"La naturaleza me cura el alma". Con esta declaración Tamara Falcó arranca el cuarto capítulo de La marquesa, la docuserie que ha rodado con Netflix y en la que está mostrando algunas facetas de una vida que, como ella mismo ha dicho, se ha contado desde que nació en la revista ¡HOLA! Con un hilo argumental que gira en torno a la consecución del sueño inconcluso de su padre, Carlos Falcó, fallecido en marzo de 2020, de convertir su palacio, El Rincón, en un restaurante de lujo, Tamara Falcó recorre un camino repleto de peripecias rodeada de buenos amigos más o menos conocidos. Uno de ellos es George Scott, un jinete y amigo de la infancia que a lomos de un caballo por Sierra Morena ayuda a la marquesa de Griñón a conectar con el campo.
George Scott recibe a Tamara Falcó y a sus amigas (entre las que están las hermanas Ana y Casilda Finat) en Trasierra, su finca familiar, y de allí cabalgan para terminar comiendo un picnic en un lugar de ensueño y recordando que él fue uno de los invitados de la comunión de Tamara, ya que fueron los padres de ambos los que les presentaron siendo niños. Quizá es uno de los personajes más desconocidos para el público en general: un andaluz con nombre inglés que conoce como la palma de su mano la frontera entre Andalucía y Extremadura, y que la recorre a caballo con un impecable look ecuestre. Sin embargo, George Scott es muy conocido a nivel internacional entre las elites que buscan experiencias exclusivas, ya que es uno de los cuatro hijos de Charlotte Scott, una madrileña criada en Londres, que compró en 1975 un cortijo del siglo XVI para convertirlo en "un hotel para la gente que detesta los hoteles oera que ama la belleza y la buena vida".
Tamara Falcó saca a la luz desconocidas anécdotas de su vida
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La televisiva historia de los Scott
La madre de George contó que se marchó de Londres, donde trabajaba como publicista y decoradora, a finales de los setenta en busca de aventuras con su marido Nick (un aristócrata británico que estudió en Eton y que fue conocido durante sus últimos años por ser pareja de Chantal Hochuli, la primera mujer de Ernesto de Hannover) y fue entonces cuando se encontró con esta finca en Sierra Morena, llena de naranjos, viñedos y olivos, pero con la construcción totalmente abandonada. Los siguientes quince años los invirtió en arreglarla y allí ella crío a sus cuatro hijos –británicos con acento andaluz-, que son ahora los que ocupan de casi todo en un hotel que tiene entre sus huéspedes a Kate Moss, los duques de York, Alexandra de Hannover, Carolina Herrera, Bryan Ferry o James Costos, que tras descubrir este lugar durante el tiempo que vivió en España como embajador de Estados Unidos, produjo Off the rails, una serie que captura la belleza y la esencia de la cultura española precisamente protagonizada por George y su hermana Gioconda Scott, chef y miembro fundador del Movimiento Slow Food en el sur de España.
A pesar de tener una vida que es interesante para las cámaras y amigos como Andrea Casiraghi (él fue uno de los invitados a la boda del hijo de Carolina de Mónaco con Tatiana Santo Domingo) o haber salido con la aristócrata Alejandra de Rojas entre el 2009 y el 2015, con la que guarda una buena amistad, George Scott tiene un perfil discreto, centrado en las exclusivas excursiones a caballo que organiza por distintas partes del mundo (de la India a Portugal) y en la familia que formó junto a la ex modelo y diseñadora francesa Leah de Wavrin.
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