Ya lo dijo Pablo Urdangarin cuando se descubrió la relación entre su padre y Ainhoa Armentia en enero: “Nos vamos a querer igual”, “Tampoco va a cambiar nada” y así ha sido. Las imágenes que publica ¡HOLA! en exclusiva son la prueba.
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Querían unas vacaciones lo más parecidas posible a las que siempre habían tenido hasta ahora y lo han conseguido. Y no solo eso. Durante la larga semana que han compartido en Bidart (Francia) también han demostrado que son los reyes de la playa y el deporte. Una familia unidísima y en plena forma con mucho espíritu competitivo. Un sin parar de juegos, carreras en la arena, salto de olas, surf, natación… Y, después, gimnasio y bicicleta. De la playa a casa y de la casa al gimnasio con alguna parada en la gran plaza de Bidart y con Iñaki siempre al frente y sin dejar de sonreír. Compitiendo con ellos – a sus cincuenta y cuatro años no se lo pone fácil a ninguno- o viéndolos disfrutar de sus baños y paseos, el exdeportista los sigue en todos los planes y es un padre completamente entregado y centrado en sus hijos, después de haber compartido también vacaciones en Formentera con Pablo y Miguel.
Se rompió el matrimonio, pero la familia es indestructible. Los ex duques consiguieron una relación extraordinaria con sus cuatro hijos, y, también, entre los cuatro hermanos, que no pueden estar más unidos, aunque, hasta ahora, y su ausencia es todo un misterio, no se les haya unido Juan.
Tras un año muy difícil vemos el mismo amor en el mismo escenario y vemos también a los tres hijos mostrando a Iñaki todo su apoyo. Cuando eran más pequeños era su héroe y, aunque sienten lo que ha pasado y les duele la traición a su madre, siguen firmes a su lado.
Han sido unas vacaciones de abrazos, complicidad y charlas a todas horas…. Las de una familia disfrutando al máximo del deporte, el mar y el sol… tumbados en la arena, cargando con sombrillas y mochilas, haciendo caminatas o “jugando” en la orilla como cuando eran niños y su mundo era perfecto. Pablo (21) y Miguel (20), dos surferos imponentes con sus cuerpos atléticos -especialmente Pablo- abrazados a sus tablas y disfrutando muchísimo del reencuentro. También, de poder pasar tiempo con su hermana Irene, de 17 años, que vive en Ginebra con su madre, la Infanta Cristina. Es la niña bonita de la casa a la que cuidan y miman y de la que siempre están pendientes.
El tiempo es oro y los días que estuvieron juntos no desperdiciaron ni un segundo. No hay tantas oportunidades verse, todavía menos después de la separación, y este verano volvieron a celebrar a lo grande la gran familia que son.