tiempo, muy ilusionada y feliz.
—¿Cómo has vivido este día?
—Tan mágicamente como habíamos soñado. Mirar a nuestro alrededor y sentir el cariño de los nuestros ha sido el mejor regalo.
—¿Con qué momento te quedas?
—Ha habido muchos momentos preciosos, pero los más emotivos fueron cuando vi a Carlos esperándome emocionado y cuando sentí los nervios de mi padre llevándome del brazo.
“Se me hace muy raro cambiarle el apodo de ‘amoruco’ por el de ‘marido’. Me impresiona mucho la palabra y también el sentirme yo la mujer de alguien”
—¿Pudiste dormir las noches previas?
—Como soy supernerviosa, llevaba semanas casi sin dormir, dándole mil vueltas a todos los preparativos. Pero he podido conciliar el sueño las dos últimas noches al ver que ya teníamos todo organizado.
—¿Qué es lo primero que pensaste cuando llegaste al altar?
—¡Por fin estamos aquí! Habíamos soñado muchas veces con este momento.
—¿Y qué sientes ahora cuando te diriges a Carlos como tu marido?
—Se me hace muy raro cambiarle el apodo de ‘amoruco’ por el de ‘marido’. Me impresiona mucho la palabra y también el sentirme yo la mujer de alguien. De todos modos, creo que voy a seguir dirigiéndome a él como ‘mi amoruco’, así hago referencia a sus raíces cántabras.
“Tengo treinta y siete años y, sinceramente, la maternidad no me quita el sueño, pero, si puedo y la naturaleza me lo permite, me gustaría tener dos hijos”
—Cuando comenzó vuestra historia, ¿te imaginabas casada?
—La verdad es que no. De hecho, fue mi mejor amiga la que me dijo que me iba a casar con él cuando nos encontramos con Carlos. Fue como una sentencia. A lo mejor, si estuviera con otra persona, no me habría casado, pero creo que mi chico es el amor de mi vida y el hombre más guapo y mágico del mundo.
—¿Cuándo te diste cuenta que era el hombre de tu vida?
—Desde el primer momento, hablando con él. Después, aunque no utiliza mucho las redes sociales, vi que publicaba muchas fotos de viajes y otras muy bonitas con sus amigos. Entendí que era una persona con la que comparto muchos valores. Los dos somos muy familiares y cuidamos mucho nuestras amistades. También nos encanta la aventura. Con esas pistas, me dí cuenta de que podía salir bien la cosa.
—Su trabajo no tiene nada que ver con el tuyo, ¿en qué os parecéis?
—Es cierto que no tienen nada que ver, pero nos parecemos mucho en la forma de trabajar. Los dos somos muy perfeccionistas. Nos gusta darlo todo y ponemos mucho corazón en el trabajo. Y aunque su mundo no tiene nada que ver con el mío, a él le encanta acompañarme a eventos, a viajes y conocer el mío, porque los mundos de la televisión y el periodismo son muy duros, pero también tienen cosas muy bonitas.
—Ahora que se ha celebrado la boda… ¿os planteáis aumentar la familia?
—Lo de ampliar la familia va a ser algo que nos lo vamos a tomar con tranquilidad. Creo que hay una presión social brutal, sobre todo hacia las mujeres, especialmente cuando ya llegamos a una edad. Yo tengo treinta y siete años y, sinceramente, la maternidad no me quita el sueño, pero, si puedo y la naturaleza me lo permite, me gustaría tener dos hijos.